16 de septiembre 2008 - 00:00

Infancia y memoria en la obra de Bourgeois

«El nido», de Louise Bourgeois. La artista, de 96 años, fue distinguida con el Premio Aragón-Goya 2008 y se le consagraron retrospectivas en la Tate Gallery de Londres y el CentroPompidou de París.
«El nido», de Louise Bourgeois. La artista, de 96 años, fue distinguida con el Premio Aragón- Goya 2008 y se le consagraron retrospectivas en la Tate Gallery de Londres y el Centro Pompidou de París.
"Mi infancia no ha perdido nunca su magia, ni su misterio, ni su dimensión dramática", dijo Louise Bourgeois, de 96 años. De fuerte influencia en el arte contemporáneo, Bourgeois ha sido distinguida por unanimidad con el Premio Aragón-Goya 2008 y, a la vez, se organizaron este año sendas retrospectivas en la Tate Gallery de Londres y en el Centro de Arte Georges Pompidou de París. En este último presentó una araña gigante de bronce y acero, que tituló, en 1999, «Mamá», figura recurrente en sus obras así como la de su padre, en la escultura monumental La destrucción del padre (1974).

Bourgeois (París, 1911) nació en pleno apogeo del cubismo. Su padre era comerciante de antigüedades y tapices y su madre trabajaba en la industria textil de Aubusson. Con la llegada de una institutriz inglesa que posteriormente se convertiría en la amante de su padre, se inició uno de los conflictos que marcaron la vida y la carrera artística de la gran escultora. «Mi mente como artista estaba condicionada por este asunto, por mis celos de esa horrible intrusa», señaló una vez. Bourgois se formó inicialmente en la pintura.

Estudió en la Escuela de Bellas Artes de París y en el taller de Fernand Léger. En 1938, luego de su llegada de Nueva York y su matrimonio con el historiador de arte Robert Goldwater, inició su trayectoria como escultora. Sus obras de la década del sesenta incorporan órganos vitales y remiten a emociones fuertes ligadas a traumas infantiles.

Entre las más recientes, las Celdas son grandes jaulas que albergan los recuerdos del hogar natal de la artista. Cells (celdas, células), son una serie de espacios teatrales que representan diferentes tipos de dolor: «el físico, el emocional, el mental y el intelectual», señaló la artista. Estas celdas, realizadas con diferentes materiales de desechos urbanos encontrados en demoliciones o contenedores, son espacios cerrados total o parcialmente, a los que el espectador puede ingresar directamente u observar a través de puertas, ventanas o telas metálicas.

Estas obras no sólo remiten al castigo en celdas de prisiones sino también a la reclusión en los conventos, como espacios de meditación. Las expuso en una de sus últimas muestras, Tejiendo el tiempo, en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, que además cuenta con obras de la artista en su patrimonio. Interesado por los diferentes movimientos y tendencias del arte del siglo XX, y en particular las últimas décadas, el CAC posee obras de autores internacionalmente reconocidos, Cindy Sherman, Tony Cragg y Damian Hirst, además de Louise Bourgeois.

En su larga trayectoria, Bourgeois ha explorado temas como la angustia, el miedo y la vulnerabilidad. «Es necesario abandonar el pasado cada día o aceptarlo. Si no se consigue, te conviertes en escultora», dijo la artista. En He Disappeared into Complete Silence, 1947, materializó enigmáticos edificios, estructuras arquitectónicas con aberturas que semejan balcones o ventanas, con breves textos de un extraño relato sobre la incapacidad humana para comunicarse.

A comienzos de la década del cincuenta había comenzado una serie de piezas totémicas en madera cuya verticalidad remitía a la presencia humana. Estas primeras obras fueron reelaboradas recientemente por la artista, reinterpretándolas en figuras en tela, como las piezas expuestas Untitled 2001 y 2002. En los últimos años realizó bustos a tamaño real, figuras totémicas, además de las celdas-vitrinas.

Utilizó para estas obras telas de sábanas, mantas o ropa que ella usó a lo largo de su vida: materiales simbólicos ligados a su pasado. Seven in a Bed (2001) remite, por un lado, a su infancia cuando las mañanas de los domingos ella y sus hermanos saltaban en la cama de sus padres. La proliferación de cabezas y caras, por otro lado, al aludir a la imagen bifronte del dios Jano, que tenía dos caras, plantean el carácter ambiguo de la realidad: cosas y personas no son siempre lo que parecen.

Se destacan las figuras maternales, sus conocidas mujerescasa, y Standing Figure (2003), un pequeño personaje de tela. El reconocimiento de su obra se afianzó mundialmente cuando se convirtió en la primera mujer artista a la que el Museo de Arte Moderno de Nueva York, MoMA, le dedicó una retrospectiva.

En 1992 diseñó el pabellón de Estados Unidos en la Bienal de Venecia y participó en la IX Documenta de Kassel, Alemania. Ha sido también una pionera en el uso de la instalación, un arte que funda un espacio y reclama la participación del espectador.

En Líquidos preciosos (1992), presentó con una iluminación tenue, dos esferas de madera y docenas de ampollas de cristal colgando sobre una cama metálica. En sus más recientes bustos llama la atención la crudeza con que están cosidos. Se destaca un inquietante parecido con la realidad de estas figuras: parece que sus ojos miran y sus bocas abiertas suspiran. Bourgeois ha trabajado con una rica variedad de materiales desde el bronce y el mármol hasta tejidos y látex propios de las esculturas blandas.

Es una de las primeras artistas que ha sostenido la importancia de la autobiografía y la identidad como temas de su producción. «Mis obras son una reconstrucción del pasado.
En ellas se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido»,
escribió. No es una casualidad sino una síntesis de su creatividad que, hace más de diez años, los arquitectos suizos Herzog y De Meuron ubicaran en la entrada de la New Tate dos esculturas de Louise Bourgeois, de doce metros de altura.

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