Fantasías, pesadillas y realidades de una madre primeriza, en pleno puerperio, y un nuevo domicilio que la anterior dueña dejó con siniestras marcas. Eliana Madera ofrece en “Las bendiciones” (Emecé) una contundente novela, historia de una obsesión y de los miedos irracionales que aparecen en momentos de vulnerabilidad.
"Las bendiciones", de novela familiar a thriller psicológico
Conversamos con Eliana Madera, quien en su flamante libro narra a la vez la historia de una obsesión y los miedos irracionales que aparecen en momentos de vulnerabilidad.
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Eliana Madera, autora de la novela "Las bendiciones"
Dialogamos con la autora,
Periodista: ¿A qué genero pertenece “Las bendiciones” dado que si bien retrata un mundo femenino hay desde un fondo sentimental a la intriga de un policial?
Eliana Madera: Yo diría que es un thriller psicológico que, según lo que le va sucediendo a Nadia, la narradora y protagonista, se desliza por momentos a otros géneros. Trata, centralmente, de dos mujeres, que se vieron apenas un par de veces, y pase que una le hace a la otra de un departamento cargado de intrigantes señales de violencia que conmueven a Nadia, la nueva dueña. Busqué que el lector no tenga nunca en claro dónde está parado, si lo que ocurre está en la fantasía o en la realidad. Es como si a veces todo sucediera en una especie de no tiempo que se parece a los cambios físicos y emocionales que provoca el puerperio a Nadia. Y los momentos de crisis de salud mental que vive Diana, la anterior dueña del departamento, la señora divorciada, la abogada que ya no ejerce, la madre acorralada por el mal camino que tomó Lorenzo, uno de sus tres hijos, el golpeador, drogadicto y ladrón.
P.: ¿El puerperio es lo que lleva a Nadia a buscar y descubrir las señales del pasado violento de la familia anterior?
E.M.: Al impacto de traer una criatura al mundo, y la cantidad fantasías que con él aparecen, está para Nadia lo tenebroso de vivir en una casa con insidiosas señales. El dormitorio con puerta blindada habla de un pasado tenebroso. Golpes en las paredes. Marcas, agujeros. Recovecos que esconden llaves y papeles con entrecortados lamentos. Signos que Nadia va descubriendo en un lugar que prometía ser feliz, pero pareciera que no.
P.: Nadia sufre una identificación con Diana a medida que sabe del divorcio y que su marido ya tiene una nueva esposa.
E.M.: Nadia se va sintiendo cada vez más vinculada con Diana y su mundo que con su propia realidad. Se siente impregnada por esa mujer que es casi una desconocida. Lo que Nadia sabe de Diana lo sabe por chismes, rumores, comentarios. Y por lo que ella imagina, adivina, sospecha. Está segura que Diana fue a esa casa con las mismas expectativas que ella, tener allí una vida familiar armoniosa. Y lo soñado, lo proyectado, de pronto empezó a fallar, por eso Nadia piensa que es importante para ella poder desentrañar la historia de Diana para protegerse y no repetirla. Diana es la madre que ella no quiere ser, así como Lorenzo el hijo que nadie quisiera tener.
P.: ¿Cómo ve ahora, con la distancia que da él libro impreso, su novela?
E.M.: Es la historia de una obsesión y de los miedos irracionales, de los miedos que aparecen en los momentos de vulnerabilidad, que en el caso de Diana se termina concretando en algo muy horroroso, y en el caso de Nadia es una fantasía, un fantasma. No es que cuente el lado B de la maternidad, son muchas las otras cosas que aparecen, como las diversas etapas que van atravesando esas mujeres. Las circunstancias personales en que están instaladas. Junto a las angustias y ansiedades, sueños y pesadillas de Nadia, está el contundente drama de Diana, y está Marta, la vecina que ayuda a Nadia con su bebe, la que conoce secretos y es la que juzga. Es la mujer que tiene todo bajo control, la que supo conducir su vida, la que va moralizando a los demás con un deber ser. Creo que en “Las bendiciones” hay una genealogía de mujeres.
P.: ¿Por qué le puso a su libro “Las bendiciones”?
E.M.: Al principio se iba llamar “Felices como nosotros”, frase que está en la novela. Después apareció “Las bendiciones”, que es como ahora se le dice a los niños. No tiene nada que ver con lo religioso. Pensando en Lorenzo, el mal hijo que aparece en la novela, pensé ponerle “Las maldiciones”, pero Claudia Piñeiro, una de las primeras lectoras de mi novela, tiene su serie “Las maldiciones”.
P.: ¿Qué le dejó participar en los talleres literarios de Abelardo Castillo, Diego Pazkowski y Liliana Bodoc?
E.M.: “Las bendiciones” la trabajé en el de Julián López. La gran formación fue con Liliana Bodoc. Los talleres proporcionan interlocutores válidos. Uno escribe en soledad y a veces es difícil saber si el texto está funcionando en el sentido que uno quiere que funcione, y el taller es un espacio de diálogo con gente que escribe, pero sobre todo que lee.
P.: ¿Por qué valora su formación con Liliana Bodoc?
E.M.: Me cambió la visión para siempre. En su taller trabaje mi primera novela, “17 kilómetros”. Yo venía de un taller donde hice un fuerte entrenamiento en el arte de la escritura. En ese taller se pensaba mucho lo formal, lo que sirve y lo que está en boga. Liliana Bodoc tenía otra mirada. Me hizo pensar en lo que yo quería contar y la forma en que querría contarlo, después si aparece una editorial bienvenida sea.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
E.M.: La historia de dos nenas de nueve años que se dan a la fuga, se lanzan a la aventura, a la libertad del campo y el alejamiento del mundo de los adultos, y toman un camino que las lleva a formar una comunidad de niños.




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