13 de enero 2001 - 00:00

Goris recrea con elegancia a Coco Chanel

Esther Goris como Coco Chanel.
Esther Goris como Coco Chanel.
Coco Chanel, diseñadora que revolucionó el estilo de la alta costura, creando al mismo tiempo una imagen femenina más suelta, atrevida y libre, logró fama y fortuna. Sus diseños exquisitos, más allá de la sensualidad y el refinamiento que denotaban, fueron como una revancha sobre su niñez desvalida y abandonada.

La distinción de su estilo es lo que más resalta en «Coco de París», el unipersonal creado por Daniel Mañas, quien tentado por el status social logrado por la huérfana que debutó como prostituta en un cabaret de mala muerte y logró codearse con los hombres más importantes de su época, intenta construir un retrato de la luchadora mujer.

A pesar de que la tormentosa vida de la protagonista tiene aristas provocativas y avatares que la convierten casi en una contrapartida de Don Juan, la sola enumeración de los hombres famosos que gozaron de su amistad o de haber compartido su lecho no basta para darle carnadura al personaje. Para ello, hubiera sido necesario sacrificar todo dato digno de figurar en las páginas de «Sociales», inclinándose sobre uno o dos hechos que marcaron su vida, que brinda sobrado material para alimentar una pieza dramática.

Pero Daniel Mañas ha preferido enunciar los nombres de las celebridades que se cruzaron en la vida de Coco. Desfilan así, Salvador Dalí y Picasso, con los que trabajó como diseñadora en espectáculos teatrales; Luchino Visconti, con el que sostuvo un romance efímero; Jacques Lacan, Jean Cocteau, Winston Churchil y hasta el mismísimo Charles Chaplin, entre otros.

La similitud de la existencia de la modista con la de Edith Piaf, también desvalida y huérfana, con quien se indentificaba, sirve de excusa para que la apasionada y desgarradora voz de la cantante sirva de nexo entre uno y otro esquicio.Y así, «El gorrión de París», comparte el protagonismo del espectáculo con los modelos que luce Esther Goris. Las imágenes proyectadas evocan la belleza desfachada y personalísima de esa mujer que, a pesar de sus éxitos, no alcanza nunca el amor, para quien «una mujer que no es amada, no es nada».

Si
Mañas hubiera profundizado en uno solo de los aspectos de esa vida aparentemente exitosa, pero signada a la vez por la soledad y el abandono, podría haber creado una imagen creíble, pero el autor no desarrolla una línea dramática en la que la intérprete pudiera apoyarse.

Esther Goris
tiene elegancia y carisma y lleva la ropa con prestancia, pero no consigue dotar a su criatura de vida y de verdad. De modo que el vestuario de Gabriela de Fernández, la «bijouterie» de María Teresa Villarroel y la sensibilidad de Felisa Pinto (asesora de estilo) se llevan el aplauso, compartido es claro, con la insuperable Piaf, presente sólo con su voz entonando las desgarradoras estrofas de «Je ne regrette rien».

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