3 de julio 2006 - 00:00

Papeleras: si no se negocia alguna solución, puede haber violencia

Enrique Olivera, hoy legislador de la Capital Federal por el ARI, ha actuado como «facilitador» en conflictos internacionales, actividad que le da una mirada útil para conocer qué posibilidades ofrecen los métodos de mediación en confrontaciones que parecen no tener solución. Aunque no actúa en el principal conflicto que tiene hoy el país, el de la construcción de las plantas de celulosa en Fray Bentos, Uruguay, Olivera explicó en diálogo con este diario las características del método del debate ambiental. Aquí lo principal del diálogo con este dirigente radical que fue jefe de Gobierno de Buenos Aires, legislador nacional y presidente del Banco Nación.

Enrique Olivera, diputado y experto en mediaciones en conflictos aparentemente insolubles, explicó que cuando se plantean diferencias en el terreno ambiental, la violencia está cerca porque se discute vida o muerte.
Enrique Olivera, diputado y experto en mediaciones en conflictos aparentemente insolubles, explicó que cuando se plantean diferencias en el terreno ambiental, la violencia está cerca porque se discute vida o muerte.
Periodista: ¿El conflicto con el Uruguay por las plantas de celulosa deja margen a la negociación o estamos condenados a confrontar?

Enrique Olivera: La escuelade Harvard parte de dos principios: uno, que no hay que confrontar posiciones, sino que hay convertir las posiciones en intereses y que hay que dialogar sobre los intereses.

P.: Vamos al caso de las papeleras.

E.O.: Hablo de afuera, porque no he intervenido en este conflicto, pero si yo digo «vida o papeleras» estoy iniciando un diálogo de posiciones que es imposible de mover para ningún lado. La conversión de posiciones en intereses se hace con la pregunta «¿por qué digo vida y por qué digo papeleras?». La respuesta lo lleva a uno a descubrir los verdaderos intereses que están debajo de las posiciones de las partes. Esos intereses se trabajan sobre la base de opciones, hay un método para crear opciones y se intercambian entre los negociadores y a menudo se encuentran soluciones creativas, es decir, soluciones que crean valor.

  • Mitos

    P.: ¿Dónde se ha hecho esto?

    E.O.: Hay dos mitos fundadores de este método de negociación. Uno es de la naranja. Hay dos chicas peleándose por una naranja; viene un tercero y les dice «la mitad para cada una» y la pelea parecía solucionada. Pero lo que no preguntó ese tercero era qué intereses estaban detrás de esas posiciones. Una quería el jugo y la otra quería la cáscara, para cosmética. El método de solucionar no fue creativo, no produjo valor. La solución creativa es darle todo el jugo a una y toda la cáscara a la otra, y que salgan juntas a comprar naranjas y repartan lo que les interesa a cada una.

    P.:
    ¿Cuál es el otro mito?

    E.O.: El de dos campesinos que se pelean por una cabra que aparece en medio de los dos campos. Uno tira de la cola, el otro de los cuernos. En ese ejercicio se están por matar. Un tercero les pregunta por qué no hablan. Se dan cuenta de que uno quiere la lana y el otro quiere la leche. Eso les dio la oportunidad de 1) mejorar las relaciones; 2) de lograr lo que quieren; 3) de salir a comprar cabras a medias y mejorar su negocio.

    P.:
    Estamos en el plano teórico...

    E.O.: Se trata de identificar intereses y de crear opciones para satisfacer los intereses que están detrás de las posiciones. Hay diferentes categorías de negociaciones. Una es la negociación entre las partes: usted y yo nos sentamos a discutir y corremos el riesgo altísimo de que ninguno de los dos nos movamos de nuestras posiciones. Para eso se inventa la mediación, que las hay de dos tipos. Una, la que hace alguien que es capaz de evaluar las propuestas y fundamentos de cada una de las partes, un mediador evaluativo, que da su opinión sobre la justicia de los reclamos. El segundo tipo es el facilitador, que es el tipo que hace que las partes puedan convertir sus posiciones en intereses y puedan generar opciones y encuentren soluciones. Un tercer tipo es el arbitraje, que es la delegación total de la cuestión en una persona para que la resuelva.

    P.: ¿Qué es aconsejable en una puja como la de las papeleras?

    E.O.: Ultimamente se usa cada vez más la tarea de la mediación con facilitador...

    P.: En las audiencias del Banco Mundial en Montevideo y en Buenos Aires sobre las papeleras actuaron facilitadores que organizaron los debates.

    E.O.: Sí, pero también hay diversos tipos de mediaciones. Uno es el diálogo cívico para conflictos socioeconómicos; el caso más nombrado es el de Sudáfrica. El otro es el diálogo ambiental, y el tercero es el diálogo religioso, cuyo ejemplo es la reunión de Asís del 63 con el papa Juan XXIII.

    P.:
    Vamos al diálogo ambiental, que es lo que se plantea para las papeleras...

    E.O.: Los diálogos cívico, ambiental o religioso tienen características diferentes, pero que comparten un rasgo común: hay muchos actores y un alto contenido emocional y con protagonistas cuyo liderazgo depende de que se logre el objetivo final que se está buscando.

  • Resonancia

    P.: Por ejemplo, los vecinos de Gualeguaychú, donde dominan quienes tienen más horasruta junto al puente.

    E.O.: Claro, eso está estudiado que es así. Diálogos cívicos se hicieron muchos, pero el primero que alcanzó resonancia fue el de Sudáfrica, que condujo Adam Kahane, un hombre muy prestigioso. Fue el que resolvió el tránsito a la democracia con la libertadde Nelson Mandela, nada menos. Aquí no se usó el método de Harvard de convertir las posiciones en intereses, sino uno que se llama el « diálogo de escenarios».

    P.: ¿En qué consiste?

    E.O.: En colocar a todos los actores en el futuro, imaginar cuál es el futuro deseable entre los futuros posibles y los futuros no deseables. Cuando todos coinciden en cuál es el futuro deseable y posible, desde ahí buscar armar definiciones hacia acá. Esto se quiso hacer en el Diálogo Argentino, en 2001, pero se quedó en la primera etapa, que es la de mejorar relaciones entre las partes.

    P.: ¿Qué falló?

    E.O.: No fue posible avanzar hacia las etapas siguientes... Acuérdese del caso de la cabra... (ríe) Pero funcionó en Guatemala, El Salvador; algo se hizo en Paraguay; yo participé en Panamá. Pero hay un tercer método, además del de Harvard y el de «escenarios». Se llama « diálogo apreciativo». Se colocan también a los actores en el futuro y se empiezan a trabajar los deseos subyacentes, ocultos o inconscientes de los actores y, a partir de allí, se trabaja sobre el lenguaje. La modificación del lenguaje es algo básico para cualquier cambio de posiciones por intereses. Estos son los tres métodos que conozco que se han aplicado; quizás haya otros.

    P.:
    ¿Qué diferencia hay entre el diálogo cívico y el ambiental?

    E.O.: El contenido, porque la característica del diálogo ambiental es que se vive en términos de vida o muerte. En un diálogo cívico, las cosas pueden no vivirse así; por ejemplo, en el diálogo sobre el uso del canal de Panamá no se vivió en términos de vida o muerte. En los diálogos ambientales vos me estás matando porque me estás envenenando y del otro lado vos me querés dejar sin trabajo.

    P.: ¿Eso adónde lleva?

    E.O.: A que sea más difícil que participen organizaciones formales, algo que sí se da en los diálogos cívicos.

    P.:
    Hay más espontaneidad en los diálogos ambientales.

    E.O.: Mucha espontaneidad, mucho apasionamiento, y cuando se convierten posiciones en intereses, uno se da cuenta de que lo que se está discutiendo en el fondo es salud, y vida, y trabajo, porque trabajo es vida.

  • Experiencia

    P.: Acerquémonos a las papeleras.

    E.O.: Todo esto supone un análisis previo, que veo que no se está haciendo en este caso, por lo menos a la luz pública, porque alguien con dos dedos de frente ve la necesidad de hacerlo. ¿Qué se pregunta alguien que tiene que mediar o facilitar en un conflicto? Primero, qué pasa si el conflicto sigue. La experiencia es que, si no hay diálogo, hay violencia, y esto es lo que marca lo que sucede en esta crisis. Porque violencia no quiere decir necesariamente sangre; un corte es violencia, una represalia institucional también es violencia. Si el conflicto no se soluciona, uno se encuentra con un problema aún mayor, con un escenario mucho peor.

    P.: ¿Cómo se evita eso?

    E.O.: Primero, hay que mostrar ese escenario posible, porque a veces no se reflexiona en esto. Para eso, es útil lo que llaman algunos el BATNA, que es la sigla que traduce la frase en inglés Best Alternative To a Negotiated Agreement, o sea, la mejor alternativa en caso de no acuerdo. Si discutimos la venta de un auto y regateamos el precio, lo primero que necesito tener claro para saber hasta qué punto regateo es qué otra cosa puedo comprar con la plata que tengo, cuál es la mejor alternativa en caso de no cerrar. Estas dos cosas, ver cómo sigue el conflicto si no se soluciona y el BATNA, son dos elementos indispensables para pensar una estrategia de negociación.

    P.: En Gualeguaychú hay rechazo a la contaminación del agua, pero hay quienes rechazan el cambio del paisaje; aunque no contaminase, no quieren ver la chimenea de la papelera...

    E.O.: Por eso hay que ir al diálogo. Si es la chimenea que se ve, se discute eso.

    P.: ¿Qué otra característica tienen los conflictos ambientales?

    E.O.: Están los llamados «mapas mentales». Son mapas culturales; la gente ve, piensa y siente de acuerdo con un mapa cultural previo. Desarmar el mapa cultural es parte de la conversión de posiciones en intereses. Para discutir sin preconceptos.

    P.: La posición argentina dice que la suma de las dos plantas en Fray Bentos forma el polo celulósico más grande de mundo y que todo lo que se conoce científicamente hoy no alcanza para saber qué podía ocurrir el día de mañana.

    E.O.: La ecología creó algunos conceptos para avanzar en esto. Uno es la sustentabilidad, que no quiere decir polución o contaminación cero. Todo cambio y todo progreso generan pulsiones hacia el mejoramiento o hacia el empeoramiento. El concepto de sustentabilidad hace que las pulsiones positivas se compensen con las negativas. Lo que pasa es que los aspectos positivos se logran en el corto plazo y los negativos en el largo plazo. Si se tiene una visión cortoplacista, uno ni se da cuenta del daño que puede hacer un proyecto. Otro concepto es el de contaminación, que es una cuestión de cuánto y de qué manera se neutraliza. Pero no es que no haya, como pasa con la producción de la pasta celulósica, donde nuestro mapa mental nos pide papel blanco, que contamina más, y no marrón, que es más feo. El sistema menos contaminante es el más caro, pero ¿es más caro? Hay que ver el largo plazo, cuando lo más barato ahora es más caro mañana o al revés. Por ejemplo, si se controlan los efluentes, se pueden frenar los efectos negativos. Pero se trata de un caso en el cual no hay certidumbre científica.

    P.: ¿Qué método de mediación ve posible para esta crisis de las papeleras?

    E.O.: El del diálogo ambiental, pero complementado con otras cosas. Por ejemplo, me parece que la posición del presidente Kirchner es acertada cuando dice: «No quiero contaminación». No dice: «No quiero plantas»; eso es importantísimo, porque es una posición sagaz. El no se pega a una posición, y eso es bueno para dejar abierta una solución del conflicto.
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