28 de octubre 2025 - 17:37

Patricia Suárez, por el camino del género policial

La conocida dramaturga acaba de presentar sus novelas “Tom” y “La mujer no existe”. Cuenta que durante la pandemia temió por el fin del teatro, y regresó a la narrativa.

Patricia Suárez acaba de presentar sus novelas policiales “Tom” y “La mujer no existe”

Patricia Suárez acaba de presentar sus novelas policiales “Tom” y “La mujer no existe”

Dramaturga, narradora, Patricia Suarez presentó el viernes pasado en Argentores sus nuevas novelas policiales “Tom” y “La mujer no existe”, junto con las de su colega Tato Tabernise “Por el maldito virus” y “Puta mala leche” (Negro argentino).

Dialogamos con ella

Periodista: ¿Decidiste hacer una pausa en sus obras teatrales para escribir novelas policiales?

Patricia Suarez: Narrativa escribí siempre, lo único que ha sucedido es que en un momento me dediqué más al teatro. ¿Cómo apareció el policial? Durante la pandemia tuve una crisis apocalíptica, un poco la que tuvimos todos, eso de pensar que el teatro no iba volver nunca más. Ahí retomé la narrativa. Escribí “Segunda chance”, una novela romántica que me dejó el sabor empalagoso de la novela romántica. Entonces decidí probar con lo opuesto: un policial, y me entusiasmé. Entre otras cualidades, los policiales tienen más vida en el mercado, y un circuito que no existe en la novela realista.

P.: ¿Tu inicio en el policial fue con “Cien maneras de matar a Bea Suleimen”?

P.S.: Ese libro fue el primero que se publicó. Trata de una mujer de treinta años que aparece muerta en el Riachuelo, y es un crimen perfecto, menos para el lector. En realidad, mi primer policial fue “Tom”, un libro muy cortito que se acaba de publicar. Nace de una frase de (Carlos) Carrascosa en “Carmel: ¿Quién mató a María Marta?”, la miniserie documental de Netflix. Carrascosa cuenta que secuestran a Tom, el perro de la familia, parece que fue cosa de Nicolás Pachelo, y le piden rescate. Entonces le dice a María Marta: Gorda, no vamos a pagar rescate por el perro, si mañana te secuestran a vos o a mí, lo van a usar para extorsionarnos. No recuperan a Tom, un rottweiler viejo, pachorriento. Parece que Pachelo lo deja en una guardería diciendo que se va de vacaciones. Pensé: Un secuestrador de perros, un perro cuyo dueño no acciona para recobrarlo, es una novela.

P.: Tras la durísima “Cien maneras de matar a Bea Suleimen” aparece “La justiciera” con la comisaria Silvana Mangano…

P.S.: En 2018 me fui de luna de miel a Sicilia y en el viaje leía los libros de Andrea Camilleri sobre el comisario Salvo Montalbano. Sería bueno que hubiera una mujer cómo él que tiene gracia, es divertido y con momentos de tragedia. Así surgió la comisaria Silvana Mangano al frente de la Comisaría de la Mujer de Carmen de Patagones y su mundo. Divorciada, de clase media, una hija de quince años, que le gusta bailar zumba. La escribí a principios del año pasado y cuando se publicó en diciembre quedó desactualizada, ya no existía el Ministerio de la Mujer. Ahora si escribo la continuación, Silvana es un personaje con mucha fuerza, se va a llamar “La desgraciada”, cambia toda la cúpula, el jefe la fleta de Carmen de Patagones, y le toca ser la segunda de un hombre.

P.: Acabas de sumar a tus policiales “Tom” y “La mujer no existe”, sobre viudas negras, ¿hay otro?

P.S.: “Peligro amarillo”, que saldría el año que viene en Revolver, y mi editor va a ser Tato Tabernise. Es una historia sobre la mafia china. Elizabeth Taylor es una detective a la bartola, treinta años, la oveja negra de los Taylor, una familia inglesa de alcurnia, que sale del closet. Surgió como contraste de Silvana Mangano, también como la otra famosa actriz. El nombre lo tomé de un caso judicial en Inglaterra. Un padre quería ponerle Elizabeth Taylor a su hija y el juez del Registro Civil no se lo permitió porque le iban a hacer bullying. Entonces apeló, porque le parece discriminador, y logró ponerle Elizabeth Taylor. En la novela lo cuento.

P.: En tus obras teatrales tanto como en tus novelas se parte de un hecho real, una noticia, un dato histórico, un buen ejemplo es la trilogía “Las polacas”.

P.S.: “Las polacas” no está contada como un policial, aunque fue en su momento la crónica policial del día.

P.: Trata un tema difícil, la Zwi Migdal, ¿no tuviste problemas?

P.S.: En Buenos Aires se estrenó sin problemas en 2002, y cuando la quisieron estrenar en Córdoba la comunidad judía no la apoyó. Diez años después en Washington pasó lo mismo. Después se hizo un musical. Luego se empezaron a separar las aguas. Una cosa es que un delincuente, pertenezca a la religión que pertenezca, otra ser judío. Ahora eso cambió. En 2022 fue una serie en la Televisión Pública. Y el tema apareció en la serie de Suar “Argentina tierra de amor y venganza”.

P.: ¿Qué escritores de policiales son tus referentes?

P.S.: Georges Simenon de toda la vida. Me gustan sus historias del comisario Maigret, pero sobre todo las novelas negras, donde no está el comisario, que son impresionantes. Simenon fue el primero en inventar al asesino psicópata en el policial “El hombre que miraba pasar los trenes”. Está, además, inevitable, Agatha Christie, que no es tan dulce como se cree. Hace poquito leí “Los anónimos” y hubo momentos en que ella parecía estar hablando del momento actual por cómo refleja nuestra realidad, sin la tecnología obviamente. Mostraba como una fake new puede llevar a una persona al suicidio. No era entonces qué a Agatha, como alguna vez ella dijo, las novelas se le ocurrían mientras lavaba los platos, no, no era ninguna Susanita.

P.: ¿Cómo vinculás tus dos zonas permanentes de trabajo: novela y teatro?

P.S.: A veces cuando pienso en escribir una novela la busco en mis obras de teatro. Pasarlas a novela es un proceso hermoso. Todo aquello que en teatro está vislumbrado entre luces y sombras con unos pocos personajes de pronto se convierte en un mundo donde están los protagonistas, los coprotagonistas, los antagonistas, y todo lo que viene con el despliegue de la historia, es muy lindo. El teatro es el padre de la novela, por eso la “Poética” de Aristóteles está en la base de la narrativa.

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