(18/10/2001) Ignacio Gutiérrez Zaldívar continúa manteniendo encendida la llama de la memoria de Fernando Fader. Después de 16 años de la última presentación de sus obras en Buenos Aires, la Galería Zurbarán realizó la primera retrospectiva en 1984, a la que le siguieron otras muestras en 1987/'89/'91/'93 y/'95.
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Debe destacarse que la actual megamuestra (140 obras) didácticamente organizada y respetando las diversas temáticas encaradas por el artista, constituye la vuelta de Fader al Palais de Glace (Posadas 1725), ya que éste se inauguró en 1932 con una gran retrospectiva-homenaje organizada por Federico Müller. El marchand alemán había llegado a la Argentina en 1905, fue su galerista y salvo breves períodos de ruptura se encargó de su obra después de la muerte del artista y hasta la década del '40.
Fue muy profusa la correspondencia entre ambos en la que se refleja los problemas que Fader enfrentó como artista y como hombre. También en ella se detallan los precios que Fader ponía a sus obras, las rendiciones de cuentas, los pedidos de material para seguir pintando, las sugerencias de Müller respecto al tapizado de los salones para adecuarlos a las exposiciones y hasta las citas con el sastre para la hechura del traje con el que se presentaría en el vernissage, ya que a Fader le gustaba lucir una cuidada elegancia.
Aunque la crítica, salvo alguna excepción, le fue siempre favorable, en el Archivo Documental de la Casa Museo Fernando Fader, en Loza Corral (Ischilín, Córdoba), se encuentran manuscritos, algunos fechados 1914 o 1915, en los que el artista arremete contra la crítica y los críticos. El creía que ambos debían guiar y orientar al público, a los coleccionistas y a los jurados así como contribuir a la formación del gusto y del crecimiento del arte de un país.
No debe olvidarse que en 1914 al reanudar su carrera artística dejada de lado en 1904, se presenta al IV Salón Nacional cuyo jurado le otorga el Premio Adquisición de 3.000 pesos por «Los Mantones de Manila» que debe compartir con Ernesto de la Cárcova y, a pesar de encontrarse en una difícil situación económica, lo rechaza por considerar esa suma insuficiente. En julio de 1935, en una exposición póstuma organizada por Federico ejemplo de kitsch o «La ley del embudo siempre está latente», una idea crítica corporizada en materiales precarios, «Espacios cerrados» o «Elementos sostenidos» remiten al Iommi del que reniega. Realizadas en hierro y madera, policromada, tienen elegancia, pureza formal y esa penetración dinámica en el espacio que caracterizaban a sus esculturas de acero pulido.
Según Carmelo Arden Quin, no hay razón para quedarse encerrado en un polígono de 4 ángulos, como el cuadrado o el rectángulo. La noción de poligonalidad es una creación Madista que tiene más de 50 años, por ello inscribe su composición y los colores en un triángulo, pentágono, círculo o rombo. Sus pinturas-objeto en las que ciertos elementos como el metal, el plexiglas y la madera, salen de la pintura, adoptan la disposición del relieve, para unir los dos planos de la forma.
La sutileza de la línea, el equilibrio logrado con un punto en el plano, la armonía del encuentro entre el punto, la línea y el plano forman parte de la vigente estética y poética del creador de la Asociación Madí Internacional que tiene actualmente adherentes en muchos países. Hasta fin de mes. Av. Quintana 325. P.B.
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