23 de julio 2001 - 00:00

Hace 40 años salía al aire "Canal 11", con los jesuitas

Hace 4 décadas, «Canal 11» iniciaba sus transmisiones y le daba un perfil nuevo a la TV argentina con la difusión del cine de Hollywood, que llegó a ser uno de los programas más populares. En esta nota, dialogamos con el jesuita Héctor Grandinetti, quien tuvo una importancia clave en el nacimiento del canal, y que en la actualidad vive en San Miguel. El viejo "Canal 11" impuso en pantalla algo desacostumbrado: películas de primer nivel de Hollywood, entre ellas muchas que hoy son imposibles de volver a ver.

Héctor Grandinetti
Héctor Grandinetti
"Esta noche a las 21 usted también está invitado a la inauguración de Teleonce... Los Cuatro Ases. El más popular cuarteto vocal de los Estados Unidos. Fiesta en Japón. El majestuoso espectáculo del arte japonés. ¡Y el más extraordinario desfile de astros y estrellas del cine, teatro, radio y televisión argentina!"

Con este anuncio, «Canal 11», propiedad de DICON S.A., anunciaba su debut oficial el 21 de julio de 1961 a las 21. El maestro Horacio Malvicino (también conocido como Alain Debray) dirigió una gran orquesta de músicos argentinos para darle ritmo al acontecimiento, y también para acompa-ñar a «Los 4 Ases». Malvicino se acuerda apenas de los temas cantados por este grupo vocal ítaloamericano que aún hoy recorre casinos y bares de hoteles a lo largo y ancho de los Estados Unidos.

Si Martin Scorsese filma otra película con De Niro y Joe Pesci, seguro que los llama. Por algo fueron los artistas elegidos por la ABC, la cadena televisiva que por entonces firmaba uno de los mayores contratos de la historia por la exclusividad de Frank Sinatra.

Los diarios se ocuparon de cubrir la inauguración del canal, y varias empresas, como General Electric, saludaron el debut con avisos de bienvenida. Otros mensajes eran menos amables.

En ese entonces, para una gran parte de la sociedad argentina, el sólo hecho de dedicar el horario central de un canal de TV a un film extranjero era un agravio al ser nacional, y surgieron todos los valores chauvinistas que suelen esgrimirse en estos casos.

Hay algunos puntos que la historia de la TV no suele recordar, y que tienen que ver con la participación del clero en el nacimiento de «Teleonce». Para celebrar los 40 años de la TV privada en la Argentina, que empezó con la aparición de los canales 9 y 13 en 1960, aparecieron tres libros, ediciones lujosas repletas de fotos (muchas veces en colores), y gruesos volúmenes escritos por varios especialistas de renombre.

Sin embargo sólo uno de ellos le dedica un pequeño recuadro de media página al protagonismo de la Compañía de Jesús y el Padre
Héctor Grandinetti en la aparición de la televisión privada en la Argentina. Lo más llamativo es que uno de estos libros está editado por ATA (Asociación de Teledifusores Argentinos), institución que a pesar de deber su existencia a la labor de aquel legendario jesuita mediático, en su libro omite la participación clerical en la historia de nuestra pantalla chica.

Por eso no llama la atención que los 40 años del «Canal 11» hayan pasado como si nada en la pantalla de «Telefé» (consultado por este diario, el departamento de prensa de la emisora no tenía conocimientos de que existiera ningún aniversario relacionado con el canal; aunque a última hora del fin de semana emitió un imperceptible corto institucional). Muy enfermo, enclaustrado en su celda del Colegio Máximo de San Miguel, un anciano
Padre Grandinetti vive aislado de un mundo que, de todos modos, no parece querer tener noticias suyas.

Grandinetti
editó un libro, «La otra cara de la televisión argentina» (edición de autor, publicado en Buenos Aires en 1994), que relata a manera de autobiografía los prolegómenos iniciales del equipamiento y adjudicación del «Canal 11». El autor se ocupa especialmente de señalar cómo, desde su propia orden, vino una disposición para marginarlo del directorio del canal, convirtiéndolo en un ambiguo «asesor general».

Habla de un «abogado que no se portó muy bien» (lo dice casi con cariño, como regañando a un alumno muy querido del que siempre espera una nueva travesura), y con un poco más de sequedad insinúa que algún poder laico o religioso no se sintió cómodo con la exposición excesiva derivada de tener a un sacerdote como director de un canal de TV.

También cuenta cómo, en 1957, contactándose en misa con la esposa del entonces presidente
Pedro Eugenio Aramburu, consiguió una cita con el mandatario que permitió dar el paso inicial para la licitación de los canales, finalmente aprobada por Arturo Frondizi.

El padre
Grandinetti habló por primera vez en años sobre aquel proyecto logrado a medias. «Los empresarios no quieren tener a nadie encima», dice. «No les gusta tener que responder a alguien ni ser controlados por un poder superior. Ni bien pudieron, eligieron otra dirección. Pero yo nunca me peleé con nadie».

En su libro, el padre
Grandinetti tiene una visión pesimista de su paso por «Canal 11», aunque no cuenta muchos detalles (se aflige con el recuerdo del show inaugural al que ni siquiera lo invitaron). Fue una eminencia gris, un «asesor general» que no podía formar parte de un directorio lleno de nombres relacionados con el negocio del cine local.

En cambio en muchos capítulos de autobiografía mediática contagia su ingenua felicidad al disponer de un Rolls en Inglaterra o llega a conocer a
Grace Kelly y Xavier Cugat. «Yo fui uno de los primeros en hacer cine debate en la Argentina», explica con orgullo el padre Grandinetti en su ascética habitación.

• Comprensión

«Siempre creí que la gente mira las películas, pero no termina de entenderlas, y que si las discute al final de la proyección puede acercarse mucho más a las ideas principales de un film». Partiendo de esta base no llama la atención que el flamante «Canal 11», en sus primeras publicidades gráficas aparecidas en los diarios para publicitar su programación, le diera un énfasis especial a sus ciclos de cine, por entonces llamado «Aquí Hollywood».

Evidentemente, para el padre Grandinetti Hollywood era algo grande. En su habitación hay una foto en la que camina con el Papa en Roma, y otra posando junto a
Errol Flynn en Hollywood. Actualmente, un ejecutivo de Crónica TV, Alfredo Scalise, que empezó en el canal como redactor y fue ascendiendo hasta la gerencia de prensa, publicidad y programación, recuerda haber visto una o dos veces al padre Grandinetti en aquellos días.

«No era alguien con el que uno trataba, era el que estaba arriba de todos, como el Papa...Y era un soñador. Tenía el plan de un edificio futuro para el canal que era un rascacielos como de 40 pisos: cada piso era un estudio distinto. Obviamente eso era algo utópico, pero en el canal había una maqueta de ese proyecto», recuerda.

El padre
Grandinetti cuenta que una vez propuso hacer un canal de TV en el Vaticano, pero le dijeron que estaba loco. También, mucho antes de que Inter-net se volviera algo masivo, estudió las posibilidades del mundo virtual para difundir la palabra divina. No todos los sueños pueden concretarse. El que sí se hizo realidad fue el interés y el énfasis notorio en el material fílmico importado y de la mejor calidad artística posible, lo que se debe a que el jesuita encargado de llevar adelante esa cruzada catódica era un sacerdote dedicado desde mucho tiempo atrás a ver y debatir el cine desde un punto de vista religioso.

Desde el principio «Canal 11» puso el énfasis en el cine. En 1965 inició el primero resistido y luego muy popular cine doblado y no subtitulado con el ciclo «Hollywood en Castellano», tan exitoso que estuvo 25 años en el aire. Y a partir de 1969 modificó completamente el panorama televisivo argentino al poner en el aire su legendario «Cine de Super Acción», maratón cinéfila de los sábados tarde que siguió inmutable hasta los dos primeros años de Telefé, en 1993, logrando los primeros puestos del rating ya a partir de 1972, dos años después de que entrara en el canal el exitoso
Héctor Ricardo García, que lo llevó al primer puesto en el rating.

También produjo que, al ser copiado por los otros canales, con programas como el Festival de Cine y Series del 13, la TV argentina de aquellos años pasara una catarata asombrosa de buen cine de todo tipo: un fin de semana de 1973 podía incluir dos films de
John Ford, junto a títulos de Jean Renoir, Inoshiro Honda, Roger Corman, Alfred Hitchcock y Fritz Lang (algo que hoy no se consigue ni en el cable, que encima es un servicio pago).

Es curioso, pero hasta los ejecutivos de televisión que trabajaron en Teleonce y aún hoy continúan activos siguen sorprendiéndose del éxito que tuvo el cine en TV, y que con el paso de los años permitió que el canal con menos presupuesto y menos rating pudiera llegar a tener los mayores niveles de audiencia.

«A veces les tenía que pedir a los vendedores que no permitan más pautas en la Superacción de los sábados, porque los comerciales ya no entraban en las tandas»
, comenta el padre Grandinetti, quien no duda en afirmar cosas como: «Si un televidente tiene que elegir entre una de las tonterías que casi siempre se vieron en las producciones argentinas de TV, o una buena película de la Fox, con un tema interesante, actores famosos... probablemente prefiera la película. Y una película bien seleccionada desde un punto de vista de su argumento puede servir para analizar todo tipo de temas morales, incluso si es un policial o una película de terror».

Cuando se le mencionan dos cineastas famosos formados con los jesuitas,
Hitchcock y Bu-ñuel, Grandinetti pone cara de desagrado. «Siempre preferí los temas humanos, el tema de la familia fue siempre el que más me interesó. Pero el cine de terror siempre fue especial para captar el interés de los chicos. El público infantil siempre fue atraído por la fantasía, y un film de terror servía para engancharlos en este tipo de programación».

Justamente el primer film emitido con un buen lanzamiento publicitario por el 11 fue, el lunes 24,
«Lazos Humanos» («A Tree Grows in Brooklyn») brillante melodrama social de Elia Kazan, de quien el sábado siguiente se vio «La Luz es Para Todos» («Gentlemen's Agreement», célebre film de mensaje contra la intolerancia y el antisemitismo protagonizado por Gregory Peck).

De algunos temas el padre
Grandinetti no habla demasiado, y se limita a asentir o negar con la cabeza. Por ejemplo de un tema nunca antes mencionado en ningún texto o artículo sobre la TV argentina, el de los llamados «padres chequeadores» que, como se demuestra en el libro de próxima aparición «Cine de Super Acción» (del autor de esta nota y Fernando M. Peña, que editará Norma Kapelusz) trabajan diariamente en la filmoteca del canal aprobando los films y se-ñalando cortes en «escenas de mucha violencia o besos muy profundos», según recuerda el por entonces compaginador de la filmoteca del 11, Jorge García.

• "Chequeadores"

Algunos de esos «padres chequeadores» fueron el padre Alvarez (que luego dejó los hábitos al contraer matrimonio) y el padre Albino Grassi (tan moderno que le trajo a García un resumen en 8mm del «Drácula» con Bela Lugosi como regalo, luego de un viaje por los Estados Unidos).

Eran curas muy queridos por todos los empleados del canal, lo que no ocurría con un español, el padre
Cortina, al que muchos llamaron «un verdadero inquisidor, que daba miedo y andaba espiando a todo el mundo». Al recordar estos nombres el padre Grandinetti sólo tuvo palabras de respeto y afecto, sobre todo para Grassi. En cambio al escu-char el nombre Cortina, el fundador de la TV privada argentina dijo secamente «era un español que sabía mucho de cine», pero su cara, por primera vez en toda la entrevista, adoptó una expresión similar a la del jesuita Max Von Sydow en «El Exorcista».

«Cortar una película es muy fácil»
, aclaró el padre Grandinetti. «Lo que es difícil es cortarla bien». Según el compaginador García, las indicaciones eran siempre dejar la intención cortando los detalles más escabrosos que se pensaban impropios para una audiencia familiar. Scalise señala que si bien los «padres chequeadores» podían llegar a censurar una escena, su trabajo no era muy influyente debido a dos motivos: «por un lado las películas de esos tiempos eran todas aptas, y no había mucho para cortar. Por otro lado un canal sin presupuesto quería llenar el mayor tiempo de programación posible, así que de haber sido posible hubiéramos querido estirar las películas en vez de cortarlas».

Los que dejaron sin efecto la función de los jesuitas en la filmoteca del «Canal 11» fueron los militares, para implementar una censura más fuerte. Ojalá los que actualmente cortan pésimamente las películas en señales pagas como TNT o HBO (con sus eternos carteles diciendo «este film ha sido modificado por contenido») llamaran a los jesuitas para asesorarse sobre cómo editar correctamente un film.

Inclusive es probable que las actuales autoridades de Telefé necesiten algún asesoramiento parecido, ya que es muy triste ver cómo un canal que supo pasar buen cine y programas de debate del nivel de
«El Abogado del Diablo» (con Raúl Urtizberea discutiendo contra el padre Aduriz todo tipo de temas polémicos y trascendentes) ahora se limite a un cóctel de material fílmico con títulos tan creativos como el de los sábados a las 21 («Cine: hoy Dr. Doolitle con Eddie Murphy»...) o los debates de Badía sin ningún padre, pero con un penoso «Gran Hermano».


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