Periodista: La inflación minorista en 6,8% es la más alta desde 1982. La mayorista de noviembre, 9,6%, la más elevada en toda su historia. ¿Qué hará la Fed ante el peso creciente de la evidencia? El problema ya no es que la inflación sea transitoria o no. Lo más grave es que sea arrasadora.
Diálogos de Wall Street
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Gordon Gekko: Le aclaro, la historia de la inflación al productor es corta, arranca en noviembre de 2010. Eso no quita, desde ya, que ambas lecturas confirmen un desborde notable. La inflación se desaceleró en el tercer trimestre con respecto al segundo pari passu con una economía que perdió bríos. El salto actual, en esta magnitud y sin un impulso directo de la política fiscal, no estaba en el radar de la Fed.
P.: Ellos están reunidos. ¿Qué debemos esperar?
G.G.: Lo dicho. Una aceleración de la poda en la compra de bonos con la idea de agotar la expansión de la hoja de balance a fin de marzo.
P.: ¿No habría que apurar la reducción concreta de la liquidez? No digo una suba de tasas de sobre pique, y sin aviso, pero manifestar con claridad una intención de jugar esa carta bien temprano el año próximo.
G.G.: Los halcones están conformes con la idea de tener las manos libres a partir de abril. Pero las decisiones son condicionales a los acontecimientos, y si hiciera falta responder antes, nos vamos a enterar. Pero no será de inmediato. Eso sí, en el mapa de puntos donde los miembros de la Fed anotan sus proyecciones sobre la ruta de fed funds, veremos una nube más densa y recargada en 2022.
P.: ¿Alcanza con emitir señales? ¿No se precisa entrar en acción ya?
G.G.: No se necesita una sobrerreacción. Sería contraproducente.
P.: Pero si la inflación se les va de las manos, habrá que hacerlo, guste o no.
G.G.: Una sobrerreacción sería la señal de que la Fed cree que la inflación se les escapó. Y la verdad es que no creen eso.
P.: Aun así, el proceso sigue en ascenso, echa raíces, y será más difícil removerlo si se le concede tiempo para diseminarse. No es sólo una inflación de commodities con precios flexibles, fácil de revertir. No es la experiencia de Lehman. Ahora, enfrentamos a otro animal.
G.G.: La inflación de bienes es 12%, según los precios minoristas. La de servicios corre al 4%. Y, concuerdo, me preocupa más la segunda que la primera. Amén de que cuando baje la demanda de bienes, excesiva y no sostenible, derramará una mayor demanda sobre los servicios que la pandemia perjudicó, y que todavía no regresaron al nivel de actividad que tenían antes de la infección.
P.: ¿Cómo tallan la oleada de delta, y la irrupción de ómicron?
G.G.: Nada bueno se puede obtener de un shock adverso de oferta adicional. Es llovido, sobre mojado.
P.: ¿Cómo puede ser que las tasas de largo plazo no se alarmen entonces? ¿Cómo explicar que la inflación sea 6,8% y las tasas largas -,43% a 10 años-, más bajas que en marzo cuando el problema de precios no existía?
G.G.: No se explica por lo que pasó sino por las expectativas de lo que va a pasar. Ya dijimos que son un ancla formidable. El propio Jay Powell ya no defiende la idea de una inflación transitoria en su discurso, los bonos ponen su dinero en esa convicción. Y no se retractan.
P.: ¿Tozudez? ¿Capricho?
G.G.: La Bolsa puede darse el lujo del optimismo. Si acierta, el potencial de ganancia no tiene límites. No es el caso de los bonos. Nadie se lleva más que el pago de los cupones y la devolución del capital original. Pero si uno se equivoca, puede perder hasta toda la inversión. Los bonos son el terreno natural para que toda visión se filtre por el tamiz del escepticismo. Y en el caso de la renta fija, la inflación es el enemigo público número uno.
P.: ¿Hasta dónde la Fed puede recostarse sobre el voto de confianza de los bonos?
G.G.: La Fed tiene que hacer su trabajo. La inflación no se va a moderar sola. Los bonos confían en que la Fed estará a la altura.
P.: Pueden equivocarse.
G.G.: Nadie es infalible. Desde ya.
P.: Sería catastrófico.
G.G.: Llevamos meses en esta pulseada. Los bonos no sufrieron un rapto de fe súbito. La parte frontal de la curva elevó sus tasas a lo largo de todo el año. Si les parece que la Fed corre de atrás, lo harán saber mucho antes de que la sangre llegue al río. Lo sorprendente es que esta vez también las tasas de 2 a 5 años se tomaron un respiro. Podían haberla aguijoneado y no lo juzgaron necesario.
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