No es el diario del lunes. La Fed corrió a los mercados con las minutas de diciembre. Son noticias viejas expuestas con énfasis nuevo. Su aviso a los navegantes: la prioridad de la política monetaria flexible volvió a ser la inflación. O sea, la economía salió del atolladero, y el mercado laboral (con 3,4 millones de trabajadores menos que antes de la pandemia) opera en un marco de pleno empleo (dadas las restricciones de oferta). El banco central que dejó que la inflación “no anticipada” (sic) saltara del corral del 2%, y se alejara a máximos de 39 años (a 5,7% o 6,8%, según la medición) se abocará en 2022 a la otra faceta de su mandato dual.
La Fed aprieta, pero no ahorca. La Bolsa no huye, se reacomoda
Su aviso a los navegantes: la prioridad de la política monetaria flexible volvió a ser la inflación. La institución planea el fin de la compra de bonos (el taper), el inicio de la suba de tasas, y también el comienzo de la venta de los bonos en cartera (la contracción cuantitativa).
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Las pantallas en Wall Street, atentas a Powell.
Recuperada la economía, debe recuperar la estabilidad de precios. Y urge moverse rápido para que el desborde reciente no contamine los precios rígidos –y la negociación salarial- y eche raíces. De ahí que la Fed, presidida por Jerome Powell, abandonó su parsimonia de siempre y declaró la emergencia. ¿Qué trajeron las minutas? ¿Por qué el escozor de Wall Street? Una triple amenaza. La institución planea el fin de la compra de bonos (el taper), el inicio de la suba de tasas, y también el comienzo de la venta de los bonos en cartera (la contracción cuantitativa).
Se sabía de las dos primeras iniciativas, se rumoreaba la tercera, y se ignoraba la moción para que la poda del balance proceda más de prisa que en el período de normalización pos-Lehman. Los mercados acusaron recibo en pleno mentón, y más cuando James Bullard, el halcón de la Fed de St. Louis (este año, con voz y voto), propuso que el 15 de marzo se gatille el primer aumento de los fed funds. El Nasdaq padeció su peor semana desde febrero. El sector de tecnología del S&P cayó 5,7%. Toda la curva de bonos elevó sus rindes. Y la tasa de diez años clavó nuevo máximo fugaz en 1,80% (cerró en 1,76%). Del dicho al hecho hay mucho trecho. Y estos son dichos, forward guidance. O sea, comunicación.
La Fed informó a destajo sobre sus intenciones, pero la acción relevante comenzará recién en dos meses. Prepara el terreno, y montó una prueba de estrés. Las decisiones no se tomaron, son condicionales a la marcha de la economía, y a las respuestas que arroje el examen. No obstante, cuando el régimen monetario es creíble, los anuncios anticipan los efectos de una acción (parciales, o totales o inclusive exagerados) antes que se ejecute. Es bajo esa óptica que conviene medir la reacción de los mercados. La suba de tasas, por caso, ya no sorprenderá a nadie. Si se pensaba que mayo era la fecha señalada para el puntapié inicial, ahora los futuros concuerdan con Bullard: le asignan a marzo 75% de probabilidades.
Un mes atrás el mapa de puntos de la Fed notificó el consenso en torno a tres retoques en 2022. Los mercados creyeron entonces que sólo serían dos. Hoy, compran los tres, y sopesan un cuarto que ni Bullard solicita. ¿Exageración? Es probable. Sobre todo, si la Fed se inclina también por vender bonos y recortar el tamaño de su balance (en cuyo caso iría más lento con el izamiento de las tasas). La Fed no es inocente cuando enarbola el fantasma de una triple Nelson. Un buen examen de estrés auscultará la capacidad de asimilar escenarios extremos. Pero la información más valiosa habrá que obtenerla en el terreno: cuán recalcitrante será el brote inflacionario. En última instancia, de ello depende cuánta munición deberá usar la política monetaria. ¿Y cómo convivirá una Bolsa que crece a doble dígito los últimos tres años con una FED agresiva (o, mejor dicho, menos estimulante)? Las tasas de interés treparon en todo el espectro. La tasa a dos años, que escaló 13 puntos base, cerró a 0,87%. Sin embargo, vale recordar que cuatro subas de tasas llevarían fed funds a 1%. ¿Qué piensan? Que la Fed puede ir más allá, pero después tendrá que recular. Y lo que más escaló fueron las largas. La de diez años, un cuarto de punto completo. O sea, la pendiente de la curva se empinó. Los diferenciales que miden la inflación esperada cayeron. Y se inflaron, por fin, las tasas reales. La curva de bonos es el mejor aliado de la Fed. No sólo sostiene que la inflación es transitoria, sino que ahora compra la idea de una economía más robusta. Y la Bolsa, otro tanto. Cayó el Nasdaq, y también el S&P500, que perforó la media de 50 ruedas. Pero resucitaron las acciones que reflejan valor. El Sector Financiero se disparó 4,14% y Energía, el doble. La Bolsa no se destruye, sino que rota. No prevé una masacre sino una vuelta de la calesita. En vez de huir, o temer la corrección que adeuda, se reacomoda. Busca su mejor perfil para llevarse la sortija. Confía en los balances que están en las gateras. Y se ilusiona con los bancos, que están a cargo de estrenar la temporada.
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