11 de diciembre 2025 - 14:50

IA en el cine: ¿dejaremos que los robots sueñen por nosotros?

España aspira a obtener algún Oscar con "El gran reinicio", primer film íntegramente generado por Inteligencia Artificial, y Tilly Norwood, la actriz no existente, abren la áspera polémica sobre la autonomía digital en las artes

Tilly Norwood, la actriz que no existe más allá del algoritmo digital.

Tilly Norwood, la actriz que no existe más allá del algoritmo digital.

Yuval Noah Harari, el filósofo e historiador israelí que publicó, entre otros libros, “Homo Deus” y “Breve historia del mañana”, subió hace una semana a su canal de YouTube y a sus redes una entrevista que le hicieron en Londres sobre la perspectiva de la Inteligencia Artificial en la humanidad (“Making Sense In a World of Crisis”). Es importante prestarle atención al más lúcido pensador sobre el tema

Según Harari, la aparición de la IA tiene un efecto más revolucionario que el de la imprenta o internet. Por primera vez, dice, estamos creando agentes capaces de producir significado sin una experiencia humana detrás. La IA No es sólo una entidad que ejecuta instrucciones sino que genera ideas, versiones de la realidad.

La sociedad se sostuvo, hasta ahora, en narrativas compartidas —el dinero, la ley, el arte—. De modo que, si los narradores ya no son humanos, el problema no es técnico; es civilizatorio. En su exposición deja de lado la pregunta sobre si la IA es buena o mala, sino si estamos preparados para preservar la autonomía, la responsabilidad y el sentido en un mundo donde la inteligencia ya no es exclusivamente humana.

Si, de todas esas narrativas empezamos por las artes, el surgimiento la modalidad IA en el cine produjo reacciones encontradas, a veces violentas. El teatro es irreemplazable: cuerpo presente, posibilidad de errores, variaciones entre una función y otra.

Hasta hoy, al menos, ese carácter no parece amenazada por mamarrachos holográficos, como los experimentos en los que se “resucitó” a Edith Piaf, María Callas, Michael Jackson o Whitney Huston, con banda de sonido ad hoc. Pero el cine, desde su nacimiento con los hermanos Lumière hace 130 años, fue siempre artificio, y por allí es donde la IA puede modificar radicalmente su condición.

Ese artificio empezó a levantar vuelo gracias a un error. A George Meliès se le trabó su cámara mientras filmaba un autobús en una calle de París y, horas después en el laboratorio, se maravilló al ver que el vehículo se transformaba, por ese corte, en el coche fúnebre que había rodado a continuación. Así, Meliès inventó el montaje, los trucos, los encuadres. En sólo un año, de 1895 a 1896, el cine dejaba de ser el simple reflejo de lo real y alcanzaba la categoría de arte creativo.

Y así como actores ya muertos continúan actuando cada vez que se proyectan sus películas, hoy ya lo hacen actores que jamás existieron más allá de un conjunto de datos. El caso más reciente se llama Tilly Norwood, una actriz generada íntegramente por inteligencia artificial que, según sus propios creadores, aspira a convertirse en “la próxima Scarlett Johansson o Natalie Portman”.

Tilly Norwood es obra de Eline Van Der Velden, actriz y fundadora de Particle6, una productora británica especializada en IA. En una entrevista con ABC News, Van Der Velden intentó atemperar el revuelo que provocó con su creación. O, mejor dicho, con su “criatura”, tal el nombre que el Doctor Frankenstein le dio a su monstruo, inspirado a su vez en la leyenda del Golem bíblico al que le cantó Borges en su célebre poema, y en la que la criatura terminaba sometiendo al creador.

Pero, sin poesía, vayamos a los hechos. “No está aquí para reemplazar a nadie y no es mi plan”, dijo Van Der Velden, agregando que el sector creativo debe ser el que defina los límites éticos y “no la industria tecnológica”. ¿Tendrá límites éticos la IA? Por el momento, la respuesta no es alentadora. La tecnología viaja a la velocidad de la luz y la legislación va caminando (salvo que también la piense la IA, aunque en ese caso es de imaginar por quién tomará partido).

Hollywood reaccionó con menos sarcasmo que alarma. Simu Liu, el astro de Marvel, ironizó: “sería fantástico que las películas dejaran de tener humanos interpretando emociones humanas”. Whoopi Goldberg habló de competencia desleal: un actor capaz de ser modelado con el trabajo de miles de personas, que no cobra ni se toma vacaciones.

La reacción del sindicato de los actores, SAG-AFTRA, fue más frontal. La actriz digital, dijo, “no es una intérprete sino un personaje generado por un programa entrenado con actuaciones robadas, sin permiso ni compensación”. Y advirtieron: “poner ese material al servicio de los estudios sería poner a los actores reales en la calle y devaluar el arte humano”.

Van Der Velden, en diferentes entrevistas, se defendió diciendo que en un sector como el audiovisual, donde muchas producciones mueren porque les falta un 20 o 30% del presupuesto, la IA podría abaratar costos y poner más rodajes en marcha. Insistió además en que el público podría conectar con Tilly de la misma manera que lo hace con los personajes de “Toy Story” o cualquier otro film animado, con el agregado de que ella misma, como actriz, trató de dotarla de matices más reales a medida que perfeccionaba el modelo.

Tilly es una obra de arte, un pincel nuevo, no un reemplazo”, escribió en un comunicado. Pero el ecosistema audiovisual recibe este “pincel” con sensaciones encontradas, sobre todo cuando se pronuncian los más destacados de sus integrantes.

Guillermo-del-Toro
Guillermo del Toro, uno de los directores que más firmemente se opone a la utilización de IA en el cine

Guillermo del Toro, uno de los directores que más firmemente se opone a la utilización de IA en el cine

El debate

La aparición de Tilly Norwood puso nombre propio a un conflicto que ya venía incubándose. La última edición del American Film Market (AFM), celebrada entre el 11 y el 16 de noviembre pasados en Los Angeles, se distinguió por tres hechos: la abrupta caída de ventas en materia de cine, las alarmas por el cierre de salas, y la creación del nuevo sector Innovation Hub, con foco en la IA. “La Inteligencia Artificial en el cine no está por llegar. Ya está”, dijo una de sus participantes.

Entre los directores, el debate abre una grieta profunda. Para James Cameron, la idea de un actor generado por IA es “horripilante”. Cameron, que se ocupó de aclarar en todo momento que no hizo uso de la IA en su última superproducción, “Avatar: Fuego y ceniza”, hizo una distinción tajante entre los efectos visuales que dependen de la acción humana, técnicos y especialistas en F/X, y la generación completa de actuaciones por algoritmo.

“Inventar un actor desde un prompt de texto es repugnante”, dijo. Acepta la IA para reducir costos o agilizar efectos (que él, según se dijo, no usó), pero trazó una línea divisoria contra reemplazar intérpretes o guionistas. Su argumento es artístico y también ético: una IA descontrolada podría, inclusive, representar un riesgo existencial.

En las antípodas está Paul Schrader, quien saltó a la fama como guionista de “Taxi Driver” y más tarde director de films como “American gigoló” y “Mishima”, que sostuvo que estamos a “dos años de la primera película completamente hecha con IA” y que él ya tiene un guion ideal para eso. Para Schrader, la IA es simplemente una herramienta más: “Un escritor crea emociones con palabras; un pixelador con IA puede crear el rostro que expresa esa emoción”. No sin ironía, hasta imagina un futuro donde la IA también escriba crítica cinematográfica con mayor “objetividad”. No teme por la muerte del cine, dice que es una evolución.

Gullermo Del Toro, por su parte, se ubicó del lado de Cameron: “La IA generativa no me interesa ni me interesará jamás”. Alguna vez dijo que “preferiría morir” antes de usarla para reemplazar una actuación. Para Del Toro, quien también aseguró que no echó mano de ella para su reciente “Frankenstein”, el arte requiere artesanía humana, emoción y personalidad, algo que “ninguna maldita app” puede simular sin caer en la estandarización.

Werner Herzog, el venerado director de “Kaspar Hauser”, “Aguirre, la ira de Dios” y “Nosferatu”, aportó —como buen alemán— una dimensión más filosófica: “las películas hechas por IA pueden tener historia, pero no alma”. La herramienta le parece válida para ciertos procesos técnicos, pero inaceptable si se trata de sustituir aquello que hace que una obra sea humana.

El australiano George Miller, director de las “Mad Max”, se mostró: pragmático y optimista: la IA “vino para quedarse”, dijo, y puede “democratizar” el cine, como cuando él fue jurado del festival Omni 1.0 dedicado a films creados con IA. Sin embargo, también subrayó que la clave será la colaboración entre creatividad humana y capacidad de la máquina.

Androides y ovejas

Torrado
Imagen de "El gran reinicio", la película del español Daniel Torrado íntegramente realizada con IA, y que tiene aspiraciones de algún Oscar.

Imagen de "El gran reinicio", la película del español Daniel Torrado íntegramente realizada con IA, y que tiene aspiraciones de algún Oscar.

Poco a poco, todas las voces van dejándose oír ante esta revolución: Steven Spielberg acepta la IA técnica pero no quiere que tome decisiones creativas. Ben Affleck desconfía de su falta de originalidad real, reducida a mezclas de lo ya existente. Nicolas Cage es contundente: “Los robots no pueden reflejar la condición humana, no dejemos que sueñen por nosotros”. Su idea recordó el famoso cuento de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Do Androids Dream of Electric Sheep?), base de uno de los grandes éxitos del cine fantástico de los 80, “Blade Runner”.

El caso Tilly Norwood reavivó un debate que se arrastraba desde hace años. En el medio aparece un argumento económico: abaratar costos o directamente permitir películas que, sin IA, no existirían.

Es el caso del director español Daniel H. Torrado, quien realizó “The Great Reset” ("El gran reinicio"), presentada como la primera película hecha completamente con IA. Con sólo un costo de 20.000 dólares, Torrado logró estrenar su film en algunas salas de Los Angeles, y tiene aspiraciones para lograr alguna candidatura a los premios Oscar.

Para él, la tecnología no reemplaza al cine, sino que lo optimiza. “La IA no decide la historia”, dijo. “La dirección artística sigue siendo humana; la herramienta solo amplía el campo de lo posible.” Su película, más allá de su calidad artística, marca un punto de inflexión en la industria.

El cine imaginó durante décadas los dilemas éticos que ahora afronta en carne propia: además del ejemplo más clásico, la computadora HAL en “2001, Odisea del espacio”, de Stanley Kubrick, que decidía la muerte de uno de sus protagonistas para salvar la misión, pueden enumerarse la ya citada “Blade Runner”, “Her” (la IA aprende a amar y a abandonar), “Yo, robot”, “A.I.”, de Steven Spielberg (donde la máquina, con un sentimentalismo a lo “E.T.”, desea pertenecer), “Matrix”, “Juegos de guerra”, y el clásico del cyberpunk “Ghost in the Shell”, entre tantas otras.

El futuro no está escrito —ni por humanos ni por algoritmos— pero el conflicto ya no puede evitarse. La IA generativa permite crear actores, escenas, mundos y películas enteras con costos antes impensados. La pregunta no es si puede hacerlo, sino qué precio estaremos dispuestos a pagar. Si, como dice Harari, estamos preparados para preservar la autonomía, la responsabilidad y el sentido, y si, como dice Cage, vamos a dejar que los robots sueñen por nosotros.

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