1 de febrero 2007 - 00:00

Acción, sangre y licencias históricas

«Apocalypto» es un film sangriento y de trepidanteacción, en el que Mel Gibson y su coguionistadan su versión del fin del imperio maya con licencias,pero también con puntas para reflexionar.
«Apocalypto» es un film sangriento y de trepidante acción, en el que Mel Gibson y su coguionista dan su versión del fin del imperio maya con licencias, pero también con puntas para reflexionar.
«Apocalypto» (EE.UU., 2006, habl. en maya). Dir.: M. Gibson; Guión: M. Gibson, F. Safinia. Int.: R. Youngblood, J. Brewer, A. Ramírez, D. Hernández, I. Contreras, M.I. Díaz.

Como ya trascendió, ésta es una película de acción y sangre, sobre las aventuras de un indio maya que vive tranquilo con su familia en su aldea, hasta que otros indios cazadores de hombres la invaden, y se lo llevan con sus amigos para matarlos en un enorme ritual de sacrificios humanos. Todo esto, filmado en la selva, interpretado por descendientes de indios, hablado en maya yucateco, bien ambientado, verosímil y bastante repulsivo, sobre todo cuando los pobres desdichados se van acercando a la gran pirámide.

Pero ésa es sólo la mitad de la película. La otra directamente es «una de cowboys», donde el héroe se salva en el último minuto, es el único vivo que escapa corriendo en zig-zag, recibe unas heridas tremendas pero sigue corriendo kilómetros y kilómetros perseguido por guerreros feroces, animales feroces, y sin duda también mosquitos feroces, hasta vencer a todos y rescatar a la esposa y los hijos también en el último minuto (y ni digamos cómo la está pasando la mujer).

Toda esa parte es bastante exagerada, pero entretenida. Y algo más: tiene un doble final, interesante, por unos individuos que aparecen sin que nadie los invite, y por la decisión de nuestro héroe de desconfiar de ellos, iniciando una historia propia, ajena a la Historia que se le viene encima. Es que en unos pocos días el hombre ha pasado de la etapa del buen salvaje a la de víctima y testigo de un imperio en decadencia, y testigo de la aparición de otro que tampoco será trigo limpio. Mel Gibson y su coguionista Farhad Safinia hubieran podido tomar el punto de vista de algún miembro de la clase gobernante, o de los sacerdotes, que aprovechan sus avanzados conocimientos de astronomíapara engañar al pueblo fingiendo comunicarse con el dios del sol y los truenos (véanse sus sonrisas cómplices en el momento de un eclipse). En cambio, tomaron el punto de vista del hombre simple, haciéndonos compartir su asombro a medida que cruza la gran ciudad, llena de progresos edilicios, gente loca, gran organización, ricos ociosos, espectáculos espantosos, y podredumbre humana en sentido literal y figurado. Por algo la película se abre con una frase del historiador católico socialista Will Durant, autor (junto a su esposa) de una notable y en otros tiempos popular «Historia de la Civilización» en once tomos.

Gibson y Safinia pusieron asimismo algo inhabitual en el cine de acción: la comprensión del enemigo. Es tocante la escena en que el jefe de los asesinos se inclina para despedir al hijo que ha sido muerto por el héroe (es tocante, aunque el jefe y su hijo sean los más malos de la historia). Y tiene una dolorosa ternura, la parte en que la suegra acaricia fugaz y piadosamente a su yerno, después de haberlo despreciado cuando ambos vivían libres y (ahora lo advierten) felices.

Película de acción, es cierto, con alguna que otra licencia histórica, pero bien hecha, riesgosamente hecha, y con buenas puntas para reflexionar, empezando por el título, que de algún modo remite a una escena de «Apocalypse Now», y suena también como el modo maya de decir el griego «Revelación» (por algo, a cierta altura, aparece una niña con don profético).

P.S.

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