4 de febrero 2024 - 13:54

Streaming: el desafío de volver digital un espionaje analógico

A 50 años de su estreno, "La conversación" de Francis Ford Coppola volverá como miniserie. El mayor reto será adaptar el viejo aparataje del clásico del cine a una tecnología moderna.

La conversación: Gene Hackman y sus obsoletos aparatos de espionaje.

"La conversación": Gene Hackman y sus obsoletos aparatos de espionaje.

Son incontables las películas que no resisten el paso del tiempo. Pero eso no sólo se debe, como se piensa de inmediato, a los cambios sociales de “usos y costumbres”, a veces extremos, que provocan que algunos comportamientos de sus personajes luzcan pasados de moda, cuando no sencillamente ridículos. Era cine de otros tiempos.

Por el contrario, también ocurre que algunos nostálgicos de hábitos ya prohibidos vean, con pesar, cómo se fumaba alegremente en bares y restaurantes elegantes, en los que no sólo nadie se quejaba, sino que venía corriendo el mozo a darle fuego a la dama.

Hay otros cambios, sin embargo, que van más al hueso. Los avances tecnológicos provocan que hoy haya cientos de films que no tolerarían un reboot si no sufrieran profundas modificaciones en sus libros: esos avances mandaron al desván a cientos de clisés, como el del policía que, en una tensa conversación telefónica con el asesino, trata de mantenerlo en línea para que los expertos detecten de dónde proviene la llamada. Y el asesino siempre colgaba segundos antes de que lo ubicaran.

Ni hablar de la aparición de los celulares, que barrió no sólo con las clásicas cabinas telefónicas del film noir, pieza constitutiva de la esencia del género y que para muchos de sus fans fue como haber terminado con los revólveres, la lluvia o la gabardina desabrochada del detective en blanco y negro, sino con aquellas escenas en las que el asaltante arrancaba de un tirón el teléfono fijo de la vivienda usurpada.

En este contexto, hay una película que hoy es imposible de ver sin evitar un gesto de asombro por lo obsoleto de su aparataje y accesorios: “La conversación”, de Francis Ford Coppola, el clásico por excelencia de la paranoia que, a medio siglo exacto de su estreno (se cumple en abril), será convertida este año, según acaba de anunciarse, en una miniserie para streaming.

El mundo en el que se vio “La conversación” no sólo era el de la Guerra Fría sino el que acababa de vivir el Watergate y creyó detectar, en el film, una alusión transparente de los hechos de espionaje por parte del partido Republicano que condujeron a la renuncia del presidente Richard Nixon (pese a que Coppola había escrito el guión una década antes); pero además, ese mundo era analógico, los espías utilizaban cintas abiertas, grabadores y mezcladores mejorados de forma casera, cajitas cuyas perillas parecían cambiadores de canales en el televisor, teléfonos con dial, micrófonos de alcance limitado, etcétera.

Quien no haya visto “La conversación” desde hace mucho (una película que, en su momento, sorprendió por las audacias tecnológicas que llevaban adelante sus protagonistas), o quien la vea por primera vez ahora quizá se sorprenda más por el envejecimiento de sus aparatos que un espectador de 1974 viendo, por caso, “Spione”, el film de Fritz Lang de 1928 (y eso que pasaron menos años entre una fecha y otra), ya que la afiebrada inventiva de aquellos clásicos del cine mudo suplía el realismo de una técnica realista a la que el paso de un siglo al otro convirtió a sus instrumentos en escenografía de Los Picapiedras.

Hollywood jamás deja de alimentarse de sí mismo y no deja de hacer una misma película para los nuevos públicos: la naturaleza humana, por fortuna o desdicha, es siempre la misma, y las historias de amor, odio, sacrificio o deslealtad pueden ser contadas una y otra vez, siempre que se las adecue a las costumbres y el lenguaje verosímil para cada época. Pero, ¿qué pasa cuando la tecnología ha cambiado al punto de volver irrealizable la nueva versión de un viejo film?

La tarea es de J. C. Chandor, que será el guionista y director de la próxima “La conversación”, en la que la única intervención de Coppola fue haber vendido los derechos para que se adapte libremente a una serie de plataforma. Recordemos que Chandor, entre otros títulos, fue el director de “Margin Call”, el film con Kevin Spacey y Jeremy Irons llamado en nuestro país “El precio de la codicia” (2011), un drama laboral en el que también jugaba su parte lo tecnológico.

El espionaje original

Dentro de la producción de Coppola, “La conversación” precedió apenas unos meses al estreno de la segunda parte de “El padrino” (diciembre de 1974), secuela cuyo éxito resonante, al igual que el efecto que produjo cinco años después “Apocalypse Now”, terminaron por opacarla. Sin embargo, para los espectadores “gourmet”, el pequeño drama de espionaje y tensión sigue constituyendo uno de los títulos centrales del cineasta.

¿De qué se trataba “La conversación”? En una San Francisco sin internet, sin celulares, sin transmisión automática de datos y sin drones, el experto en escuchas ilegales Harry Caul (uno de los mejores trabajos para el cine de Gene Hackman) debe registrar la conversación de una pareja, un mediodía de día laboral en Union Square. El lugar, lógicamente, está atestado, repleto de oficinistas que salen a almorzar, y con músicos callejeros cuyos instrumentos hacen más difícil la tarea de grabar furtivamente.

Caul tiene una camioneta estacionada desde cuyo interior, oculto, opera su socio; dos “francotiradores” de altura que no llevan armas sino micrófonos, y él mismo, junto con otro espía, persigue disimuladamente a la pareja (también le toma fotos, por supuesto con cámara de celuloide) y debe sortear hasta a uno de esos molestos, pegajosos mimos callejeros, que se pone a seguirlo durante su recorrido.

El producto de las cintas es fragmentado, a veces inaudible, pero en su laboratorio de aparatos gigantes, con mezcladores y separadores de pistas antediluvianos, se las arregla bastante bien como para unificar todas las grabaciones en una; cuando lo logra llega a una conclusión: la pareja tiene miedo de que alguien los mate, y Caul cae en la cuenta de que ese alguien es su cliente (Robert Duvall), que le pagará 15.000 dólares por la tarea (el secretario de Duvall, un papelito de reparto, es Harrison Ford tres años antes de “Star Wars”).

Aquí viene el dilema moral, el que sobrevivirá a cualquier tipo de andamiaje técnico: Caul, quien además es un hombre de fe cristiana, hace lo que ninguno de su profesión debe hacer: involucrarse personalmente, y temer por la suerte que puedan correr sus espiados. En su conciencia pesa una carga similar por un trabajo sucio que había hecho para el gobierno, y que terminó con asesinatos múltiples.

Chandor, en “La conversación” del siglo XXI, no sólo deberá resolver el mencionado gap entre lo analógico y lo digital, sino también algunas inocencias del original que el espectador actual, acostumbrado a consumir cientos de series policiales y de espionaje, algunas de ellas verdaderamente bien construidas en todos sus detalles, hoy no aceptaría.

Por ejemplo: ¿cómo es posible que un hombre que, por alma y profesión, desconfía de todo el mundo, acepte que un colega de la competencia, en el marco de una convención y mercado de artículos para investigadores, le “regale” un bolígrafo que le planta en el bolsillo superior externo de su traje? Hoy, apenas ocurre, nos ponemos a esperar que se revele que ese bolígrafo era un micrófono. El espectador de 1974 tal vez no. (Además, hay quien dijo: si alguien muestra una pistola en un film, esa pistola necesariamente terminará usándose).

Del mismo modo: ¿cómo es posible que ese mismo hombre lleve a su laboratorio, después de la convención, a varios colegas y “chicas fáciles”, y entre copas se pongan a escuchar partes de las cintas en las que trabaja y que deberían estar bajo siete sellos? Y finalmente, lo peor: ¿cómo es posible que Caul lleve a su cama, en el laboratorio, a una de esas chicas para pasar a noche? ¿No teme por el destino de las cintas cuando, con la resaca de la noche anterior, se levante y ella no esté?

Contado de esa forma, para quien no la haya visto, “La conversación” da la impresión de estar llena de huecos argumentales, y sin embargo, milagrosamente, los sobrevive y, aún vista hoy, resiste pese a ello y pese a lo antiguo de sus props como una de las películas más extraordinarias en la obra de Coppola. Claro, mucho de ello se debe a la composición de Hackman, y a esos detalles exasperantes de su soledad, de sus miedos, de su amor por el jazz, y de su antológica escena final.

Aunque mucho no se sepa de la nueva versión al menos se anticipó que, de acuerdo con lo que prefieren los tiempos, no habrá un Harry Caul sino una espía como protagonista. La composición de un personaje así en una mujer y no un hombre supondrá un desafío adicional para la adaptación. Junto con Chandor oficiará como showrunner Erin Levy, conocida por su trabajo en "Mad Men" y "Mindhunter”. Y, si bien se mencionó a Aubrey Plaza como la candidata a encarnar el papel de Hackman, el rumor fue desmentido. Plaza coprotagoniza con Adam Driver “Megalópolis”, el demoradísimo megaproyecto de Coppola que todavía no tiene fecha de estreno.

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