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Carlos Solchaga
Carlos Solchaga: La inflación y su consecuente amenaza, la conexión con el manejo de la demanda efectiva en el país y el tipo de cambio. Además, es necesario dar transparencia en los costos de producción de la energía, tanto para el consumo doméstico como industrial. Por último, hace falta consolidar la situación fiscal que permita mantener de manera indefinida un superávit. Si no se ponen en práctica, se van a dar cuellos de botella.
P.: ¿Puede darse en la Argentina un pacto como el de Moncloa?
C.S.: Estamos hablando de situaciones similares como, por ejemplo, cómo puede evolucionar la inflación, la preocupación sobre la estabilidad del sistema fiscal y también sobre la aproximación de los precios de los servicios públicos a los valores reales. Sin embargo, no sé si existe el ambiente político.
P.: Pero sí existe una creciente inflación...
C.S.: La inflación es un fenómeno muy complejo. En España la serie de pactos sociales continuados tuvieron como objetivo frenar el incremento de precios, que en ese momento era de 30%. En mi país lo que se hizo fue pedir a los trabajadores un esfuerzo de moderación salarial y ellos reclamaron de las empresas beneficios sociales. Así, la principal transacción fue la reducción de los pedidos salariales y, a cambio, una reforma fiscal con políticas sociales avanzadas, que constituyó la base del estado de bienestar español. Al mismo tiempo, se dio un ajuste de precios como el de la energía, entre otros. A veces, se mitificaron mucho esto pactos, aunque significaron un antes y un después. Por un lado, los sindicatos tomaron conciencia de que las negociaciones salariales no eran compatibles con el equilibrio macroeconómico. Además, se creó un área de consensos sobre política económica. Así, se dio una sociedad española más cohesionada y el país se volvió más sólido.
P.: ¿Es posible quebrar la espiral inflacionaria por el lado de los empresarios, con los controles de precios como se intenta acá?
C.S.: Podría ser, pero no suele funcionar. Se mantiene por unos meses, pero no de manera indefinida, por lo que se necesita que el acuerdo afecte al motor de seguimiento de los salarios; si no, es muy difícil. No es una cuestión de elección, sino que es la única manera de hacerlo. P.: Usted aconseja desarrollar el sector servicios y no tanto la industria y el agro, y hoy con el tipo de cambio alto se intenta hacer justamente lo contrario. ¿Qué opina?
C.S.: El intento de cerrar las fronteras para desarrollar la industria sustituyendo importacionesno le hace bien a ningún país. Es un llamamiento al fracaso en el mediano plazo. La sociedad del futuro es la de los servicios. Los últimos años fueron buenos para el campo y el agro, pero la riqueza del futuro de la Argentina no va a pasar por ahí. Se pueden desarrollar algunos sectores manufactureros, pero no todos. No hay que olvidar que en la historia de este país el deterioro de los términos del intercambio llevaron a crisis. Sería bueno que se asentara en otras áreas, como el turismo o la publicidad, por ejemplo. Acá existe una ventaja comparativa que es la mano de obra mejor formada de todo el continente.
P.: ¿Por qué se dirigen pocas inversiones a la Argentina?
C.S.: Se ve como un lugar no homologado respecto de las prácticas implementadas por otros países. La renegociación de la deuda era indispensable, pero la comunidad internacional todavía se está curando de esa herida, recobrando la confianza. El temor al riesgo que se dio de manera internacional le vino muy mal a la Argentina. La pregunta es: ¿por qué con el gran crecimiento y el descenso del desempleo no viene mayor inversión extranjera? Es necesario saber con seguridad que la política de tipo de cambio y las perspectivas van a ser estables. Además, quieren estar seguros de que los precios de sus productos van a estar determinados por decisiones del gobierno, si éstos son transparentes y no están sujetos a la arbitrariedad del momento. En la comunidad de negocios se preguntan si no es momento para dejar atrás los acuerdos de precios y actualizar las tarifas de servicios públicos, aunque los inversores esperaban que ya se lo hiciera en 2005. Hace falta seguridad jurídica.
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