Ante el nuevo récord que alcanzó la tasa de riesgo-país (1.842 puntos) y la caída de 5% promedio en los títulos públicos, verificada ayer, el gobierno de Fernando de la Rúa comenzó a concentrar toda su atención en la reunión de cancilleres, ministros de Economía y presidentes del banco central de la Argentina y Brasil que se realizará el martes próximo en San Pablo. La relevancia de ese encuentro está alimentada por más de un factor. Primero, Domingo Cavallo no dio señal alguna de estar preparando un paquete de medidas más allá de las que están en curso (convertibilidad, déficit cero, negociaciones por la recompra de deuda, etc.). Si tuviera en mente nuevas iniciativas, ayer eran desconocidas hasta para el propio De la Rúa. Segundo, en caso de que hubiera alguna estrategia capaz de recuperar la confianza por parte de un mercado hiperexcitado, en el gobierno no tienen definido si conviene o no realizar anuncios antes de las elecciones. Es más, anoche la opinión más extendida entre los ministros de De la Rúa era que cualquier novedad debería anunciarse después del 14 de octubre.
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La importancia que el gobierno le asigna a la negociación con Brasil excede el problema comercial que representa para la Argentina la permanente devaluación del real. Encontrar una fórmula de equilibrio macroeconómico entre los dos países ha comenzado a convertirse en una condición indispensable para las negociaciones que realizan ambos gobiernos frente a los organismos multilaterales de crédito. Como se sabe, Brasil estudia alguna forma de blindaje y la Argentina una recompra de deuda.
Por eso ayer el gobierno le concedió la máxima atención a la reunión en la cual Cavallo informó la agenda que presentaría en la reunión de San Pablo. Justificó también su pedido para que se postergara por un día el encuentro, que los brasileños concedieron cortésmente: «El martes tengo que ir a Brasil por un seminario y convenía hacer todo el mismo día», arguyó el ministro. Nadie dudó de la excusa, por más que unas horas más tarde se sospechara que la prórroga se debía a que el equipo económico estaba estudiando medidas que se lanzarían durante el fin de semana y que, por lo tanto, les convenía estar en Buenos Aires el lunes, aún cuando ese día estuviera inactivo el mercado local. Esta presunción pareció después infundada, pero da una pauta de la sensibilidad con que se observó ayer al Ejecutivo.
Reunido con Fernando de la Rúa y Chrystian Colombo, el titular de Economía comentó que su encuentro con Pedro Malan, el lunes en Montevideo, resultó muy beneficioso. Fue allí donde ambos ministros coincidieron en que cualquier acuerdo externo sería más viable si se lo presenta desde un bloque que garantiza cierta «pax financiera regional». «Esta estrategia tiene que ver con los malos antecedentes de las últimas negociaciones, cuando se terminaba de cerrar un acuerdo con la Argentina y aparecía que el problema era, en realidad, Brasil. O viceversa», razonó un ministro delante de este diario. Y puso un ejemplo en contrario, positivo: «Cuando a nosotros nos dieron 6.000 millones de dólares a Brasil le dieron 15.000 y eso no fue una casualidad sino que la mirada sobre nuestros países, desde el Fondo o desde el Tesoro norteamericano, es regional» (ver más información sobre la negociación con Brasil en páginas. 6 y 7).
El gobierno recibió la recomendación de presentar un frente despejado de conflictos con Brasil por parte de James Walsh, el embajador de los Estados Unidos, quien visitó ayer a De la Rúa y Adalberto Rodríguez Giavarini para entregar una carta de George Bush. Con Walsh apenas se trató el problema financiero y la charla se refirió al envío de tropas de paz y cooperación humanitaria que la Argentina dispuso para asistir al operativo internacional de reacción contra los ataques terroristas del 11 de setiembre.
Respecto de medidas de gestión económica que puedan servir para calmar al mercado, el ministro de Economía se mantuvo en un hermetismo total, inclusive frente a sus colegas y al mismo Presidente. Ayer se siguió especulando con una aceleración de las negociaciones con bancos y administradoras de fondos de pensión para acelerar una baja en la tasa de interés para la deuda pública. Y apareció de nuevo la posibilidad de que la Argentina adopte oficialmente el dólar como moneda. Ayudó Colombo para esta versión, cuando dijo que «en una situación extrema, dolarizar sería más costoso que devaluar». La declaración del jefe de Gabinete fue deliberada y había sido pactada el miércoles con los demás hombres decisivos del gobierno, tal como informó este diario ayer.
Colombo se propuso, y en alguna medida lo logró, despejar el clima económico de las declaraciones de campaña referidas al tipo de cambio, que comenzaron a ser tomadas por el mercado como anuncios de política económica.
Fue precisamente este enloquecido contexto electoral el que recomendó no realizar anuncios aun cuando hubiera medidas ya estudiadas: «Cualquiera de ellas se la tragaría la campaña, por eso lo más recomendable es ratificar todos los compromisos asumidos y que cualquier novedad se conozca después del 14».
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