La terrorífica noche que pasa, de hospital en hospital, un solitario sesentón está filmada
a la manera de un seguimiento documental, por lo que la impresión de verosimilitud
es muy fuerte.
«La noche del señor Lazarescu» ( Moartea domnului Lazarescu,-Rumania, 2005, habl. en rumano). Dir.: C. Puiu. Guión: C. Puiu, R. Radulescu; Int.: I. Fiscu-teanu, L. Gheorghiu, G. Spahiu.
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Un hombre sesentón, solo, bastante alcohólico desde la muerte de su esposa, empieza a sentir que sus dolores habituales ya se le hacen insoportables, y llama a Urgencias. Cuando al fin llegue la ambulancia, comenzará su via crucis por los hospitales. La historia pasa en Bucarest, pero bien puede pasar en cualquier otro lado, de ahí el interés que esta película viene despertando en todas partes. Y fue hecha con actores profesionales, pero a la manera de un seguimiento documental, de modo que la impresión de verosimilitud es muy fuerte.
Siempre bajo una aparente iluminación ambiente, la cámara sigue al señor Lazarescu, captando como de paso, a cierta distancia, algunos diálogos de vecinos, médicos, administrativos, y enfermeros, que a veces hablan del paciente, y a veces de otras cosas, porque, como ya se sabe, hay quienes se centran en el enfermo, y quienes lo rebotan. Este hombre, viejo solitario, gruñón, con poca lucidez para responder lo que le preguntan, es fácilmente rebotable. O, también fácilmente, puede ser víctima de un diagnóstico apresurado.
El asunto se inspira en un hecho real, y su título original es «Moartea domnului Lazarescu», la muerte del señor Lazarescu. Así de simple y definitivo. Dura 153 minutos, que es un poco mucho. Y sin embargo la gente lo sigue absorta hasta el final (¡y qué final!). ¿Por qué el público se engancha de esa manera? Ya lo dijimos, por el tema, ya que es algo que a cualquiera le puede pasar, y por la sensación de verosimilitud, al punto que cada tanto uno cree estar viendo un documental, confusión a la que contribuye nuestro desconocimiento de los intérpretes, que además actúan de modo harto natural.
Claro que resulta sospechoso que médicos o enfermeros digan ciertas cosas tremendas habiendo una cámara cerca, pero esos diálogos ocurren cuando el público ya está enfrascado en la historia, aparte que aquí mismo ya estamos acostumbrados a ver registros televisivos de gente con incontinencia-verbal aguda. En suma, una película singular, dura, intensa, y, es cierto, también extensa. Quien quiera ver algo parecido en pocos minutos, tiene los esquicios «First Aid», de «Los nuevos monstruos» (Alberto Sordi encuentra un tipo agonizando, lo lleva en su auto por diversos hospitales, en ninguno lo aceptan, entonces lo deja en el mismo lugar donde lo encontró), y «La diva», de «Veo desnudo» (Silvia Koscina encuentra, etc., y logra internarlo, pero el médico Nino Manfredi y todo el resto del personal se dedica a ella y deja al otro que se arregle solo), o, peor todavía, los primeros minutos de «Hospital Britannia». Pero la experiencia nunca será la misma.
El autor de «Mortea...» se llama Cristi Puiu, de quien los habitués del Bafici ya conocen «Marfa si banii» (la cámara acompañando como un cuarto pasajero el viaje de tres correos narcos perseguidos a lo largo de la ruta) y el guión que él y su socio Razvan Radulescu escribieron para «Niki et Flo, quand le cerveau sort de la tete», del veterano Lucien Pintilie. El actor, es Ion Fiscuteanu, figurante que empezó hace casi veinte años a las órdenes del húngaro Karoly Makk, y al fin tuvo su protagónico, justo en una película donde casi todos, en vez de verlo como actor, lo ven como a un hijo de Lázaro. Y la actriz que hace de Mioara Avram, enfermera, se llama Luminita Gheorghiu, también tiene años de profesión.
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