4 de mayo 2009 - 19:09

Cuentos que no son cuento

Ideada para el lucimiento de Adam Sandler, «Cuentos que no son cuento» tiene buenos gags y logradas parodias de varios géneros.
Ideada para el lucimiento de Adam Sandler, «Cuentos que no son cuento» tiene buenos gags y logradas parodias de varios géneros.
El personaje de Adam Sandler debería ser el gerente de un hotel fundado por su padre, o al menos eso había prometido el magnate cuando lo compró y sólo le dio un trabajo como encargado de mantenimiento. El protagonista es un perdedor que acepta su destino con resignación, hasta que un extraño fenómeno le da nuevas esperanzas: los cuentos que inventa para hacer dormir a sus sobrinos tienden a volverse realidad, al menos en los detalles que los chicos agregan caprichosamente a cada relato.

La idea del don profético surgido de la imaginación infantil es un tema recurrente en la literatura fantástica, aunque el concepto sólo esté tratado superficialmente en esta típica comedia familiar diseñada para los chistes lunáticos -a veces muy divertidos-del cómico protagónico.

En cambio, las posibilidades visuales están más aprovechadas, con escenas que permiten disparatados toques de western, peplum y ciencia ficción, lo que no sólo le da buen ritmo a la película, sino que agrega un bienvenido toque de parodia a cada género en particular.

Lo malo es que el guión intenta mezclar todo tipo de subtramas previsibles casi en piloto automático, lo que sería un problema grave si no fuera por la sucesión de buenos gags.

De hecho hay dos o tres momentos memorables, incluyendo una conferencia para vender un proyecto hotelero con la lengua hinchada por la picadura de una abeja, lo que da lugar a una de las escenas más hilarantes de toda la carrera de Sandler.

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