21 de julio 2020 - 00:00

Oro: un cambio de paradigma

De la actitud clásica de considerarlo refugio, a una alternativa de inversión real.

alcancía chanchito de oro
Pixabay

Cuando más golpeados están, los “bolseros de alma”, incluso lo tradicionalmente prudentes, más arriesgan -lo suyo y lo ajeno- buscando cobrar venganza de sus errores. Así van cerrando su mirada a una inversión del 100% que les signifique la gloria o la extinción definitiva. Aquí es donde está parado hoy nuestro mercado

Uno de los axiomas clásicos de las finanzas es que el oro -esa “reliquia arcaica” para muchos analistas- no debe ser considerado como una inversión sino como reserva de valor, especialmente en tiempos de bajas generalizadas de los demás activos financieros o cuando enfrenamos un panorama inflacionario, ya que no genera nada (no hay dividendos ni intereses) y tenemos gastos (el costo de custodia).

Frente a esto y dejando de lado la cuestión del contenido informativo que pueden conllevar los precios del oro, no deja de ser interesante que, a pesar del notorio rally en las acciones de los últimos años, desde el 20 de junio de 2017 el rendimiento promedio diario del oro ha sido superior al del S&P 500 (0,0471% a 0,0454%) con una menor volatilidad (Desv.Std. 1,1215 a 1,404%) y una mejor relación riesgo retorno (Sharpe 0,019 a 0,014; Sortino 0,027 a 0,015).Claramente esto no ha sido por una cuestión de cobertura. Con una extensión de más de cuatro años, no pareciera ser una cuestión “circunstancial”.

La idea del oro solo como una alternativa de refugio, más que de inversión, viene dada por la bajísima correlación que muestra con otros activos y por sus pobres rendimientos históricos. Por ejemplo, quien hubiese adquirido una onza de oro el 19 de julio de 1920 (100 años atrás) hoy estaría ganando 8.667%, pero si compraba “un índice Dow” la ganancia seria de 29.466% (la inflación en el período fue del 1.820%). Si nos vamos más atrás, al 29/5/1896 -cuando aparece el índice DJ Industrial- ganaría 8.667% con el oro y 65.546% con las acciones. Yendo aún más atrás, digamos a 1879, el oro le dejaría 8.667%... también.

La realidad es que en los últimos siglos el precio del oro ha estado casi siempre controlado por los estados. El 30 de diciembre de 1717 sir Isaac Newton aconsejó al Gobierno británico fijar el precio del oro en £3,25, valor en que continuó hasta el inicio de la Primer Guerra Mundial en 1814. En 1792 el gobierno norteamericano lo fijó en u$s19,75, lo elevó a u$s20,67 en 1879 y finalmente Roosevelt lo incrementó a u$s35 en 1934, tras prohibir el año previo la tenencia de oro por particulares. El 17 de marzo de 1968, cuando el acuerdo de Bretton Woods empezó a “crujir”, los principales bancos centrales del mundo -cuyas monedas eran convertibles a dólares, a su vez convertibles en oro- instrumentaron un sistema dual (“two tier”) con un precio oficial para el oro monetario y otro libre para el metal en cuanto commodity. Esto no frenó las presiones sobre las reservas norteamericanas y el 13 de agosto de 1971 el presidente Richard Nixon anunció lo que se suponía una medida provisoria y no lo fue: la suspensión de la convertibilidad del dólar por oro o cualquier otra reserva.

Si bien el golpe final lo dio Gerald Ford el 31 diciembre de 1974, anulando las prohibiciones de Roosevelt (quedó una), es a partir de marzo de 1968 que podemos considerar que el precio del oro pasó a estar determinado libremente por las fuerzas del mercado y que podemos evaluar su comportamiento frente al de otros activos financieros.

Ahora el panorama cambia diametralmente. Nuestra colocación en oro nos deja en estos poco más de 52 años un rendimiento de 4.676% (7,7% anual) frente al 3.303% del S&P 500 (7% anual; no incluimos dividendos, gastos e impuestos) y el 235% del Indice General de la Bolsa porteña (2,4% al año, en dólares libres). Si bien el oro pareciera ser más “riesgoso” que las acciones (Desv.Std mensual 5,96% a 3,74%), lo que sería esperable dado su mayor rendimiento (promedio 0,79% a 0,66%), aun así, parecería haber sido una mejor alternativa de inversión (ratio Sortino 0,219 a 0,210) que los papeles de riesgo.

Claramente esto nos obliga a repensar el paradigma clásico de considerar al oro únicamente como un refugio para situaciones extremas y comenzar a mirarlo como una alternativa de inversión real, sensiblemente superior a la de muchas otras y en particular a la de nuestro mercado de capitales (en tanto y en cuanto los Estados no intenten nuevamente fijar su precio).

Dejá tu comentario

Te puede interesar