Argentina atraviesa un momento distinto. Después de una etapa difícil para todos los argentinos, de ordenamiento macroeconómico, el país comienza a ingresar en una fase de inversión, producción y crecimiento. Según las proyecciones oficiales y privadas, la economía crecería alrededor del 5% en 2025, un quiebre importante después de casi tres décadas sin expansión sostenida.
La etapa de crecimiento
Con inflación en descenso, superávit fiscal y récord energético, el Gobierno impulsa reformas clave para consolidar el orden macroeconómico y abrir una nueva etapa de crecimiento sostenido.
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Ministro del Interior.
Al asumir en diciembre de 2023, el Gobierno recibió un cuadro económico y social extremadamente delicado. La inflación acumulada de los cuatro años previos fue del 1.147%. En la primera semana de diciembre avanzaba al 1% diario. El 54% de la población vivía bajo la línea de pobreza. El salario mínimo había caído a su peor nivel en 16 años y las jubilaciones habían perdido más del 40% de su poder adquisitivo.
Un giro macroeconómico con impacto productivo
En lo macroeconómico, la situación era crítica: emisión por casi el 14% del PBI, reservas internacionales en u$s15.000 millones negativo y un riesgo país por encima de los 2.000 puntos. No había crédito, confianza ni horizonte.
Frente a ese escenario, persistir en los mismos enfoques hubiese implicado más deterioro. El país estaba obligado a encarar un cambio profundo, sin gradualismos ni parches.
A dos años de iniciado el proceso, los avances son visibles. La inflación bajó de 211% anual a niveles cercanos al 30%. Se recuperó el superávit fiscal, condición indispensable para cualquier estabilidad duradera. Bajaron la deuda, el riesgo país y la presión sobre el tipo de cambio.
También se registran avances en energía: la Argentina alcanzó el superávit energético más alto de los últimos 35 años y la mayor producción de hidrocarburos en dos décadas. A esto se suma el impulso del Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI): 9 proyectos ya aprobados por u$s15.729 millones y otros 13 en evaluación por u$s19.834 millones, que representan más de 18.000 empleos directos.
En definitiva, el país volvió a tener un rumbo claro y previsible. Y ese ordenamiento es la base sobre la cual se construye cualquier etapa de expansión. Sin embargo, el crecimiento no es automático. Todavía falta. Y para eso estamos trabajando.
El primer paso: el país necesita aprobar un Presupuesto que consolide el orden fiscal, con el gasto público más bajo en tres décadas y, al mismo tiempo, mayores recursos reales para educación, salud y seguridad.
Segundo. Modernización laboral para generar empleo formal y dar previsibilidad a las empresas. Es indispensable modernizar el régimen laboral, reducir la litigiosidad y dejar atrás 15 años sin generar un solo puesto de trabajo formal.
Por otro lado, Argentina necesita avanzar hacia un sistema impositivo más simple, que permita bajar impuestos y devuelva autonomía real a las provincias. Este gobierno ya bajó 19 impuestos, a diferencia del anterior que entre creación y aumento generó 33. Falta, pero este es el camino.
Y vamos también por un Código Penal con penas adecuadas para los delitos frecuentes, imprescriptibilidad de los delitos graves y una política firme frente a la corrupción.
La Argentina tiene por delante una oportunidad concreta. Para que el crecimiento sea sostenido, es imprescindible consolidar las bases ya construidas y avanzar en las reformas pendientes. Ese es el desafío y también mi compromiso: trabajar en equipo para aprobar las reformas que eligieron los argentinos y que me encomendó el presidente Milei.




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