18 de enero 2007 - 00:00

Telerman plantó ocho espías en Capital para vigilar a funcionarios

Jorge Telerman
Jorge Telerman
Desconfiado con su entorno, como muchos políticos que dudan hasta de su sombra, Jorge Telerman busca que su staff no le falle. Tampoco quiere que jueguen mal -en año de urnas- los contratistas que realizan las obras con las que querrá lucirse en medio del proselitismo. Por eso de las precauciones, será que el jefe porteño ha creado una brigada secreta de monitoreadores (espías, detectives, o tarea similar). No es original en esa virtud, pero sí en la arquitectura que le ha dado al grupo de ocho amigos que nadie en el Gobierno porteño sabe bien quiénes son ni cuál es su verdadera tarea (ni cuánto cobran, claro). Fernando de la Rúa le encargaba esa actividad a su secretario de siempre, Leonardo Aielo. Le hacía recorrer las obras en marcha en la Ciudad de Buenos Aires y que verifique si estaban acorde a los contratos y los tiempos. Le hacía concurrir a plazas y calles donde había quejas de vecinos. Le hacía hacer de todo, De la Rúa a Aielo, quien lo flanqueaba en actos y caminatas y le hacía anotar la queja de esa señora que tenía un bache en la cuadra de su casa.

  • Camuflaje

  • De Hugo Chávez, dicen, que utiliza formas menos convencionales. El venezolano, según la leyenda que invocan vecinos de su país, utiliza un camuflaje para ir él mismo por las noches a ver cómo funcionan los hospitales u otros lugares sensibles para la reelección. Telerman, en cambio, nombró con rango de asesores a sus amigos y los dividió en dos equipos, los cuales semanalmente le llevan carpetas a su despacho.

    En esos escritos, los inspectores que no son, le desarrollan cómo se están realizando determinadas tareas en la Capital Federal. Los espías, como le llaman dentro del Gobierno porteño quienes saben de su existencia pero no terminan de conocer las caras de los actores, relatan si hay o no problemas en la obra pública, construcción de subtes, arreglo de plazas, bacheos y podas.

  • Adhesión

    Esas son algunas de las tareas que vigilan y que pegan en el corazón, especialmente, de algunos ministros, como el de Obras Públicas, Juan Pablo Schiavi, pero también en el de Espacio Público que conduce Lía María, una funcionaria convertida en tal en la gestión de Aníbal Ibarra que actualmente le viene demostrando adhesión plena al nuevo mandatario. Pero a los detectives, que son todos hombres, los ministros no los conocen.Reportan directamente al jefe de Gobierno de la Capital Federal y se manejan con un organigrama semanal.

    Están en la calle todo el tiempo (excepto al momento de tipiar las carpetas con el resultado de la recorrida), siguen un itinerario y efectúan un seguimiento y verificación de que las obras estén cumplidas. Todo un espionaje. Las cuadrillas están activadas desde hace tres meses y como perfil para poder integrarlas se requiere: ser amigo del jefe porteño; no tener un rol político en la vida, gente, como les llaman «que no viene de la política»; ser confiable para Telerman. «Son ocho los monos», lejos de sonar como música en los oídos de los ministros porteños, en el palacio municipal corre el estribillo con algo de escalofrío. No los conocen, pero saben que hay equipos para controlar solapadamente sus gestiones.
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