29 de marzo 2005 - 00:00
Berlín: muestra de arte revive debate sobre pasado nazi
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La primera etapa de la exposición tuvo como estrella a Bruce Naumann y la puesta Partial Truth (1997). También albergó fotos del ciclo Tulsa de Larry Clark y obras del arte conceptual de Marcel Duchamp, «pionero en tomar objetos existentes y denominarlos arte», dice el catálogo. Por su parte, bajo el título de Solo Scenes, un panel de 128 monitores muestra 150 horas de grabación de la vida cotidiana del alemán Dieter Roth en sus dos últimos años de vida, en 1997 y 1998.
El apellido Flick fue eje durantedécadas de una de las tantascontradicciones y polémicas de este país, embarcado en la más próspera de las democracias tras protagonizar uno de los períodos más atroces de la historia. Friedrich Flick ( abuelo) se había convertido en el alemán más rico del Tercer Reich. Hacia 1944 participaba en 132 empresas, con más de 120.000 trabajadores (se presume que hasta 60.000 de ellos eran trabajadores forzados). El industrial del acero perdió parte de su fortuna tras la capitulación de los nazis, hace 60 años, cuando pasó por los tribunales de Nüremberg. Fue condenado en 1947 a siete años en la cárcel, pero al quinto año de cumplimiento de pena, en pleno resurgimiento de Alemania, los capitales eran necesarios, y su figura fue una de las que debió ser rescatada de las tinieblas. Antes de su muerte, en 1972, Flick había reconstruido por completo su fortuna.
Las víctimas de Flick que aún viven hicieron oir su voz. La prensa alemana citó el caso de la húngara Lilli Viragh, de 85 años, considerada en Auschwitz como «especialmente resistente» y enviada a una fábrica de Flick. Para Roselinde Knarr, especialista en el patrimonio cultural de Berlín y miembro de la organización Servicio Pedagógico del Museo, «estamos en presencia de un oportunista que intentó montar la colección en otras ciudades y no se lo permitieron». Knarr agrega ante este diario que «lo único positivo es que se puede difundir el arte, pero está claro que Flick heredó dinero de los nazis y es grave que hasta ahora no haya pagado las indemnizaciones que se le reclaman», argumenta.
En el transcurso de estos sieteprimeros meses, algunas obras fueron atacadas. Un canadiense intentó lanzar una ampolla de pintura contra la escultura «Michael Jackson and Bubbles», de Paul Mac-Carthy. Además, los artistas Frieder Schnock y Renata Stih colgaron pancartas cerca del museo en las que reclamaban «entrada gratis para antiguos trabajadores forzados».
En tanto, Salomon Korn, vicepresidente del Consejo de Judíos de Alemania, consideró la exposición «ensangrentada».
Las críticas también provinieron del oficialismo: el vocero de finanzas del gobernante Partido Socialdemócrata (SPD), Lothar Binding, calificó a Flick de evasor fiscal y pidió al gobierno que retire su apoyo al proyecto. «Hay regalos que no se pueden aceptar» expresó. Friedrich Christian Flick se estableció en Suiza en 1975, luego de vender su participación en las empresas que heredó. A la hora de defenderse de las acusaciones, lo hace casi a desgano: «Siempre traté de separar la historia de mi familia de la colección, del arte y los artistas», dijo a la prensa. «La colección no debe verse con lentes ideológicos». Lo máximo que se atrevió a decir fue: «Quiero dejar en claro que nunca he dicho que deseo excusar el lado oscuro de mi familia. Mi abuelo cometiómuchas faltas durante el Tercer Reich y fue declarado culpable, con razón, durante el proceso de Nürenberg, pero las culpas fueron suyas, no mías».
Además, el empresario financió un centro de documentación adjunto de la muestra, en el que quedó claro el vínculo de su familia con el nazismo. La muestra de Flick dejó en evidencia que, pese al esfuerzo constante y decidido de la inmensa mayoría de los alemanes, aquel pasado tenebroso sigue cobrando cuentas a esta sociedad.
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