21 de agosto 2002 - 00:00

Riquelme, ante gran negocio

Existen situaciones impensadas, que uno las hace de pronto espontáneamente y pueden terminar -como en este caso-abriendo las puertas a un negocio millonario. No es una simple frase: Juan Román Riquelme sacó a relucir la recordada mascota del Topo Gigio cuando en un clásico con River. Fue luego de convertir el segundo gol después de un penal que le atajó Costanzo. Ganó Boca por 3 a 0 en el recordado partido válido de la Copa Libertadores de 2000. Riquelme encaró a las plateas donde se encontraba Mauricio Macri y llevó sus manos en forma de pantalla sobre sus orejas, en gesto elocuente de disconformidad con la actitud del presidente de Boca, por su falta de resolución en cuanto a su transferencia o una profunda diferencia en el pago de una posible extensión de su contrato.

Riquelme seguramente no sabía en ese momento que estaba poniendo nuevamente en vigencia a uno de los personajes más trascendentes que se crearon en Italia,
tras la versión creada por María Perego en el año 1958 y que se popularizó años mas tarde en la Argentina con la voz de Juan Carlos Mareco. Mucho menos, que estaba a sólo un paso de un negocio impredecible que podía llevarlo a ganar más dinero que lo cosechado en su propia transferencia.

Aquella «mímica» -que fue tapa de todos los diarios argentinos y recorrió las páginas deportivas de los del mundo-quedó como una simple anécdota. Nadie pensaba que podía tomar repen-tina vigencia luego del partido que Barcelona disputó ante el Legia Varsovia por la Liga de Campeones de Europa. En ese encuentro, Riquelme entró en el segundo tiempo y convirtió el segundo de los tres goles (con un impecable re-mate desde fuera del área) que le dieron el triunfo al equipo catalán.

En un primer momento no se entendió bien cuáles habían sido las razones que llevaban al jugador a festejar el gol a la «vieja usanza». Tampoco se supo el nombre del agudo observador de situaciones que se encontraba oculto en el estadio, como ocurrió en este caso y sin dejar detalle de lado. Tanto que tras ese festejo -donde imitó el gesto de la Bombonera-levantó la parte inferior de su casaca y mostró otra que decía: «Te quiero mucho, Flopy», dando el detalle que le faltaba al observador tribunero para redondear la idea.

Lo cierto fue que el hecho provocó dos situaciones simultaneas: en lo deportivo, acrecentó la polémica en cuanto a si Riquelme debía ser titular en lugar de Luis Henrique; y en lo económico, que en toda Cataluña el Topo Gigio resurgió sobre sus cenizas y provocó una inesperada fiebre popular que llevó a la afición a imitar el gesto en la conversión de cada gol del argentino. Algo de lo que dio cuenta la totalidad de los diarios catalanes en los últimos días.

Lo cierto es que ya varias compañías piensan seriamente en comercializar un muñeco (sino igual por lo menos similar) con el nombre de Flopy, para luego llevarlo a las páginas de historietas y posteriormente a las pantallas de cine y televisión. Si hoy existe alguna duda, es precisamente que el «nuevo personaje» queda ahora directamente ligado al futuro futbolístico de Riquelme. Si el jugador (como promete y se espera) triunfa, su éxito caminará junto al de Flopy. Si no lo hace, el nuevo muñeco irá muriendo con su fútbol. En verdad, una situación que en Barcelona no pasa -hoy en día-por la cabeza de nadie.

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