La Fundación Proa acaba de inaugurar la exposición “Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo/ ’60 - ’70” con obras de los estadounidenses Dan Flavin, Dan Graham, Sol LeWitt, Bruce Nauman y Fred Sandback, precursores de movimientos artísticos que tuvieron un desarrollo simultáneo en esos años. La curadora de la muestra, Katharine Wright, describe las obras con palabras tan sencillas como los principios básicos que las rigen. Después de recorrer la muestra, Wright resume, con una frase, el revolucionario legado de este grupo de artistas: “Lo que ves es lo que es”. En buen argentino este dicho se puede traducir como “esto es lo que hay”. Lejos de desmerecer la exposición, esta expresión representa la ofensiva de los minimalistas y conceptualistas frente a las complejas interpretaciones estéticas de los críticos y gurúes del arte. Para comenzar, rechazan las dedicadas al expresionismo abstracto (como las de Greenberg y Rosenberg), las del Pop, el Op Art y también los discursos sobre los movimientos creados por ellos mismos. Un floreciente mercado alentaba los discursos eruditos y definiciones que incomodaban a los artistas.
La Fundación Proa celebra a los "ismos" más contemporáneos
La muestra "Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo/ '60 - '70" se compone por obras de los artistas estadounidenses Dan Flavin, Dan Graham, Sol LeWitt, Bruce Nauman y Fred Sandback.
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Entretanto, lejos de allí, una mirada retrospectiva descubre los objetivos de Proa. Hace 20 años se exhibió en La Boca una gran muestra de Dan Flavin acompañada por un catálogo donde el artista relataba los fundamentos de sus obras, configuradas con tubos de luz fluorescente adquiridos en los comercios al mejor estilo ready made. La luz de Flavin desmaterializaba la arquitectura y nos envolvía convirtiéndonos en parte viva de la obra. Todo era sorprendente. Y el propósito de Proa no ha variado desde entonces: mostrar a los artistas y el público argentino, el arte consagrado por los centros internacionales. Como se sabe, el arte se nutre del arte.
Luego de estudiar en varias escuelas y la Universidad de Columbia, Flavin conoció en el museo donde trabajaba a Sol LeWitt, padre del conceptualismo. En 1961 incorporó bombitas de luz en sus pinturas y, en 1963, comenzó a explorar el espacio con los tubos de neón. “Es lo que es, y no es nada más. Todo es abiertamente, llanamente deliberado. No hay una abrumadora espiritualidad con la cual se suponga que hay que contactarse”, reconoce Flavin. ¿Una referencia a las obras de Rothko y su denso soporte teórico? “El boom del mercado del arte dependía de la producción de pinturas”, señala la curadora.
LeWitt también expuso sus murales abstractos en Proa, en el verano de 2001. Así se quebró el encapsulamiento de la Argentina de entonces, cuando el minimalismo y el arte conceptual llegaban con cuentagotas. Y aquella muestra fue un hito. LeWitt, teórico del grupo, destaca la importancia del concepto sobre la ejecución de sus obras. “La idea es la máquina que hace la obra”, sostiene. De este modo, reduce su producción pictórica y escultórica a modelos geométricos, diseña matrices que sus asistentes pueden pintar una y otra vez en su ausencia. De hecho, ahora mandó a Proa las instrucciones para la producción de un mural creado hace 40 años. La idea se ejecuta como una partitura musical. Aunque LeWitt reconoce que las conocidas secuencias fotográficas de Muybridge inspiraron su concepto de repetición, variación e intervalo de sus series.
Fred Sandback reacciona contra la crítica especializada que, con el afán de encasillar etiqueta el grupo con el rótulo “minimalistas”. Más allá de considerar lo “inapropiado” del término, Sandback declara que “el minimalismo involucra luz, espacio, hechos”. La magia de sus cuerdas blancas sobre las paredes también blancas atrapa la mirada del espectador en el misterio del dibujo abstracto. Los artistas emprenden búsquedas sobre cuestiones del pensamiento y, para ser entendidos, las comparten con el espectador del modo más sencillo posible. Así reducen el discurso a verdades axiomáticas, dato que de ningún modo implica que la experiencia estética se simplifica. Por el contrario, los límites entre autor, obra y observador se desdibujan y el espectador pasa a ocupar el papel protagónico.
El posminimalismo de Bruce Nauman se sirve de las teorías de LeWitt y de las nuevas tecnologías como el video. El cuerpo del artista se exhibe caminando sobre una cinta y volviendo sobre sus pasos. El espectador es el potencial voyer de acciones tan comunes que desacralizan el quehacer artístico y, desde luego, los intentos críticos más sofisticados. Los rasgos de su firma reproducidos en Neón abren la exposición. Finalmente, Dan Graham llegará en agosto para instalar en la vereda de la Fundación Proa uno de sus “pabellones”, una escultura con formato circular hecha de vidrio y espejos.
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