28 de mayo 2020 - 00:00

La emotiva historia de cómo juega al tenis el único profesional diabético del mundo

A los 16 años, Aragone estuvo en coma y por el episodio le diagnosticaron diabetes. "Es uan enfermedad dura, pero se puede hacer lo que uno quiera. Sólo hay que saber manejarlo", contó el nacido en Mar del Plata y radicado en EEUU.

Aragone tiene un pequeño dispositivo en el cuerpo que controla sus niveles de azúcar y lo puede observar mientras juega al tenis.

Aragone tiene un pequeño dispositivo en el cuerpo que controla sus niveles de azúcar y lo puede observar mientras juega al tenis.

IG @jcaragone

Juan Cruz Aragone es un caso único en el tenis mundial. Es uno de los 422 millones de personas que tienen diabetes, según cifras de 2016 de la Organización Mundial de la Salud. Es una enfermedad peligrosa, por la cual mueren, directa o indirectamente, casi 5 millones de individuos. Pero aún así, entre controles y agujas, pueden seguir teniendo una vida plena, incluyendo un deporte profesional.

Aragone nació en Mar del Plata en 1995, y ocho años después, su familia emigró a EEUU por la crisis en Argentina. A los 16 años, poco antes de ingresar a la universidad, un medicamento le desató una reacción alérgica que lo dejó en coma dos semanas, con fallas en hígado y riñón. Estuvo internado casi cuatro meses. “Ese episodio me generó tanto stress al cuerpo que me derivó en una diabetes”, cuenta a Ámbito desde Washington DC, donde pasó la cuarentena con su mujer y sus suegros.

Allá es conocido como “JC”, “Yeici” de acuerdo a la fonética del inglés. En el mundo del tenis su historia recorrió cada rincón por ser el único jugador diabético. Aunque las recomendaciones y el sentido común indicaban otra cosa, el actual 276° del ranking no detuvo su ambición.

JC Aragone on Twitter

Por tener diabetes tipo 1, Aragone es insulinodependiente, lo que termina arrastrando algunos problemas dentro de los courts. “Si tengo el azúcar muy alta, el cuerpo trata de sacarla. Por eso a veces los diabéticos van mucho al baño. Yo puedo estar compitiendo a este nivel sin líquido en el cuerpo, se van deshidratando los músculos para sacarme el azúcar, me puedo acalambrar, tener problemas de circulación. Es muy peligroso porque encima uno empuja el cuerpo a lo máximo posible”, detalla.

La clave para seguir adelante está en la tecnología, la cual “avanzó mucho en los últimos años. No lo hace más fácil sino que me da más tranquilidad, puedo dormir tranquilo de noche”. “JC” está monitoreado las 24 horas con un pequeño dispositivo que controla su salud, incluso durante los partidos.

“Antes tenía mucho stress. Una vez fui a Uzbekistán sólo, y si me pasaba algo a la noche, ¿qué hacía? Se terminaba ahí”, recuerda. Ante estas circunstancias, el marplatense aprendió a ser precavido y siempre tiene insulina y otros insumos para varias semanas.

Aragone entendió que el nivel de azúcar es imposible de controlar porque cualquier factor puede alterarlo. Un viaje, los nervios, el cansancio y hasta el clima pueden afectar. A partir de ello, estructuró todo para poder seguir jugando al tenis. “Se puede hacer, no es que si tenés diabetes no podés hacer un deporte. Yo estoy totalmente para decir que sí, que se puede hacer lo que uno quiera, pero hay que aprender a manejarlo”, argumenta, dejando un claro mensaje.

jc aragone cleveland.mp4

“Cuando juego la diabetes está ahí. Mi rival de lo único que se preocupa es de cómo ganarme, yo me tengo que preocupar de mil cosas, cómo está el azúcar, darme insulina, tomar azúcar, y además cómo le gano al de enfrente. Te agrega un nivel extra de stress”, explica sobre cómo es convivir con la enfermedad en la cancha.

La pregunta del millón es qué ocurre cuando necesita aplicarse insulina durante un partido. La hormona está aprobada por la ATP y los encargados de regir el tenis, pero para Aragone surgieron algunos inconvenientes más allá de que no será acusado de doping.

Cuando planteó su necesidad, las autoridades entendieron parcialmente su caso, ya que no le permitieron que se medique en un court. “Me responden que no porque es una inyección en la cancha y si las personas lo ven en la tele, pueden pensar que es algo ilegal; entonces me aprueban darme insulina pero tengo que pedir un médico en un descanso, me llevan al baño, y después vuelvo”, detalla.

Y amplia: “Eso sólo lo puedo hacer una vez por set. No tiene sentido. A veces me aplico insulina dos o tres veces por set. Yo tardo diez segundos en inyectarme, y hacer todo este drama es perder tiempo. Al final, por tratar de ayudarme, siento que damos diez pasos para atrás, paro el partido, me termino sintiendo mal por eso”.

Yo estoy totalmente para decir que se puede tener diabetes y hacer un deporte. Sólo hay que aprender a manejarlo" (JC Aragone)

Aragone aclara que no tiene intención de agredir a la ATP. Por el contrario, está convencido que la entidad busca ayudarlo, “pero a veces hacen las cosas muy difíciles, quizás porque no entienden cómo ajustar las reglas para mí”. “Si un televidente me ve, los relatores saben mi historia, y sería más productivo mostrar al mundo que se puede jugar. Si fuera la ATP, yo mostraría que se puede hacer los que se quisiera con diabetes o cualquier enfermedad”, opina.

Por su diagnosis, “JC” trabaja y colabora con diferentes compañías relacionadas a la enfermedad. Con el tiempo, su caso se transformó en un ejemplo y comenzó a dar charlas motivacionales. “Soy un tipo muy positivo, creía algunas cosas de la diabetes, que la podía manejar, pero hay muchas personas que les cuesta mucho, tienen miedo de jugar al tenis. Esas cosas no las pensaba y trato de ayudar. Lo mío fue diferente, me agarró diabetes después de casi morirme, entonces es lo mínimo que me preocupaba”, expresa con suma tranquilidad.

El coronavirus frenó toda actividad y también lo puso en alerta. A punto de jugar en el M1000 de Indian Wells, cancelado en marzo, volvió a Miami para entrenar algunos días y luego viajó con su mujer al DC para hacer la cuarentena. “No imaginamos que iba a ser tan largo. Manejamos 16 horas para no tomar un avión, no me sentía seguro. Desinfectamos bien el auto que alquilamos, la gente creía que estábamos locos”, evoca entre risas.

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Desde entonces sólo entrenó en casa de sus suegros, y hace dos semanas, un vecino le prestó su cancha de tenis. “Además me compraron una máquina lanzapelotas, unos cracks”, dice el pupilo de Franco Davin, a quien verá en las próximas horas cuando llegue a Miami.

La crisis por la pandemia no lo agarró desprevenido: “Soy un tipo preparado y siempre tengo insulina para tres o cuatro meses. No me hubiera sentido bien yendo a un centro de salud a buscarla. Muchos diabéticos tuvieron problemas”. No es de sorprender, entonces, que haya tomado todos los recaudos posibles, “siguiendo todas las indicaciones”.

La confirmación de la diabetes estuvo ligada a un hecho particular. Poco tiempo después viajó a la Argentina a disputar algunos torneos, en lo que representó su última ocasión en el país. “La verdad que extraño, pero necesito ir con tiempo, tengo mucha familia”, puntualiza. Ya llegará el momento de regresar a sus orígenes, de la misma forma que podrá volver a competir en el tenis. Siempre con los cuidados que necesita, porque no piensa en que una enfermedad pueda frenarlo.

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