El argentino Ariel Guarco preside desde hace poco más de cuatro años la Alianza Cooperativa Internacional, una de las organizaciones más importantes del mundo. Allí representa a más de 1.200 millones de personas en casi 100 países. En diálogo con Ámbito, analizó la situación del sector respecto a la pandemia, los cambios que demanda el futuro y la oportunidad que se les presenta como referentes de un modelo que propone una cadena de producción, distribución y consumo bajo lógicas sustentables, justas y limpias. “Cada vez más jóvenes en el mundo encuentran en el cooperativismo la forma de vivir que quieren”, dijo.
Ariel Guarco: "La resiliencia del modelo cooperativo ha sido determinante para dar respuesta a la pandemia"
De amplia trayectoria en el cooperativismo, el dirigente que conduce una organización con más de 1.200 millones de miembros encabezó el 33 Congreso Cooperativo Mundial realizado en Corea del Sur. En diálogo con Ámbito analizó la situación respecto a la pandemia, los cambios que demanda el futuro y la oportunidad que se les presenta. "Cada vez más jóvenes en el mundo encuentran en el cooperativismo la forma de vivir que quieren”, dijo.
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Oriundo de Coronel Pringles, donde preside la Cooperativa Eléctrica local, Guarco es uno de los máximos referentes del sector a nivel nacional, motivo por el cual ha sido electo titular de la Confederación Cooperativa de la República Argentina y de la Federación de Cooperativas de Electricidad y Servicios Públicos de la Provincia de Buenos Aires.
De amplia trayectoria en el cooperativismo, el dirigente alcanzó la presidencia de ACI en 2017 luego de cosechar un apoyo mayoritario a partir de 671 votos afirmativos sobre 691 posibles. Esto lo convirtió en el en el segundo presidente más joven y en el segundo latinoamericano en ocupar el cargo.
Desde entonces, el Médico Veterinario de profesión con un Máster en Economía Agraria y un posgrado en Economía Social, tuvo bajo su tarea coordinar las respuestas a las principales demandas de uno de los sectores más pujantes de la economía global.
Recientemente, encabezó el 33 Congreso Cooperativo Mundial realizado en Corea del Sur, donde más de mil personas dijeron presente de forma presencial y además contó con la participación de un buen número de actores relevantes del sector que acudieron a la cita desde distintos rincones del planeta de forma virtual.
Convocado por Ámbito para hablar sobre la actualidad del sector, Guarco remarcó que actualmente el cooperativismo enfrenta “el desafío de generar entornos en cada una de las comunidades que sean armoniosos, que a través de mayores niveles de equidad, inclusión e igualdad alejen los conflictos y vayan disminuyendo esta locura que vemos de nacionalismos extremos, con exclusión, con migración”.
Periodista: ¿Cuál es el balance que hace del 33 Congreso Cooperativo Mundial, luego de un tiempo en pandemia durante el cual el sector a nivel internacional no pudo darse la oportunidad de juntarse para evaluar la situación?
Ariel Guarco: El Congreso estaba pensado para ser organizado en diciembre de 2020 porque se cumplían dos fechas importantes para el cooperativismo a nivel global: 135 años de la creación de la Alianza Cooperativa Internacional y 25 años de la declaración de la identidad cooperativa, que involucra nuestra definición, valores y principios. Por la pandemia no pudo hacerse y tuvo que postergarse dos veces, hasta que finalmente lo hicimos. Realmente elegimos la semana apropiada porque ahora Corea impuso restricciones y hubiera sido realmente difícil hacerlo. El lema de nuestro Congreso, de profundicemos nuestra identidad cooperativa, fue el motor que movilizó a muchísimas personas de todo el mundo. Hubo más de mil participantes en forma presencial de unos 85 países, pese a las dificultades, y otros tantos en línea. Justamente esa identidad cooperativa que nos identifica a escala global, y que ha sido reconocida por distintas organizaciones de Naciones Unidas, es lo que ha sido una plusvalía a la hora de organizar empresas de la economía social y solidaria, que enfrentan desafíos que son globales pero que para nosotros tienen respuestas locales.
P.: ¿Cuál fue la respuesta de los distintos participantes?
A.G.: Yo vi un compromiso muy importante de cada uno de los participantes. Nos acompañaron representantes de organizaciones internacionales como Naciones Unidas, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), la Organización Internacional del Trabajo, organizaciones de fairtrade y de economía social y solidarias, y hubo un gran compromiso para realizar aportes que permitan profundizar nuestra identidad y ver como se inicia un proceso de reevaluación y readaptación de esa identidad para afrontar los desafíos que el mundo tiene y que el cooperativismo desde su lugar está haciendo lo posible para colaborar. El balance es muy positivo pese a que fue realizado en un contexto extremadamente complicado.
P.: ¿Qué desafíos ve como prioritarios para los años que vienen?
A.G.: Creo que pueden definirse en tres puntas. Por un lado, el futuro del trabajo y el trabajo del futuro. Estoy convencido, y lo he hablado con el director general de la Organización Internacional del Trabajo, Guy Ryder, que el trabajo que se va a demandar en los próximos años no tiene nada que ver con el que hoy estamos viviendo y que ese trabajo va a demandar trabajadores que hoy no tienen las habilidades para enfrentarlo. Ahí vamos a tener que hacer un gran esfuerzo. A nosotros nos ven como verdaderas incubadoras de las nuevas formas de trabajo que el mundo requerirá en el futuro, asique tenemos un gran aporte que hacer. Por otro lado está el tema de las formas en que producimos y consumimos. Estamos trabajando muy estrechamente con la FAO y las organizaciones de fairtrade en generar cadenas de producción, distribución y consumo éticas, que desarrollen bienes que cuiden al planeta, saludables y que brinden a quien consumen la posibilidad de adquirirlos a un precio justo…y a quien produce recibir un justo pago por ello. Por último, enfrentamos como desafío generar entornos en cada una de las comunidades que sean armoniosos, que a través de mayores niveles de equidad, inclusión e igualdad alejen los conflictos y vayan disminuyendo esta locura que vemos de nacionalismos extremos, con exclusión, con migración. Desde el cooperativismo podemos hacer un gran aporte, por supuesto atendiendo el trabajo de ONU de ser parte de la gran alianza que en forma colectiva enfrente estos desafíos.
P.: ¿La pandemia aceleró la necesidad de aplicar esos cambios?
A.G.: Sí. Creo que la pandemia nos puso contra una pared. Nos mostró lo que va a pasar si no cambiamos. Ha demostrado claramente el impacto que puede producirse en un mundo que es cada vez más vulnerable si no cambiamos las pautas de producción y consumo. Y si no nos comprometemos con acciones colectivas que pongan todo nuestro esfuerzo en cuidar esta casa común que tenemos. La pandemia ha quedado claramente demostrada que ha sido el efecto de la mala conducta o accionar en las formas de producir y consumir.
P.: Hace un año usted habló en un mensaje respecto a la cultura del descarte, la fragilidad del mundo y la necesidad de cambiar de rumbo...y se preguntaba: “¿Hasta dónde seremos capaces de torcer nuestro rumbo como civilización?”. Hoy, tiempo después, ¿Siente que eso está ocurriendo o aún no?
A.G.: Creo que se ha avanzado muchísimo. Esto fue un llamado de atención severo. Si no cambiamos, estas crisis van a ser más recurrente y cada vez más graves. Creo que hay una conciencia colectiva mayor, pero menor que lo que hubiera esperado al comienzo de la pandemia.
P.: ¿Imaginaba un quiebre aún mayor?
A.G.: Sí. Totalmente. En particular yo esperaba un quiebre mayor. Uno entiende que los procesos de cambio son lentos, y a nivel global más lento aún, pero en ese exceso de optimismo inicial al comienzo de la pandemia esperaba que hubiera pautas de comportamiento que se hubieran cambiado de forma más rápida y de manera más profunda. Igualmente es entendible que los procesos de cambio llevan más tiempo.
P.: Más allá de ser procesos lentos, la demanda por un cambio de rumbo es creciente. ¿El cooperativismo tiene terreno fértil para crecer aún más ante el reclamo de las nuevas generaciones de prácticas de consumo más sustentables, justas, equitativas y que cuiden el planeta?
A.G.: Estoy absolutamente convencido que sí. Cada vez vemos más jóvenes en el mundo que eligen la forma cooperativa para desarrollar su negocio. No estamos hablando de economía marginal. A veces se asocia economía marginal y cooperativismo pero no es así. Aquí estamos hablando de empresas sólidas. Hoy las 300 cooperativas más grandes generan el facturado de la sexta economía del mundo en su conjunto. Partiendo de esa base, cada vez notamos más jóvenes que eligen esta base para desarrollarse personal y profesionalmente. Y cada vez más jóvenes en el mundo encuentran en el cooperativismo las respuestas a la forma de vivir que quieren. Eso quedó planteado en el Congreso. Si no encontramos la forma de ofrecer todo lo producido de bienes y servicios del cooperativismo a través de plataformas que lo hagan accesible a todo el mundo, seguirá estando la intención de comprar cooperativo porque sabemos que se produce con conciencia, cuidando el planeta y el trabajo, tendremos toda esa convicción pero finalmente el producto lo compraremos en Amazon. Lo que nos planteamos es cómo vamos hacia plataformas globales que nos permitan ser una opción real frente a esa aldea global en la que estamos viviendo
P.: ¿Están trabajando en algún tipo de plataforma que aglutine a los cooperativistas a nivel global?
A.G.: Estamos en procesos primarios, pero sí. Realmente creemos que el desarrollo lo tenemos que hacer nosotros. Hay en distintos lugares del mundo plataformas similares a Uber y Cabify que son cooperativas, de alcance nacional, en EEUU. Hay plataformas de compras también. Son ensayos. Tenemos que ir hacia una plataforma global que nos permita un nivel de interconexión para que cualquier ciudadano del mundo pueda elegir la opción cooperativa sin demasiado esfuerzo.
P.: Siendo que el cooperativismo es un sector en el cual el vínculo y la relación entre los miembros es muy importante ¿Cuánto impactó la pandemia en el sector?
A.G.: Es cierto que somos asociaciones de personas y como tales necesitamos mayor vínculo para crear mecanismos de confianza que nos permitan construir empresas que den respuestas a nuestras necesidades. Pero creo que el impacto fue similar al de otro tipo de organizaciones. Al principio hubo un parate muy notorio y un desconcierto generalizado, y luego rápidamente hubo que encontrar mecanismos para dar respuesta a las necesidades de nuestros miembros. Creo que la cercanía que tenemos con las comunidades hizo que fuéramos encontrando los mecanismos más adecuados para salir del letargo inicial, que en nuestro caso duro poco. Luego vino la etapa que nos tuvimos que acostumbrar a que la comunicación iba a ser diferente pero que necesariamente teníamos que estar aislados pero no incomunicados. El proceso de cambio fue muy rápido.
P.: ¿Jugó un papel clave la capacidad de resiliencia del sector?
A.G.: Sí. Eso fue esencial. El cooperativismo ha mostrado esa resiliencia que es propia de una toma de decisiones que se hace por etapas. El modelo responde a empresas que son gestionadas de manera democrática donde el capital es la persona, en el cual cada miembro tiene un voto independientemente del aporte económico que realiza. Estoy convencido de eso. Creo que ha sido determinante la resiliencia para enfrentar la pandemia, pero no lo digo solamente yo. Lo ha dicho en su informe ante la ONU, el secretario general Antonio Guterrez. La resiliencia del modelo cooperativo ha sido determinante para dar respuesta a la pandemia y es la que mejor ha estado preparada como modelo para dar cumplimiento a los objetivos de desarrollo sostenible. Creo que hay una gran coincidencia en que esa resiliencia ha quedado muy clara durante esta pandemia y que es lo que le permite ser una opción ante tanta complejidad que ha presentado el Covid-19.
P.: ¿Cuánto impactó la pandemia a nivel laboral en término de cantidad de miembros?
A.G.: Acabamos de sacar un informe del World Cooperative Monitor que hacemos con el Instituto Europeo de Investigación en Empresas Sociales y Cooperativas (Euricse) donde marcamos algunos datos de las 300 cooperativas y mutuales más grandes del mundo. Seguimos sosteniendo que estamos arriba de las 1200 millones de miembros en unas 3 millones de cooperativas. Eso nos convierte en la mayor red global de empresas con características de arraigo en el territorio. No existe otro grupo empresario que se rija por estándares comparativos. Eso, en este contexto, no solo se ha mantenido sino que ha crecido. Si uno va a los principales grupos, como por ejemplo el Grupo Mondragón, que es básicamente de trabajo, nos ha demostrado que no solo no se ha perdido trabajo sino que cuando algunas empresas del grupo han tenido dificultades para mantener a sus asociados-trabajadores se han reubicado en otras de las empresas que tenían mejores posibilidades. Las empresas más básicas, que abastecían productos primarios, tenían más necesidad de trabajadores mientras que las destinadas a satisfacer necesidades de ocio o recreación, que tuvieron menor demanda, tenían trabajadores que excedían a la posibilidad de trabajo, se reubicaban en otras empresas. Eso ha sucedido en todo el mundo y nosotros seguimos sosteniendo que aproximadamente unos 300 millones de trabajadores directos es lo que genera el movimiento cooperativo a escala global.
P.: A nivel personal, le tocó manejar una organización internacional en un momento duro, ¿Cómo fue?
A.G.: En lo personal fue muy duro. Soy un dirigente que se ha formado en el territorio. Cada una de las instancias en las que he tenido que participar, la característica sobresaliente es que siempre mi militancia fue construida en los territorios. En Argentina y en el sector eléctrico del que provengo ha sucedido así. Cuando uno se mueve al mundo, el territorio es el mundo. Los dos primeros años me dediqué a recorrer más de 50 países y más de la mitad de los miembros de la ACI. Con la pandemia hubo que parar completamente. Volver a entrar en contacto con miembros que estaban enfrentando una situación local complicada al principio fue difícil. Por otro lado, tener que conducir una organización de estructura y finalmente un tercer eslabón es tener que interrelacionarnos con las organizaciones que forman parte del universo de cooperación internacional, como ONU, los gobiernos, las organizaciones de otro tipo, todo eso hacerlo en un contexto de no viajes fue complejo, pero superado los primeros meses le encontramos la vuelta y funcionó.
P.: A nivel global pareciera que el cooperativismo no cuenta con el apoyo suficiente de los organismos internacionales y de los Estados para profundizar el modelo y generar un cambio en las prácticas de producción, ¿Coincidís?
A.G.: No sé si conviene generalizar. Te pongo ejemplos. La OIT, por ejemplo, cumplió 100 años en 2019. De los casi 102 años que tiene ahora, durante 101 ha habido una oficina de cooperativismo en la OIT. Con Guy Ryder yo tengo diálogo permanente. Estamos trabajando en la próxima asamblea que van a convocar para el año que viene, donde el lema es el trabajo centrado en las personas. Han hecho una declaración en 2002, donde instan a los gobiernos de todos los países a favorecer los marcos jurídicos y tributarios para que el cooperativismo pueda desarrollarse más y mejor. Guterres (ONU) ha hecho un informe importante sobre la economía social y solidaria poniendo en valor a las cooperativas como una forma de cumplir los objetivos de desarrollo sostenibles. En FAO estamos trabajo para formas sustentable de producción y consumo, para favorecer a quienes producen y consumen. A esos niveles hay un gran compromiso, una gran presencia y dedicación, que quizá no se traduce luego, tanto como quisiéramos, a los gobiernos de cada uno de los países y menos aún a la población general. Pero creo que estamos transitando un camino de mayor visibilidad que en años anteriores.
P.: ¿Por qué existe esa barrera?
A.G.: Porque los Estados están gobernados por administraciones que obedecen a distintas orientaciones políticas y hay veces que los gobiernos son más afines y otras veces que no. En mi experiencia personal, he tenido reuniones con muchos líderes, presidentes, primeros ministros. El nivel de receptividad en los últimos cuatro o cinco años es mucho mayor que lo que sucedía antes. Obviamente, uno encuentra algunos gobiernos o dirigentes que no se sienten en línea con lo que proponemos y ahí es más difícil trabajar, pero nunca hemos encontrado un “no” rotundo a lo que proponemos.
P.: Respecto al cooperativismo en Argentina, ¿Consideras que este año logrará recuperar la caída que lógicamente hubo en el sector por la pandemia y por la crisis económica?
A.G.: Desde mi lugar de presidente de la ACI no incidimos en las economías de cada uno de los países. Sí dialogamos con los gobiernos de los distintos países. Respecto de Argentina, cumplo un rol como director dentro del INAES, en representación del cooperativismo. Casi 18 millones de cooperativistas y 27 millones si sumamos al mutualismo, dando respuestas reales. Igualmente uno no puede pretender que desde este sector de la economía se hagan los aportes suficientes para dar vuelta la caída de producción y consumo ocurrida durante la pandemia. Pero sí se han hecho esfuerzos muy grandes para que la caída no sea mayor y sí estoy absolutamente convencido que seremos actores esenciales para la recuperación. El propio presidente (Alberto) Fernández lo dijo ni bien asumió y lo ha reiterado en numerosas oportunidades. Ha dado valor al cooperativismo. Creo que hay señales más que claras de que se considera que el cooperativismo básicamente, pero toda la economía social y solidaria del país, tiene aportes importante para hacer y que hay que darle los instrumentos necesarios para que eso suceda.
P.: ¿Cuánto afecta la deuda que acumula el país con el Fondo Monetario Internacional y con los privados a la posibilidad de multiplicar esos instrumentos?
A.G.: Toda política de desarrollo está basada en el crédito y los problemas que señalas reducen esa capacidad. En empresas que necesitan del préstamo para aumentar sus niveles de producción y de participación en el mercado esto se torna un problema importante. Por eso desde el INAES hemos acompañado el trabajo de su presidente, Alexandre Roig, en herramientas que se salgan de la lógica de Basilea, es decir, gestionadas por el propio movimiento, con participación de terceros aportantes, pero que básicamente puedan atender las necesidades de crédito o microcréditos a esa enorme cantidad de pymes que forman parte del sector para que puedan encarar un proceso de recuperación y de crecimiento que este a la altura que va a exigir el momento. Si de algo estoy convencido es que la salida de la pandemia nos va a exigir mucho pero también nos va a dar muchas oportunidades.
P.: Teniendo en cuenta que el sector permite una recirculación local del dinero, ¿Es una ventaja comparativa a nivel económico en un tiempo como el actual?
A.G.: Sí. Absolutamente. Cuando la economía está en manos de actores locales, el dinero recircula a nivel local. No se va. Eso lo podemos ver en ejemplos sencillos. Ahora estoy en Coronel Pringles donde vivo y donde soy el presidente de la cooperativa de servicios públicos. Hace 10 años decidimos poner una casa de electrodomésticos. Antes, el dinero que la gente gastaba en esos productos se iba del circuito local porque era atendido por empresas de afuera. Hoy ese volumen de dinero recircula, se queda en el pueblo. Y eso sucede con cada una de las empresas que gestionamos los cooperativistas y mutualistas. Le imprimimos un carácter social donde la economía se fortalece, donde no hay fuga de capitales, donde el ahorro de cada uno de los asociados vuelve a ellos mediante proyectos de desarrollo. Se establece toda una lógica local, económica y productiva que es virtuosa.
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