Alguna vez Alfio Basile explicó mientras dirigía la Selección: “Esto es la gloria o Devoto (por la cárcel), acá no hay término medio...” y eso es lo que ocurrió con el Superclásico madrileño en el que River le ganó la Copa Libertadores de América a Boca, porque Marcelo Gallardo pasó a ser “el mejor técnico de la historia de River” (superando al mismísimo Ángel Labruna y a Ramón Díaz), mientras que Guillermo Barros Schelotto seguramente se tendrá que ir de Boca a fin de año y su bicampeonato local 2016/17 y 2017/18 como técnico será solo una anécdota que muy pocos recordarán, como el récord de partidos invictos. De lo que sí se acordarán es que no consiguió ningún título internacional y que perdió esta final con River, algo que quizás permanezca en su palmarés de técnico como una gran mancha. Lo triste es que seguramente ya no tendrá revancha, por más que explique que fue un partido parejo (que lo fue) y que “la diferencia fue un zapatazo de Quintero a un ángulo”.
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De la gloria al fracaso solo hay 120 minutos de diferencia
Si el resultado hubiera sido al revés, hablarían los millonarios de "final de ciclo" de un técnico que tuvo claroscuros, mientras que los xeneizes pondrían en lo alto al Mellizo, que fue bicampeón. Gallardo pasó a ser el técnico más exitoso de River y Guillermo está más afuera que adentro.
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En cambio, Marcelo Gallardo, que ni siquiera estuvo en el banco de suplentes, porque estaba expulsado y debió seguir el partido en una cabina custodiado como un delincuente, acrecentó su fama de “Napoleón”, el emperador de River, y pasó a ser el gran candidato para muchos a dirigir la Selección. Además, tendrá el plus del Mundial de Clubes en Emiratos Árabes Unidos y un lugar destacado en el museo de River.
El manager Enzo Francéscoli se apresuró a decir: “Se me acercó Gallardo y después de abrazarme, me dijo ´vamos por más´...” y explicó que “Gallardo fue una intuición de amigo. Yo lo conocía, pero le ha demostrado a todos un montón de cosas, sobre todo con trabajo, sacrificio y personalidad”. Detrás de Gallardo, el trabajo silencioso de su mejor amigo, Matías Biscay, compañero desde las inferiores que siempre se pone en segundo plano, pero las tres veces que le tocó reemplazarlo en la cancha demostró que tiene su misma idea y que no se equivoca en los cambios. Es una de las claves de un triunfador neto, que como jugador no se pudo retirar jugando porque su equipo perdía 6-1 con Tigre (el técnico Ángel Cappa no quiso que ese fuera su final) y se desquitó como técnico, para ser mucho más ídolo que lo que fue como jugador.
Guillermo fue un gran ídolo como jugador y estaba enfilado a serlo como técnico. Si bien muchos le criticaban algunas decisiones y que no le guste jugar con enganche cuando Boca tiene a Edwin Cardona y a Bebelo Reynoso en el plantel, fueron desaprovechados en posiciones que no son las suyas. Venía de ganar dos campeonatos locales y con la posibilidad todavía de pelear un tercero, pero la falta de logros internacionales inquietaba a los hinchas, por lo que esta derrota le pondría punto final. “Lo único que tengo es tristeza”, declaró al final y se dio cuenta de que de la gloria al fracaso la distancia es de 120 minutos.
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