25 de junio 2008 - 00:00

Tensión entre Kirchner y Peralta por uso de fondos

Santa Cruz - El fantasma de la protesta social vuelve a amenazar un desembarco de Cristina de Kirchner en la tierra natal de su esposo. Esta vez la sombra se cierne desde la UOCRA local, que podría obsequiarle un piquete el viernes, en el marco de su viaje a Pico Truncado para inaugurar una cementera financiada con los polémicos fondos de Santa Cruz en el exterior, hoy repatriados.
Los obreros exigen al gobierno del justicialista Daniel Peralta el pago de un subsidio a las empresas contratistas de 500 pesos por trabajador, prometido durante la campaña electoral y que, sin embargo, dejó de ser abonado en marzo.
La estocada de la UOCRA -que en la zona norte es liderada por José Palma- incluye la parálisis de la obra pública en el norte provincial y el corte de la Ruta Nacional 3, en Caleta Olivia. En un intento de destrabar el escenario, el subsecretario de Trabajo local, Raúl Santibáñez, mantendrá un encuentro hoy en el Ministerio de Trabajo, con dirigentes de la UOCRA nacional -que lidera Gerardo Martínez- y de la Cámara de la Construcción.
La tensa postal se da en el marco de nuevos y ostensibles cortocircuitos entre Néstor Kirchner y Peralta, quien insiste en cultivar un perfil de independencia en materia de gestión que irrita sobremanera al actual titular del PJ nacional.
La furiosa inquina del ex presidente no es compartida, sin embargo, por la ex primera dama. Al menos, eso es lo que indican los gestos que desplegó hacia el ex interventor de Río Turbio. Peralta y Kirchner intentaban ensayar una convivencia mínima hasta que el mandatario comenzó a pagar sueldos con fondos de las remesas que Nación enviaba a Santa Cruz para pagar obra pública, llevada adelante mayoritariamente por contratistas ligados al ex presidente.
Esa decisión -empujada por la avidez de recursos para hacer frente a compromisos mínimos, en un Estado que incrementó su planta en 11 mil puestos en dos años- derivó en la salida en marzo del ministro de Economía Rolando Aramini, en desacuerdo con la medida. Asumió entonces Juan Manuel Campillo, un virtual delegado de Kirchner.
Este mes, Campillo debió instalarse por más de dos semanas en Buenos Aires para cerrar una ingeniería financiera que le permitió asegurar el pago de sueldos de junio y el medio aguinaldo, aunque en cronograma con fechas tardías en relación con la tradición local.
Sugestivamente, el auxilio para esquivar el impacto de la reciente rebelión petrolera en Santa Cruz -que dejó de percibir regalías por u$s 75 millones- no partió directamente de las arcas nacionales, sino de las petroleras, que adelantaron el pago de regalías. Primero reacias (sobre todo YPF, a la que Peralta castiga con dureza), las compañías luego aceptaron asistir al distrito patagónico, tras una gestión efectuada por la propia Presidente.
Postura
Los cruces entre ambos líderes se dieron también de la mano de la errática postura del gobernador frente a la protesta del campo (según Kirchner, «dice una cosa en Buenos Aires y otra en Río Gallegos») y de la manera en que el mandatario esquivó un pronunciamiento del PJ contra el obispo Carlos Romanín.
Historia repetida la de Santa Cruz, que todavía intenta reponerse de una densa crisis institucional -forzada en buena parte por los manejos titiritescos desde la Casa Rosada- que se llevó puestos a los mandatarios peronistas Sergio Acevedo (en marzo de 2006) y Carlos Sancho (mayo de 2007).
Acevedo dio el portazo por el ahogo político que le imprimió Kirchner desde Balcarce 50 (con el detonante final del asesinato del policía Jorge Sayago en medio de una revuelta petrolera), mientras el muy dócil Sancho sucumbió ante la escalada de protestas sociales.
La salida de Sancho dio paso al interinato de Peralta, tras los insistentes ruegos de un desesperado Kirchner, quien temía perder en las urnas el poder de su propia provincia, al ritmo de la crisis.
Peralta fue ratificado luego, en las elecciones de octubre. Ocho meses después, el tironeo político pasa por dirimir quién fue el padre de esa victoria y quién maneja la provincia.
Según se ufana Peralta, Kirchner y el Frente para la Victoria le deben a él la conquista electoral (aquella que no pudo pelear Alicia Kirchner, embarrada por un escrache en Río Gallegos). Desde la otra vereda, el ex presidente sabe que soltarle definitivamente la mano a Peralta y dejarlo caer sería un verdadero suicidio político para él y su esposa.

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