Justo cuando el mercado del arte atraviesa una depresión pronunciada, arteba redobla su apuesta y se ofrece como tabla de salvación. Por primera vez la feria pone el foco en los números. La semana pasada se presentó en ArtHaus, institución del microcentro creada recientemente.
La 25º edición de arteBA se celebrará desde el 29 de agosto
Habrá más de 400 artistas representados por 67 galerías de 16 países en el Centro Costa Salguero. Dos días antes realizarán sus compras las instituciones y coleccionistas.
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"Sin título 22", de la serie "El fin de la imaginación", de Villar Rojas.
La edición de este año abrirá sus puertas al público desde el 29 de agosto hasta el 31 con más de 400 artistas representados por 67 galerías de 16 países en el Centro Costa Salguero. Pero el resultado de la batalla para lograr ventas exitosas -que esta vez es lo que importa- se va a definir dos días antes, en las jornadas previas a esa fecha. El 27 y el 28 de agosto realizarán sus compras las instituciones y coleccionistas. Para comenzar, el patrocinante de la feria, el banco Santander, soporte de varios programas, marcará el inicio al adquirir la primera obra. Luego, en tiempos de vacas flacas, la empresa Zurich, fundadora del programa Matching Funds, renovó su presencia. Después de varios años de estar ausente, Zurich volvió a ofrece fondos para adquisiciones de obras que las instituciones deben igualar o incrementar. Las elegidas para recibir el beneficio Matching Funds, esta vez, son: los museos de Arte Contemporáneo de Salta, el Franklin Rawson de San Juan, Moderno de Buenos Aires, Arte Contemporáneo de Buenos Aires, el Malba porteño, la Agencia Córdoba Cultura y la Fundación Klemm.
Lejos quedaron los tiempos en que el Museo Moderno pedía donaciones a los artistas como única estrategia para incrementar su patrimonio. Hoy, al aporte de Zurich, que rompió en gran medida con ese expolio, se suma la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (organismo público-privado) con los pasajes. El Programa de Adquisiciones, que se reitera desde hace 20 años, está bien trabajado. Ayer en el Malba durante una charla introductoria a la feria orientada a nuevas audiencias, se brindaron algunas claves para recorrerla.
Entretanto, se confirmó que llegarán los directivos y curadores desde el Reina Sofía de Madrid, el Guggenheim de Nueva York, los museos Saint Louis de Missouri, el de Arte Contemporáneo de Barcelona y el Contemporáneo de Los Ángeles, el de Denver, el de Arte de Lima, el Instituto de Minneapolis y la colección Deichtorhallen de Hamburgo. La Fundación Ama Amoedo invitó a Patricia Hanna, directora y curadora de la Fundación Jorge Pérez. La embajada de Brasil participa con el envío de los curadores del MAM Rio y el MAR, ambos de Río de Janeiro.
En esta nueva edición, como si se atravesara una tormenta, más que las novedades y los cambios, interesan las finanzas y los arribos del exterior inspiran ilusiones concretas. Con los compradores locales y el turismo en franca retirada, para los operadores del mercado las cifras de la inversión en la feria resultan abultadas. En la Sección Principal, 44 galerías pagaron 508.200 pesos con IVA incluido el metro cuadrado, mientras por su parte, los 19 stands que ocuparán en Utopia (sic), la movida de los más jóvenes y el arte experimental, cuesta 4.537.500 millones también con IVA. Cifras a las se debe añadir el costo también elevado del montaje. El precio subió considerablemente si se coteja con el del año pasado, 401.115 el metro cuadrado. En arteba aseguran, en rigor, que teniendo en cuenta la situación del mercado, el aumento fue menor que el índice de inflación. Aunque casi todos los operadores sienten el costo, los más ambiciosos tuvieron que multiplicar alrededor de 100 veces el precio del metro cuadrado.
Por primera vez, varias galerías recurrieron a los préstamos del Fondo Nacional de las Artes, institución que firmó un acuerdo con la Fundación arteba con el objetivo de recuperar el liderazgo y volver a ser la mayor feria de Latinoamérica. El FNA otorgó préstamos con tasa 0 a varias galerías, entre ellas figura Piedras con un crédito de 10 millones de pesos, Rolf con 20 millones, Constitución con 2 millones y hay otras en proceso. No obstante, mientras algunas galerías apuestan a ganar, otras no participan o cerraron sus puertas. La Fundación arteba, con Santander y los patrocinantes que aparecieron en un momento difícil, afrontan gastos para elevar el nivel, como la presencia de la curadora Aimé Iglesias Lukin para poner en escena el ciclo de conversaciones. En la Isla de ediciones, la Fundación PROA presentará una selección de editoriales que trabajan en torno del arte sonoro. En su propio auditorio se presentarán libros de las editoriales presentes.
Un gran atractivo de esta feria es convocar a la diáspora de artistas que se fueron del país y vuelven con sus galerías extranjeras, como Diego Bianchi. Un buen ejemplo es el de Adrián Villar Rojas. En 2011 representó a la Argentina en la Bienal de Venecia y nunca más regresó. Tiene 45 años, “vive y trabaja de manera nómada” y sus obras se vieron en el Jardín de las Tullerías y la Fundación Louis Vuitton de París, la Documenta de Kassel, el Metropolitan y el MoMA de Nueva York.
La feria siempre ha sido la fiesta genuina del arte, el momento esperado para el reencuentro. En gran medida está potenciada por la visibilidad que le han brindado siempre los medios, desde 1991, cuando se fundó, y en la actualidad, por la circulación de todos los actores, en especial los artistas, a través de las redes. Hay compradores que surgieron con arteba y esperan esta fecha para mirar el horizonte del arte moderno y contemporáneo. Y recién allí eligen una obra. Y hay, también, un público y coleccionistas con el gusto y el ojo educados por arteba.
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