12 de noviembre 2001 - 00:00

Un inolvidable homenaje

Emoción de Maradona en homenaje
Emoción de Maradona en homenaje
Maradona tuvo lo que se merecía. Finalmente, llegó el homenaje y el partido de despedida, si es que decide retirarse. En realidad, fue el tributo de los hinchas de Boca (aunque en esta circunstancia representaran al fútbol argentino) al más grande jugador de todos los tiempos, en show deportivo que hizo que todos -hasta los simpatizantes de otros equipos-dejaran derramar alguna lágrima de emoción.

El Diego conocido y reconocido por sus virtudes futbolísticas en todo el mundo puso todo lo que podía y tenía de sus grandes cualidades. Soportó estoicamente las sensaciones que le propuso un espectáculo dantesco que bajaba de las tribunas, se contagiaba en los jugadores de la selección, se confundía con el valioso aporte de las grandes figuras de otras latitudes y se metía en su corazón. Era comprensible que pudiera soportar las lágrimas que le bajaban como una cascada ininterrumpida sobre sus mejillas.

Fue la fiesta de Boca porque de esas tribunas llenas y eufóricas fue pasando reiteradamente una serie de avisos: silbidos a la hora de mencionar a los jugadores que alguna vez militaron en River, la ovación a Verón (como si le perdonaran la vida por haber jugado en Estudiantes), la rechifla a Bielsa -sin dudas-por no haber convocado a Riquelme a la selección, los cantos dedicados a Pelé, para que le quede claro que en esa cancha (y en el mundo) había un solo N° 1 o N° 10 como quiera llamársele que se llama (o llamó) Diego Armando Maradona.

Si los que vieron el espectáculo por televisión dicen que fue emotivo, haber participado de él desde las tribunas por lo menos habrá que decir que tuvo un doble efecto. Para esa gente, el esfuerzo valió la pena, pagaron entradas a un precio fuera de lo común, soportaron con paciencia la permanente amenaza de lluvia (aunque luego un fuerte viento dejara el cielo limpio como para asociarse al acontecimiento) y dieron rienda suelta a su gratitud permanente a este jugador que hizo que el nombre de Argentina se asociara a su apellido en todas las latitudes, como le consta a cualquier coterráneo que haya tenido posibilidades de pisar otro suelo.

Esa tarde de sábado imborrable, además, les regaló a los argentinos la vigencia del fútbol de Stoichkov, Suker, Cantoná, Ferrara, Francescoli, Valderrama, Matthaeus, Higuita, Careca y Solano, por citar a los más veteranos.

Las propias palabras de Maradona fueron testimonio de gratitud. Primero señalando la sorpresa que vivió con la presencia de tanto público y tanto afecto, luego haciendo -y respondiendo-al club de sus amores, a este Boca que sintetizó afectos y lo tuvo como hijo predilecto. Es difícil explicar los sentimientos; en realidad -en estos casos-, las imágenes suelen ser más efectivas que las palabras.
Lo importante e imborrable es que Maradona tuvo su fiesta, la que los argentinos le debían desde hace unos cuantos años.

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