12 de diciembre 2001 - 00:00
"El idioma es más que mero adorno cultural"
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Periodista: En el II Congreso de la Lengua realizado en Valladolid se trató la cuestión de la «Dimensión económica del español», ¿a qué conclusiones llegaron?
Víctor García de la Concha: Lo que da unión a los países hispanoamericanos es la lengua, eso a nivel político. Pero también hay un valor económico: en este momento hay censados 35 millones de hispanos en Estados Unidos y, sin censar, más de 40 millones. Va en camino de constituirse en el segundo país hispanohablante. Dos de cada tres estudiantes norteamericanos eligen el español como segunda lengua porque les resulta práctico, para
hacerse entender y para vender más.
P.: El mercado de la música, del arte y de los medios de comunicación no lo ignoran y explotan cada vez más el negocio de lo «latino»..
V.G.C.: Les estamos diciendo a los gobiernos responsables que no crean que esto de la lengua es una mera cuestión de adorno cultural. En estos últimos años las academias se han constituido en la comunidad hispanoamericana en un organismo de importancia para la trabazón del tejido social y político.
V.G.C.: Correcto. He llegado a países que tenían conflictos bilaterales con España pero no he tenido ningún problema porque la lengua es la patria y está por encima de las diferencias políticas. La política de la lengua está al margen de la política gubernamental.
P.: Importantes empresas patrocinaron en II Congreso de la Lengua ¿Qué papel cree que deberían cumplir en el ámbito de la cultura?
V.G.C.: La revisión de argentinismos en el diccionario ha sido posible gracias al mecenazgo de Edesur, empresa de electricidad española. Así como el trabajo de las Academias está siendo posible por la ayuda de empresas: la mayor parte de capital que recibimos proviene de la sociedad civil y sólo una parte menor la aporta el gobierno.
P.: Una de las mayores innovaciones del último diccionario es su accesibilidad a través de Internet, que se suma a las versiones en CD Rom y DVD. ¿Cómo convivirán en el futuro los libros de papel con los virtuales?
V.G.C.: Creo que Internet jugará un papel decisivo, sobre todo en relación a las grandes obras de referencia. Por caso, si tengo la Enciclopedia Británica on line mientras escribo, no me levanto a buscar algo. Ahora bien, no creo que eso suplante nunca lo que es el libro, el tacto erótico del libro. No me imagino leyendo tranquilo un fin de semana una novela con esos modelos de libros electrónicos del tamaño de una calculadora. Es cierto que tienen la capacidad de almacenar el equivalente a cien libros pero yo me pregunto, ¿iré yo a leer de esa pantalla? Creo que con Internet terminaremos redescubriendo al libro.
P.: ¿Cómo será el III Congreso de la Lengua, con sede en Argentina?
V.G.C.: El presidente Fernando De la Rúa planteó que buscaba movilizar desde ahora varias reuniones especializadas en distintas ciudades argentinas. Se busca hacer una suerte de precongreso en el interior que culminaría con el III Congreso Internacional de la Lengua que se hará en otoño del 2004. Se piensa poner mucho énfasis en la relación de las nuevas tecnologías con la política lingüística.
V.G.C.: Es para reflejar que la lengua está muy viva. Siempre ha estado en evolución, en todas las épocas pero ese dinamismo no fue el mismo, por caso, en el siglo XIX que en estos momentos. La globalización respecto del español hace que términos que antes se utilizaban sólo en Argentina o México ahora hayan traspasado las fronteras. Los propios culebrones de televisión han sido una primera vía de esa globalización.
P.: Definitivamente, la Academia está abandonando su costado conservador..
V.G.C.: Siempre se creyó que la Real Academia nació con una idea de purismo pero eso no es del todo exacto. Sus orígenes fueron impulsados por los llamados «novatores» del siglo XVIII, gente que estaba en la vanguardia de la renovación intelectual y filosófica. En el primer diccionario se prestaba especial atención a la lengua del pueblo. A mí, ese calificativo de carácter conservador de la Academia no me cierra ya que no fue el espíritu que signó sus inicios.
P.: Sin embargo, el lema de la Real Academia Española sigue siendo: «Fija, limpia y da esplendor»..
V.G.C.: Bueno, sigue siendo el mote convencional porque la Academia en esto es muy fiel a las tradiciones pero los actuales estatutos dicen que su objetivo fundamental es «trabajar para que el idioma, en su constante adaptación a las necesidades de los hablantes, no quiebre su esencial unidad».
P.: Al tomar en cuenta las expresiones populares ¿No se corre el riesgo de legitimar aberraciones sintácticas que se naturalizan en el lenguaje cotidiano?
V.G.C.: Las palabras no son clasistas, la Academia no registra más que aquello que es acorde con lo que antiguamente se llamaba el «genio de la lengua». No damos carta de naturaleza a términos extraños al español, a su fonética, a su estrucutra sintáctica. Pero dentro de ese armazón la Academia está abierta a lo que el pueblo va haciendo porque la lengua la hacen los hablantes. Como expresó Horacio, «En cuestiones de lengua, el uso es más poderoso que los Césares». En esta edición se ha incluido al voceo como alternativa natural de conjugación verbal. Parece una cosa pequeñita pero tiene cabal importancia porque implica que el conjunto de las academias han reconocido el valor de la norma a raíz del caso argentino.
P.: ¿Cómo se mantienen las particularidades de cada país en un mundo que se
globaliza?
V.G.C.: Registrando las diferencias y reconociendo que el español es rico porque, siendo muy unitario, es al mismo tiempo muy variado. Sin embargo, el léxico no plantea problemas en la interacción: si yo llego a Bogotá y me dicen «¿Le provoca un tinto?» no voy a creer que me están tomando por borrachín y me ofrecen vino, deduzco por el contexto que se refieren a un café.
P.: Con las supresiones de la «Ch» y «la Ll», ¿la «ñ» se convierte en el último bastión del alfabeto español?
V.G.C.: La «ñ» es una letra auténtica del alfabeto español. Distintos son los casos de la «ch» y la «ll», que no figuraban en el primer diccionario y que se incorporaron en el XIX para subrayar la relación entre letra y fonema, es decir, su sonido. Se estableció entonces que la «ch» y la «ll» eran letras del alfabeto, pero son en realidad dígrafos. Muchos organismos internacionales como la UNESCO nos pedían que volviéramos al alfabeto latino universal para que personas ajenas al alfabeto hispanohablante no se confundieran.
P.: Usted se pronuncia explícitmente en contra del «spanglish» o «angloespañol»..
V.G.C.: El «spanglish» es un uso de alternancia de códigos muy oscilante y variable pero no ha faltado más de un profesor que nos haya querido vender al «spanglish» como una lengua. Hasta amenazaron con publicar diccionarios de «spanglish» argumentando que los hispanos en Estados Unidos hablan así y no es cierto.
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