El Brasil de Lula es una fábrica de millonarios
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Luiz Inacio Lula da Silva
Hoy sus compañías (todas llevan una X en su nomenclatura, como la petrolera OMX, la minera MMX, la empresa en energía MPX, la transportadora LLX) son líderes en Brasil, pero además tiene inversiones mineras en Chile, Bolivia, Venezuela, Canadá, Asia y Africa. Sabe convertir en pingües negocios la exploración minera de cobre, mineral de hierro y bauxita. Quienes lo critican en el mundo empresarial alegan que el «oportunismo» de este magnate viene de los «tips» que le pasó su padre Eliezer, ex ministro de Minería de Brasil y dos veces presidente de Vale, la minera brasileña ranqueada como la segunda del mundo.
Odebrecht es conocida en la Argentina: construyó la hidroeléctrica Pichi Picún Leufú y es una de las licitantes en el proyecto de Tren Trasandino. Está considerada la 21ª entre las 225 mayores constructoras globales y, según la brasileña «Exame», facturó en 2007 por 18.644 millones de dólares. Su actual presidente del directorio, el ingeniero Marcel Bahía Odebrecht, pertenece a la segunda generación de la familia en el conglomerado y no aparece, como Eike Batista, en las revistas del jet set.
El bahiano Marcel Odebrecht estudió prolijamente en Salvador de Bahia y en Suiza, se desempeñó en varios puestos en la constructora y hoy preside, además de la petroquímica Braskem, ETH Bioenergia, la recién constituida empresa de azúcar y alcohol.
Queda, para el final, una mujer, considerada «la» heredera de Brasil. Es Lily Safra, la viuda de Edmond, el banquero de origen judío libanés muerto misteriosamente en Mónaco en 1999. Lily, criada en Brasil e hija de un empresario ferroviario inglés y una rusa, tiene 72 años, vive entre Montecarlo, Londres y Nueva York. Es una verdadera «socialite», que jamás falta a ninguna fiesta de la «high» o gala de beneficencia. Pero además, la viuda de Safra es una filántropa reconocida en la colectividad judía mundial.
La vida de Lily -al menos en lo matrimonial- ha sido bastante azarosa. A los 19 se casó con el argentino Mario Cohen, dueño de un emporio de medias y calcetines. En 1965, divorciada, fue por su segundo marido, Freddy Monteverde, un magnate brasileño con inversiones en la distribución eléctrica. Después de su suicidio, él le dejó una herencia de u$s 300 millones, una nimiedad comparada con los u$s 1.200 que encontró Lily en su cuenta bancaria después de la muerte de su cuarto marido, Edmond Safra, el fundador del banco homónimo, que hoy está considerado el N°10 de Brasil.
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