19 de septiembre 2007 - 00:00

Impone letra empresaria la UIA en Moncloa de Cristina

Daniel Funes de Rioja
Daniel Funes de Rioja
Fervor argentino, empresario, sindical, político y periodístico por asistir a Cristina de Kirchner. Privilegios de probable ganadora: garantía de un lugar bajo el sol en los próximos cuatro años. Y como la candidata expresó su voluntad de instalar un «acuerdo social» -devenido luego, ambicioso, en una entente tipo La Moncloa-, numerosos inscriptos aparecieron en escena para nutrirla. Uno de ellos, el abogado laboralista (pro empresas) Daniel Funes de Rioja, quien se acercó a la primera dama cuando ella viajó a Suiza (a la Conferencia de la OIT) y, como delegado de la Unión Industrial, ahora mantiene un diálogo suficiente para entregarle «El camino necesario», casi 40 páginas de su autoría telegráfica en forma de power point que le acercarán al búnker de la Casa Rosada. Como tantos otros, aguarda a que la señora presidencial utilice ese material en la campaña y, sobre todo, en la próxima administración.

En rigor, la presentación le sienta a la aspirante, abogada (aunque ese título se lo cuestionaron tontamente durante cuatro semanas por Internet), como el coleccionista de convenios, quien seguramente dispuso a su estudio (y otros asesores) para establecer «el cambio de paradigma» con el título pretencioso de la «política agonal a la arquitectónica». Eso podría repetir la esposa del Presidente, al igual que otras frases, tan comunes a su discurso público. Esa sola mención haría brindar a la cúpula de la UIA, aunque ellos prefieren extraer otro tipo de savias del poder presidencial.

La primera parte del trabajosupone una clase -¿ doctoral, de colegio secundario?, según los gustos- sobre las ventajas del diálogo, sus formas (permanente u ocasional, amplio o acotado) y conveniencia. Explica que esta convocatoria no responde a « debilidad» del gobierno sino a la voluntad de «consensuar grandes desafíos». Y, como argumento de esta moda democrática, cita las experiencias de posguerra en Italia, Austria, países nórdicos, Irlanda y, por supuesto, España. Varias páginas al respecto y concentración en la experiencia ibérica, calco, reproducción y ampliación de infinidad de trabajos ya presentados al respecto, entre ellos el de Armando Caro Figueroa -un ex ministro de Trabajo, colaborador de Domingo Cavallo que se fue a buscar oro a Salta-, quien estaba entonces en Madrid, asesoraba a trabajadores socialistas y dicen que participó en la redacción del texto. No fue el único, claro. Abundan los expertos del radicalismo y del peronismo, casi todos convencidos de que se trata de un convenio político cuando, en verdad, ese pacto fue una propuesta patronal de las empresas eléctricas para zanjar sus problemas con los obreros (pedido incesante de aumento de salarios). De paso, escondió algunas alternativas políticas como la legalización del Partido Comunista.

Tal vez en ese dato original importe la iniciativa de Funes de Rioja, también inquieto por las demandas laborales, quien recuerda el estado económico de la entonces España (1977): 18% de inflación, tasas en 25%, aumentos salariales en 28% y un centenar de millones de horas perdidas de trabajo. Hasta allí la descripción (que incluye, también, experiencias como las de México, Perú y Brasil).

Luego viene el ideal Cristina -tipo acuerdo para crecer no para repartir la crisis o «el país quiere crecer, la sociedad quiere creer»- amparado en 1) compromiso para la democracia (para él, fracasado luego de la Guerra de Malvinas), 2) la estabilidad (por culpa de la hiperinflación) y 3) la inclusión social (concepto imprescindible luego de la crisis de 2001).

Luego, el informe -a ser revisado, se presume, por la lupa de los progresistas que entornan a la señora- habla de los presupuestos, casi todos genéricos como «el gobierno fija la agenda, implementación efectiva» y, graciosamente, «credibilidad de los dirigentes y sectores involucrados», cuando todos saben que habrán de firmarlo Hugo Moyano y los distintos empresarios que gastan sus suelas en la alfombra roja de la Casa Rosada. Establece, también, cinco ejes: respeto al Estado de Derecho y a las instituciones, reafirmación de valores nacionales y ventajas competitivas (tipo de cambio, naturalmente), un mantenimiento de superávits gemelos, promoción de la estabilidad y particular énfasis a las pymes.

Referencias varias a lo laboral, a la sociedad del conocimiento y hasta reflexiones amparadas en la Generación del 80 con la cual el kirchnerismo, se supone, no debe pretender ningún tipo de parentesco. Aunque, claro, con el nuevo gobierno, nada se sabe. A la candidata no le faltarán palabras con el aporte de este plan, aunque quizás deba consultar a otros expertos para saber cómo se abre la puerta, se pone la mesa, se prepara la comida y se sirve el postre. Aunque esa tarea, sin devaluar el género, casi siempre la afrontan las mujeres.

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