2 de julio 2002 - 00:00

Acierta Wainrot con tetralogía holandesa

El Ballet Contemporáneo del San Martín
El Ballet Contemporáneo del San Martín
Ballet Contemporáneo. Dirección artística: Mauricio Wainrot. En programa: obras de Tom Wiggers, John Wisman y Nils Christe. Iluminación: Wiggers, Eli Sirlin y José Luis Fiorruccio. Vestuarios: Wiggers, Wisman y Carlos Gallardo. (Teatro San Martín, martes, sábados y domingos.)

Un conjunto de delgadas hebras se entrelaza creando una fina urdimbre que se ha dado en llamar la Escuela Holandesa y que designa al nuevo programa emprendido por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, conducido por Mauricio Wainrot.

Tres estrenos argentinos y una reposición lo integran, correspondiendo los dos primeros a Tom Wiggers («Gilles», con música de Jean Gilles, y «Solo», con la de Simeon ten Holt, hechas para «Introdans» en 1994 y 2000, respectivamente), el tercero, a Nils Christe («Luminiscences», sobre el concierto para dos pianos de Francis Poulenc), estrenado con el Ballet de L'Opera de Lyon en 1983, mientras que la reposición ha sido una coreografía de John Wisman, «Ostacoli», sobre música de Anders Elinsoon y que fue creada para el Royal Ballet of Flanders en 1994 y estrenada por el Ballet Contemporáneo en 2000.

Un lenguaje con puntos confluyentes da como resultado un neoclasicismo de sello tradicional: un particular gusto por la abstracción sin recurrencias narrativas, una búsqueda poética que se expresa con fuerza comunicativa, una distancia que no llega a la frialdad pero condiciona un trabajo pulido en lo técnico y sobrio en lo expresivo, y un gusto por la musicalidad como si la danza fuera emergente ineludible del material sonoro, crean un modo estético común entre los distintos creadores.

Un buceo más profundo aún permitiría detectar más conexiones entre ellos pero con los nombrados basta para caracterizar un comportamiento de «escuela».

En lo concerniente a la intencionalidad del corpus de obras reunidas, podría hablarse del patetismo de la muerte en «Gilles», con cuatro parejas en el trance emocional de representar el «Requiem» de Gilles en medio de un rigor escénico que incluye luces esenciales y un vestuario negro.

La vida renace con el
«Solo» bailado por Jack Syzard con impresionante despliegue técnico, mientras que «Ostacoli» vuelve su mirada al hombre dual, que entre los preparativos para el combate danza como contraste shockeante entre la plenitud física y el desmayo.

«Luminiscences»
, que cierra el programa con su carga de grácil optimismo, configura el triunfo del amor y de la vida sobre las fuerzas de la muerte. Esa actitud vital y de elevación está impresa no sólo en el movimiento diseñado por Nils Christe, expansivo y de imparable dinámica, sino también en la evanescencia de los trajes color pastel pensados por Carlos Gallardo y en la atmósfera cercana a lo festivo por las luces de Eli Sirlin.

En esta tetralogía holandesa, el Ballet Contemporáneo rindió lo mejor de sí, con un comportamiento grupal excepcional y con labores individuales de particular brillo. Ninguna de las cuatro obras hubiera sido lo mismo sin la interpretación de firmeza técnica de los integrantes del BC. Tampoco se hubieran tenido semejantes resultados si Mauricio Wainrot no estuviera a cargo de la dirección.

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