13 de julio 2001 - 00:00

Renán: otra noche de revelaciones

Mirás, Martínez y Renán.
Mirás, Martínez y Renán.
(12/07/2001) "Yo no vi ninguna versión de ' Variaciones enigmáticas' pero sé que la obra provoca algo especial en el público. Al menos la gente que circunstancialmente vio algunos de nuestros ensayos quedó bastante asombrada", dice Sergio Renán a este diario, antes del estreno en Buenos Aires de la obra más famosa de Eric-Emmanuel Schmitt, en el teatro Broadway, y cuya función avant première de esta noche auspicia Ambito Financiero.

Oscar Martínez encarna al conflictuado Premio Nobel de Literatura Abel Znorko, papel en el que ya triunfaron Donald Sutherland, Alain Delon y Klaus María Brandauer (el actor de « Mefisto»), entre otros.

En tanto que Fernán Mirás le pone el cuerpo a Eric Larsen, el único periodista que Znorko acepta recibir en su isla, sin sospechar que ese visitante, al que vapulea sin piedad, contribuirá a echar por tierra buena parte de sus sueños y convicciones.

Periodista: ¿Qué lo decidió a aceptar la dirección de esta obra en medio de sus múltiples compromisos en el Teatro Colón, como director artístico y regisseur?

Sergio Renán: Me interesó el material; hay una superposición de realidades, donde lo que se dice no siempre corresponde a lo que los personajes piensan en realidad, cuyo desentrañamiento me pareció muy apasionante, sobre todo para trabajar con actores como éstos. También me interesó todo lo que la obra tiene de intriga policial, porque hay una suma de hechos sorprendentes que el espectador va descubriendo y que le terminan resultando movilizadores.

P.: Su última puesta teatral, «Ha llegado un inspector», ofrecía recursos similares en cuanto a intriga policial. ¿Fue ese perfil el que más lo atrajo?

S.R.: En realidad, la decisión no nació de mí, fueron Oscar Martínez y Alejandro Romay quienes me la ofrecieron, y a mí me interesó.

O.M.: Yo no vi «Ha llegado un inspector», pero hace muchos años que conozco a Sergio y me di cuenta de que un material tan delicado e inasible como éste era ideal para él.

S.R.: Ya hace doce años que no actúo en teatro, pero si pudiera elegirme, haría el papel que va a hacer Oscar; es uno de los pocos personajes que también tiene que ver conmigo como actor.

P.: No cualquier intérprete da el perfil escritor.

S.R.: Las características de Oscar hacen que cuando este señor ingresa al escenario, uno esté dispuesto a creer que se trata de un buen escritor, o de un Premio Nobel. En cambio Fernán...

F.M.: Sí, ya sé. No puedo dar Premio Nobel nunca.

O.M.: Das periodista.

S.R.: No, no. Fernán podría ser... un poeta.

P.: ¡Qué piropo!

S.R.: Sí, es un piropo.

P.: ¿Se refiere a que Mirás está en otro registro de actuación?

S.R.: No, no es una cuestión de registro. A mí, no es que me guste Fernán Mirás... ¡Me encanta! pero tenía un par de dudas sobre su edad. Porque a veces uno no tiene la edad suficiente como para haber incorporado ciertas experiencias y esto puede limitar sus posibilidades expresivas. Pero con el tiempo todo se fue resolviendo bien. Terminó encontrando muy acertadamente su personaje.

P.: Las críticas europeas hablan de «una lucha entre boxeadores» o de «un juego de la verdad muy doloroso».

F.M.: Nosotros también tenemos esa sensación. Es fuerte lo que pasa entre ellos. En muchos momentos dicen exactamente lo contrario de lo que piensan; recién sobre el final entran en una zona de verdad y revelación más abierta.

Borges

P.: Los protagonistas hablan permanentemente del amor, pero, ¿no es una excusa para justificar lo que han hecho de sus vidas?

O.M.: Esa excusa de la que habla también tiene que ver con el amor y con la imposibilidad de amar y de relacionarse. La manera que tiene Znorko de expresar esto me recuerda al poema de Borges «El amenazado», el que dice: «Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel como en un sueño atroz». Lo primero que pierde el enamorado es ese reino platónico en el que era un dios y ordenaba todo a su voluntad; ahora se desconoce a sí mismo porque el amor provoca esto: desconocerse y al mismo tiempo reconocerse como en ninguna otra experiencia de la vida.

S.R.: Además, qué mayor placer que sufrir bien. (Risas.)

O.M.: La paradoja que finalmente vive el escritor es que aquello que quiso evitar, el paso del tiempo, termina surgiendo de un modo todavía más feroz. El se alejó de la mujer que amaba para poder mantener su idealización. Porque, ¿qué es lo que uno teme con el paso del tiempo? Que al conocer mejor al otro termine por descubrir que no es ésa la persona que uno ama y tiene idealizada. Znorko se entera de cosas que lo llevan a cuestionarse si realmente ha sido un hombre exitoso, fuera de su carrera literaria. Y ahí vuelvo nuevamente a Borges: «He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer, no fui feliz».

S.R.: El siempre termina los reportajes así, recitando a Borges.

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