“En los hospitales públicos muere gente a cada rato, y los parientes luego amenazan. Pero en mi caso no le gritan al médico. Me gritan negro de mierda [nigger]” (Sidney Poitier en “No Way Out”).
Sidney Poitier fue mucho más que el primer actor negro con un Oscar
El intérprete afrontó como pocos el tema del racismo violento en sus primeros films, aunque luego alcanzó mayor fama mundial en películas como “Sabes quién viene a cenar” o “Al maestro con cariño”.
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Sidney Poitier. Arriba, durante la entrega de un Oscar de Honor en 2002. Debajo, con Richard Widmark en su film debut, el violento policial noir “No Way Out”, de Joseph Mankiewicz.
Corría 1950, con el macartismo y racismo extremos, uno de los periodos más reaccionarios de los Estados Unidos. Sin embargo esa era también la época de oro del film noir. Y así fue que en “No Way Out” de Joseph Mankiewicz debutó un joven negro (tenía 22 años, pero mintió y dijo que tenía 26 para que le dieran el papel). En los afiches aparecían los nombres de tres estrellas, Richard Widmark, Linda Darnell y Stephen Mc Nally, pero en el verdadero protagonista era Sidney Poitier, el único médico negro de un hospital en los barrios bajos, donde el racista Widmark se niega a que lo toque. Así es que en el segundo acto de “No Way Out” Poitier dijo por primera la vez la palabra “nigger” en una película de un estudio de Hollywood. También hay insultos y discriminación contra los blancos más pobres (country trash) y los negros toman actitudes violentas y atacan en hordas a los blancos.
Tiempos violentos
Estamos hablando de 1950, más de una década antes de Martin Luther King , Kennedy y los conflictos en todo el sur para terminar con la segregación. Ya desde su comienzo, Poiter se arrojaba sobre esos papeles, personajes negros que jamás se habían ni soñado en Hollywood.
El actor de éxitos de taquilla como “Al calor de la noche”, “Sabes quién viene a cenar” y “Al maestro con cariño”, que murió el viernes último a los 94 años, había conocido la más extrema pobreza y el racismo a todo nivel, sobre todo cuando vivio varios meses en el baño de una estación de trenes. Hay que pensar que las convenciones del cine norteamericano tenían locuras como que el cantor de jazz de la primera película sonora fuera un judío, Al Jolson, con la cara pintada con betún para simular ser un negro estereotipado.
Pasar de los Tío Tom, de “Lo que el viento se llevó” o los lustrabotas que se ocupaban de brillo del calzado de Bogart o Gable, al doctor de “No Way Out” (en castellano se la conoció con dos títulos antagónicos, “El odio es ciego” vs. “Un rayo de luz”) era un alto al vacío, sólo posible gracias a la audacia de Darryl Zanuck, uno de los productores más progresistas de la época. Y lo más asombroso es que este negro cabrón que aparecía desafiando a los blancos, de a poco empezó a convertirse en uno de los astros más populares de los Estados Unidos, incluido el Sur, donde “Sabes quién viene a cenar “recaudó igual o más que en los estados del Norte.
Con los años hubo una primera visión equivocada de la generación de cineastas como Spike Lee y John Singleton, acerca de que Poitier era el negro más lindo y bueno del cine, tanto que casi era rubio de ojos celestes. Eso se basa solamente en su personaje culto y humanista que quería casarse con la hija de Spencer Tracy y Katharine Hepburn en el clásico de Stanley Kramer de 1968.
En realidad, el Poitier que debería quedar grabado a fuego en la historia del cine norteamericano es el negro fugitivo que se escapa encadenado al racista Tony Curtis en la obra maestra previa de Kramer, “Fuga en cadenas” (“The Defiant Ones”, 1957.
Por eso no es una exageración decir que Poitier, con su sola presencia en esos papeles, provocó mayores cambios en el cine estadounidense que muchos directores y productores.
Permitió que Richard Brooks, que ya lo había dirigido en un papel secundario de “Semilla de maldad” (“The Blackboard Jungle”, 1955, la película que dio inicio al rock’n roll) se animara a viajar con él y Rock Hudson a Kenya para filmar la no por nada casi desconocida “Something of value” (1957) donde el negro combativo de otrora se transformaba en un terrorista, Mau Mau, que masacraba colonos británicos durante la revolución de 1952. El personaje de Poitier hacía todos los rituales sangrientos y no tenía más remedio que participar en masacres de mujeres y niños por su lucha libertaria. Lo más notorio de “Something of value” es que se rodó en Kenya mientras aún seguía la rebelión Mau Mau.
Poder
Poitier tuvo más poder del que ningún actor afroamericano habría soñado jamás, sobre todo luego de ganar el Oscar (por la simpática y un poco surrealista “Lilies of the Field” de Ralph Nelson, uno de sus directores favoritos), para elegir proyectos dignos de aquel médico negro de “No way out”. Justamente, Widmark, que le pidió mil veces disculpas luego de insultarlo de la manera horrenda de esas escenas, terminó siendo uno de sus mejores amigos, por lo que el duelo Widmark-Poitier se repitió en dos films memorables: “Los invasores vikingos” (“The Long Ships” de Jack Cardiff), donde el rubio era un vikingo y el negro un jeque que a pesar de tener un maravilloso harén (Rossana Schifiano incluida) mantenía el celibato para concentrar su energía en servir a Alá. Y en la muy tensa pesadilla de la Guerra Fría ,“The Bedord Incident” de Ralph Nelson, donde Widmark era un almirante psicópata que podría iniciar el holocausto nuclear, mientras que Poitier, en un giro novedoso, era un periodista, pero el hecho de ser negro no influía en la trama, lo que para mediados de los 60 era un detalle realmente moderno, tal vez el toque más antiracista que pudiera surgir de una película.
Ya en los 70, Poitier se dio cuenta de que la imagen de negro bondadoso y culto debía ser alterada para seguir manteniendo la fama adecuándose a los salvajes años. Ya no había censura y se podía filmar cualquier cosa. Así que se convirtió en el cowboy de “Duel at Diablo” o el tarambana parrandero de la primera película de su etapa director blaxploitation, la divertisima: “Uptight Saturday Niight”. que lo unía a Bill Cosby, Richard Pryior y Harry Belafonte. Su ácido sentido del humor se hizo más evidente aun cuando dirigió, con Richard Pryor y Gene Wilder “Stir Crazy”, cuya vigencia parece incrementarse con el paso de los años.
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