27 de agosto 2002 - 00:00

Volar alto no cuesta mucho

Argentina echa a volar una ilusión. Y esta vez no es una frase. Uno sabe que en materia de resultados en todo acontecimiento mundial puede pasar cualquier cosa, pero la Selección Argentina de básquet lleva esta vez a Indianápolis pergaminos suficientes como para sostener y demostrar que no en vano en algunos países (como España, por ejemplo) la erigen como una de las candidatas.

Sería tal vez irreverente pensar en el título, si se tiene en cuenta que Estados Unidos, si bien no lleva un "Dream Team" como en campeonatos mundiales anteriores, está conformado por la totalidad de jugadores que militan en la NBA.

Tampoco se podrá descartar la potente Yugoslavia, que levantó el trofeo varias veces (entre ellas el último campeonato de Grecia) y tampoco equipos de gran jerarquía como Rusia (el rival a vencer en la serie clasificatoria), Alemania, España, Brasil, Venezuela, Nueva Zelanda y Turquía, por nombrar algunos.

Sin embargo, los que peinan canas saben -y los resultados lo confirman- que desde el legendario equipo campeón del '50, que marcó una de las historias más notables del deporte nacional, ningún equipo llegó precedido de tanto entusiasmo popular, como este que le ha tocado dirigir a Rubén Magnano, quién -a su vez- le da un toque distintivo de su personalidad, cambiando el juego, dándole solidez al equipo, aprovechando individualidades de acuerdo a las características del rival.

Las causas son simples: este plantel no sólo no tiene puntos débiles, sino que está conformado por jugadores de altísima jerarquía internacional. Jugadores que integran o fueron parte de- los mejores equipos de Europa y que se podría decir que una semana tras otra tienen que someterse a enfrentamiento de un nivel que escapa al común de otros continentes.

A este punto importante habrá que sumarle que llegan a esta instancia luego de un trabajo que demandó seis trabajosos años(desde aquel Sub-22 de Australia '97) que terminó por amalgamar un grupo compacto en el juego, de amistad en la vida cotidiana, y una promesa de fidelidad con "su" selección. Equipo que llega a este Mundial de Indianápolis lleno de condimentos distintivos. Una edad que oscila entre los 20 y 26 años y una experiencia para esa etapa de vida que pocos jugadores pueden sustentar.

El repaso por las estadísticas señala que de los ocho "magníficos" (como les llama la gente del básquetbol), Pepe Sánchez, Lucas Victoriano, Fabricio Oberto, Emanuel Ginóbilli, Leo Gutiérrez, Luis Scola, Leandro Palladino y Gabriel Fernández, cinco de ellos jugaron el Sudamericano y Panamericano juvenil del '94, seis el Mundial juvenil del '95, los ocho en el Panamericano y Mundial Sub-22 del '96 y '97, sumando partidos de relevancia.

A Ellos se le unieron luego Montecchia, Sconochini, Nocioni y Wolkowiski, que llegaron a su nivel más alto precisamente en el Premundial de Neuquén del año pasado. Un equipo que sin dudas- estaba un escalón por encima de los vistos a partir del aquel recordado equipo del '50. Por eso (más allá de las especulaciones previas) es lógico suponer que este equipo como mínimo- está capacitado para darle respuesta a las exigencias de la afición e insuflarle una cuota de optimismo.

Cierto es que no debe ser desmesurado, aunque el objetivo es alcanzar un modesto sexto lugar...para luego pensar que se puede escalar hasta un lugar en el podio, algo que no se consigue desde aquel título Mundial del '50. En verdad, es lo que cabe esperar y no es descabellado suponerlo.

Dejá tu comentario

Te puede interesar