1 de junio 2007 - 00:00

El domingo Neuquén elegirá al sucesor de Jorge Sobisch

Quiroga proviene del tronco radical y supo mantener posiciones diametralmente opuestas a las que hoy manifiesta en público el santacruceño. Haber adherido sin tapujos a Rodolfo Terragno o a Ricardo López Murphy, no fueron inconvenientes para que su praxis política se impusiera al dogma y adhiriera a Kirchner como una manera de crear un polo de poder real para enfrentar al MPN, quien sin fisuras pero al mejor estilo del PRI mexicano, gobierna Neuquén desde 1963.
Pese a no haber usado la foto con Kirchner hasta la última semana de campaña, el radical tuvo en el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, el mejor aliado para neutralizar la «guerra de zapa» que le hizo Sapag ante Kirchner a través del influyente gremialista del petróleo privado, Guillermo Pereyra, hombre de teléfono diario con Julio De Vido. El negocio petrolero ya es otro de los condicionantes de la relación entre Jorge Sapag y Jorge Sobisch.
Hoy mismo, Jorge Sapag se presenta con una promesa de cambio que parece más un líder de la oposición que un candidato del partido de gobierno.
Su impronta es la de volver a las fuentes ¿peronistas? del MPN: justicia social, independencia económica y defensa a ultranza del federalismo coinciden con principios solventados por el actual gobernador Jorge Sobisch, pero después asienta sus críticas, veladas, en mejorar el conflictivo cuadro social de la provincia y en modificar, sustancialmente, un estilo de gobierno que se acerque más al modelo kirchnerista que a las prácticas extraídas de los 90 por Sobisch, quien no reniega de su preferencia política por Carlos Menem.
Es indudable que Sobisch buscará afianzarse en el centroderecha nacional, mientras que Sapag tratará de navegar entre la defensa de los intereses provinciales y la transversabilidad centroizquierdista que levantará Kirchner. Para explicar su posicionamiento ideológico suele recordar, con orgullo, a su padre, el legendario Sapag, a quien se lo recuerda por aquel famoso no a la «Ley Mucci», que partió la espina dorsal de la estrategia de Raúl Alfonsín en 1983 para quebrar el monopolio peronista en el movimiento obrero organizado.
Esa conducta pro sindical, es reconocida por los gremios más importantes -petroleros, mercantiles, gastronómicos, construcción- y aceptado a regañadientes por la combativa dirigencia estatal que atormentó a Sobisch con paros permanentes.
En ese punto apuntan más a Quiroga que al emepenista porque no le perdonan sus orígenes en el centroderecha radical aunque el intendente de la capital suele contraponer con sus 8 años de gestión en el segundo presupuesto de la provincia que arroja déficit cero y con obras en marcha que lo ha posicionado fuertemente en los sectores medios y altos de la capital.

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