13 de mayo 2024 - 14:50

Cine y nazismo: tras los pasos de la mujer de un controvertido director

Estuvimos durante el Bafici con Angela Christlieb, realizadora de "Pandora's Legacy", film sobre G. W. Pabst y su esposa Trude. Los secretos de un creador de obras maestras pero acusado de colaboracionismo

George Wilhelm Pabst con Louise Brooks, su musa, amante, e intructora de sexo para aplicar en el matrimonio.

George Wilhelm Pabst con Louise Brooks, su musa, amante, e intructora de sexo para aplicar en el matrimonio.

“Hoy vende más la imagen de una feminista heroica, y Trude Pabst era todo lo contrario. Por eso me costó mucho conseguir créditos para hacer una película sobre ella, los sueños y recuerdos que fue escribiendo en sus cuadernos, su marido y las cartas de amor que se dedicaron a lo largo de 40 años”. Quien habla es Angela Christlieb, artista austriaca que integró el jurado principal del reciente Bafici y presentó allí el resultado de su lucha, “Pandora’s Legacy”.

Actriz, nacida Gertrude Hennings, apellido que abandonó al casarse, Trude fue la mujer del director George Wilhelm Pabst, hombre tan admirado por sus obras como criticado por haber seguido trabajando en la Alemania Nazi en vez de escapar a EE.UU. como otros. La Sala Lugones exhibió cuatro películas suyas: “La tragedia de la mina”, “Cuatro de Infantería”, ambas de carácter pacifista, “La opera de tres centavos” (ahí se oye la versión original de “Moritat”, por Lotte Lenya, que luego han hecho Louis Armstrong, Sinatra, Ella Fitzgerald y tantos otros) y “Lulú, ó La caja de Pandora”, protagonizada por Louise Brooks, con su falsa carita de inocente amoral y su peinado estilo casco, figura que inspiró al dibujante Guido Crepax y otros miles de hombres desesperados.

Angela Christlieb corrobora que G.W. Pabst tuvo un affaire con Louise Brooks, pero fue por buenas razones: él quería mejorar su vida sexual con su esposa, y Louise le ofreció un semestre de clases presenciales. Pero primero protagonizó otra de Pabst, “Diario de una perdida”. En su larga carrera, él dirigió a la mítica Asta Nielsen, una jovencísima Greta Garbo (foto), la hierática Briggite Helm, Leni Riefenstahl la montañista, luego directora, Micheline Presle (muerta en febrero último con 101 años) y otras cuantas bellezas “en historias de mujeres modernas, liberadas, pero sujetaba bastante a su esposa”.

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Ella aparece en “La Atlantida” como una simpática periodista, pero la matahombres de la historia, filmada en el Sahara, es Brigitte Helm (literalmente, es la reina que seduce a los viajeros perdidos y/o los hace matar). Como sea, Trude estaba contenta. Le fascinó conocer el Sahara y andar en camello. El marido siempre la llevaba a los países donde le tocaba filmar: Francia, Túnez, Siria, Indochina, EE.UU., Italia. En Los Angeles ella quiso abrir una boutique, para que él dejara de trabajar. Algo le estaría molestando, porque años después escribió un guión, que él filmó, “Sombras misteriosas”, sobre un hombre tan absorbido por su trabajo que la novia decide casarse con otro (y recién ahí se despabila). De todos modos, la pareja siguió unida, y él siguió trabajando hasta llegar a viejo.

Solo se alejaron unos meses de 1945, los últimos de la guerra, cuando él estaba filmando en Berlín un policial sobre el robo de un Stradivarius y ella quedó esperándolo en un lugar más seguro. Y acá viene la polémica: ¿qué hacía Pabst trabajando en la Alemania Nazi? Según cuenta la familia, él estaba trabajando en Paris (por ejemplo, “La esclava blanca”, sobre una occidental casada con un musulmán que la lleva a su tierra), pero justo murió el suegro, hubo que ir al entierro en Alemania, y cuando el matrimonio quiso escapar con pasaje de barco comprado vía Austria-Italia, el barco no pudo salir. Goebbels lo localizó y le mandó un telegrama conminándolo a “trabajar para la gran causa nacional socialista”.

Obligado a hablar con el ministro nazi, Pabst le dijo que no pensaba hacer películas de propaganda. Dicho esto, “temí que me detuvieran al salir de la oficina”, le contó a su esposa. En cambio, le dejaron hacer dos biopics de viejas figuras: la actriz y empresaria teatral Karoline Neuber, del 1.700, y el doctor Paracelsus, que en el 1.500 enfrentó a sus colegas proponiendo el uso de la farmacopea gitana. Este detalle se le escapó a Goebbels, porque bajo el régimen nazi los gitanos sufrían la misma suerte de los judíos. Un tercer film, “El caso Molander”, policial, se terminó justo cuando llegaron los rusos, y nunca más se supo.

Pabst no fue el único director de prestigio que trabajó bajo el régimen nazi. También se quedaron Helmut Kautner, Josef von Baky, Wolfgang Staudte y otros buenos. Pero a él lo siguen acusando de colaboracionista, aun cuando entonces ayudó a escapar a varios judíos austríacos, y luego hizo obras realmente antinazis, como “El proceso” (antisemitismo en una aldea), “La voce del silenzio”, “El último acto” (la caída de Berlín) y “Sucedió el 20 de julio”. Ahora sus nietos están preparando un libro en su defensa.

Pabst murió en 1957, Trude en 1993, ya viejita, envuelta en sus recuerdos. Un hijo (eran dos) donó las cartas de sus padres a la Cinemateca de Berlín. Un nieto se quedó con los cuadernos donde la abuela anotaba sus sueños y pensamientos. Los nietos son tres: un paleontólogo, un músico y una entomóloga dedicada a las mariposas. Sobre esos tres, y esos cuadernos, Christlieb armó su “Pandora’s Legacy”, conectándolos con fragmentos de películas del abuelo, en una especie de asociación subconsciente, lo que es natural, considerando que fue él quien, con “Los misterios de un alma”, 1926, introdujo en el cine ese tipo de asociaciones, con sus lógicas interpretaciones psicoanalíticas (lo orientaron dos ayudantes de Freud, y lo imitaron Hitchcock y Buñuel).

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