16 de julio 2003 - 00:00
"Incluimos una historia de amor que Wilde aprobaría"
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Periodista: Esta versión ofrece una mirada muy dura de la política norteamericana.
Pepe Cibrián: Así es. Yo me considero antiimperialista, lo cual no quiere decir panfletariamente antiyanqui. Por empezar no soy un hombre de izquierda ni un comunista, no porque esté mal, pero es a nivel cultural y humano que los imperios me parecen tan aberrantes. Lo que más me conflictúa de los norteamericanos es la impunidad de su poder y su pretención de legalizar lo ilegal. Pretenden ser la cuna de la democracia y con esto de la guerra de Irak hicieron listas negras para los que se oponían, como sucedió durante el macarthismo. En esta obra el arte, la belleza y la cultura están del lado de los británicos, pero no nos olvidemos de que también ellos colonizaron a medio planeta. Por eso el marqués de Canterville les dice en un momento a los norteamericanos: «Hubo un tiempo en que nosotros también fuimos imperio, iguales de prepotentes que ustedes. Lo que no se compraba se conquistaba. Pero la historia es un ciclo y aquellos que compran luego se venderán.»
P.: Wilde opone al materialismo los valores humanos del arte y la cultura europeos. Pero es evidente que para usted el mundo en general carece de ideales, sensibilidad artística y valores éticos.
P.C.: Así es. Hay un cuadro en el que los yanquis le compran al marqués su bandera, su himno...le compran todo lo que les da la gana, pero Virginia, la hija, es la única que respeta al fantasma. Por eso imaginé una historia de amor entre ellos. Sé que a Oscar Wilde le hubiera gustado eso, él es como un amigo para mí y lo conozco muy bien. Ese mundo de los fantasmas es el mío propio, el que vivieron mi padre y mis abuelos. Gente que dedicó su vida al teatro y que tenía una extrema sensibilidad como todos aquellos que se mueven en el ámbito de la cultura. Los artistas somos como fantasmas en este mundo hostil, sufrimos mucho porque siempre buscamos otros valores y una realidad más elevada, pero también disfrutamos más que nadie.
P.: La idea de montar esta obra fue suya, Mahler, ¿qué lo atrajo de esta historia?
A.M.: Me pareció que esa mezcla de humor y de romanticismo que tiene la historia original nos ofrecía un material muy bueno para trabajar. A mí me llevó a componer una música muy angelical. Cuando mis hijos, de 12 y 14 años, vinieron a ver la obra, que les encantó, me dijeron que la música los había transportado a un lugar muy mágico.
P.: El ambiente fantasmagórico de la obra y su intenso lirismo siempre atrajo a los jóvenes. Hasta Charly García compuso un tema inspirado en esta historia.
A.M.: Yo creo que nos va a seguir emocionando siempre, porque apela al niño que llevamos dentro. Hace poco llegamos a la conclusión -después de tantos años-que el éxito de «Drácula» se debió a lo mismo. En enero, cuando la repusimos, yo vi entrar al Opera a chicos muy jóvenes con aritos y piercing. Y ahí nos dimos cuenta que era una historia que emociona a grandes y a chicos por igual, porque tiene que ver con algo que desearíamos vivir y no podemos. ¿Por qué la gente fue a ver «Drácula» siete u ocho veces, porque quería cambiar el final, quería que Minna se quedara con Drácula. Por suerte, esta historia termina bien, la chica elige quedarse con el fantasma.
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