25 de mayo 2022 - 00:01

Lupita Ferrer: la hora del #MeToo también le llegó a la telenovela

Diálogo con la histórica actriz venezolana, que vuelve en la primera tira de Lifetime para América Latina.

Ferrer. “No podemos desoír los temas que hoy se imponen en lo social”.

Ferrer. “No podemos desoír los temas que hoy se imponen en lo social”.

Con un nuevo capítulo de “Amores que engañan” el domingo próximo en Lifetime, regresa a la pantalla la actriz venezolana Lupita Ferrer, histórica de telenovelas y recordada por “Cristal”, con Janette Rodríguez, “Amándote”, con Arnaldo André, “Morelia”, con Cecilia Bolocco o “Rosalinda”, con Thalía, entre otras.

“Amores que engañan” es la primera producción original de Lifetime para Latinoamérica con unitarios basados en historias reales de mujeres que enfrentan circunstancias adversas. En este capítulo, “Derecho a ser feliz”, Ferrer encarna a la madre de una mujer con dos hijos, ama de casa y casada hace 25 años. Dialogamos con ella.

Periodista: En las novelas siempre fueron frecuentes los hombres machistas y las mujeres sumisas. ¿Qué ocurre hoy?

Lupita Ferrer: No podemos desoír los temas actuales porque sería vivir en un mundo de fantasía y para eso está Disney, que también cambió sus temáticas. Nuestro mundo está demasiado convulsionado con guerra, abuso, violencia doméstica, femicidios, problemas que siempre estuvieron pero ahora se muestran en la pantalla. En “Cristal” mi personaje tenía un pasado oscuro, había abandonado a su hija, y hoy día necesitamos temas que estén pegados a la realidad y con los que el público se identifique. Hubo una época de series narco, pero ese es un tema limitante, no aparece el verdadero sentimiento, son temáticas frías, sin emociones humanas, que es lo único que perdura.

P.: ¿Qué le interesó de esta historia y su personaje?

L.F.: Quise volver luego de la muerte de mi madre. Mi personaje y el de mi hija son actuales y modernos, pero pese a toda la modernidad, la mujer sigue sufriendo los mismos males. Hago de la madre de una mujer abusada por su marido. Creo que los movimientos como el #MeToo atraviesan los contenidos y aparece también el temor horroroso en los abusadores de ser denunciados por prácticas del pasado. Hoy se trata en series la violencia doméstica no sólo física sino la manipulación psíquica. Y las mujeres siguen sin saber a dónde acudir.

P.: ¿Qué personajes y galanes recuerda con más cariño? ¿Qué le quedó pendiente?

L.F.: Tengo dos novelas emblemáticas en mi vida; en la que debuté hacía de una joven campesina ciega, no se vio en la Argentina, no se vendían todavía las novelas. “Cristal” me abrió las puertas a Latinoamérica. Un galán que no puedo olvidar es el español José Bardina, también el de Cristal, Raúl Amundaray, y Arnaldo André por su modo de ser, su amabilidad, su ser tan seductor. Me propuse conquistarlo en aquel momento, estaba de marido en marido, pero no tuve éxito con él. Un personaje pendiente para teatro es Blanche DuBois de “Un tranvía llamado deseo” y me gustaría hacer algo dentro del mundo del Alzheimer, mi mamá murió de esa enfermedad y conozco mucho la problemática. Un personaje con demencia es muy fuerte y no tan frecuente de ver.

P.: ¿Antes era la radio y las novelas, hoy las redes y las plataformas, ¿cómo se adapta al mundo actual?

L.F.: Estoy tomando clases de computación, estoy un poco mejor pero la gente de mi generación siente miedo a la tecnología, realmente miedo, me cuesta, tengo que proponérmelo. Eso de los influencers me parece perder el tiempo, ver a una joven que baila como loca en una sala, no lo entiendo aunque le dije a mi representante que me ayude a transmitir mensajes a través de las redes. No es un mundo fácil para nuestra generación.

P.: ¿Y qué le diría a las nuevas generaciones que quieren actuar?

L.F.: Que no crean que porque son bonitos van a ser famosos, hay que estudiar teatro, todo empieza en las tablas. Hay que fortalecerse mucho por dentro porque en esta carrera hay que lidiar con la fama, que no dura para siempre, al contrario. Hay altos y bajones, y para eso es preciso prepararse porque son muchos los actores que se hunden en los momentos de depresión, esos en que no suena el teléfono.

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