Las Fuerzas Armadas no encuentran consuelo ni explicación a la fuerte poda que sufrieron las partidas destinadas a pagar las remuneraciones de los agregados militares que cumplen tareas en el exterior.
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El agregado es básicamente un asesor técnico de la representación diplomática, debe apoyar al jefe de misión en el fomento de las relaciones con el país receptor, establecer nexos cooperativos, intercambiar doctrinas para mejorar las propias, fortalecer el vínculo con las fuerzas del país receptor en el área de su competencia, entre otras funciones. Se conoció como hecho consumado a través del Boletín Oficial N° 31.229 que se publicó el viernes último a pesar de que el gobierno había generado expectativas en los cuatro jefes militares acerca de la revisión del recorte salarial. Nunca llegó. El 31 de agosto, Jorge Chevalier, titular del Estado Mayor Conjunto, y los jefes militares, teniente general Roberto Bendini, almirante Jorge Godoy y brigadier general Normando Costantino se desayunaron (literalmente) con el indigesto articulado del Decreto 1.140 del Boletín Oficial que estableció una reducción de 30 por ciento en la compensación en dólares que reciben los uniformados por estar destinados en el extranjero. Garré les birló de un plumazo la única herramienta de conducción de la gente que les queda: ser ellos los primeros en comunicar los tragos amargos, como si supieran o hubiesen ejercido mínima resistencia. Ni siquiera Chevalier, convertido en mandamás de la pirámide castrense tras la reglamentación de la ley de Defensa, supo de antemano el mazazo presupuestario.
Esa compensación se aplica a todo el personal diplomático y del Estado que preste servicio en el exterior. Antes, un uniformado con el cargo de jefe de agregaduría o jefe de misión en la jerarquía de general o equivalente, cobraba 90 por ciento del monto establecido para un embajador. Ahora, percibirá sólo 65 por ciento, además si es personal de planta, sin cargo jerárquico, ese general cobrará 45 por ciento del valor de referencia. La medida ha producido un impacto directo en la motivación por la carrera de las armas. «No es que la gente ingrese a las fuerzas por un destino en el exterior, la decisión de la ministra se percibe como un ariete más al espíritu castrense», lamentó un oficial seleccionado para salir al extranjero. Si había algunos que dudaban de que las políticas de Defensa se tiñen de recelos del pasado, la lectura del decreto les aclaró el dilema.
El artículo 2 de la norma excluye a las Fuerzas de Seguridad (Gendarmería, Prefectura y Policía Federal) de la reducción aplicada al Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.
«Mi mejor mariscal se llama sorpresa», decía una frase atribuida a Napoleón que más le vale incorporar a la cúpula castrense si quiere anticipar otros sinsabores por venir. Por caso, se está analizando un recorte a las compensaciones que reciben los soldados en misiones de Cascos Azules bajo mandato de la ONU. Casi incomprensible. Ocurre a pocos meses de que el canciller Jorge Taiana recibiera una grave observación del organismo internacional -girada a Garré- sobre el deplorable estado del equipamiento del Batallón Conjunto Argentino en Haití.
En círculos diplomáticos del país caribeño se tildó a las tropas criollas de «casi africanos» por el nivel de salarios y equipos. Recién se corregirá a fines de setiembre cuando arribe a Puerto Príncipe el transporte San Blas con los pertrechos necesarios. Garré visitó el hospital móvil de la Fuerza Aérea ubicado en proximidades al aeropuerto de Haití, esta semana, que era otro punto del crítico informe de la ONU.
La ministra no llevó al jefe de Estado Mayor Conjunto, el brigadier Chevalier, a la gira por Haití a pesar de que se trataban temas atinentes a su responsabilidad operativa. Mala señal. En cambio, sí lo hizo José Goñi, ministro de Defensa de Chile, quien se apoyó en el asesoramiento del flamante jefe de Estado Mayor de la Defensa chilena, general de aviación Iván Fabry. Se decidía la continuidad de la Misión de Paz para la Estabilización de Haití (Minustah).
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