3 de junio 2002 - 00:00
Victoria Carreras: "La TV enloquece"
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•Trascendente
Victoria Carreras: Obviamente lo que más me atrajo es volver a trabajar en el Cervantes y que me llamara Roberto Villanueva. Es un director extraordinario y creo que acá en la Argentina todavía no se dieron cuenta de su talento ni de la trascendencia de su obra.
P.: ¿Qué enfoque le dio Villanueva a «Freno de mano»?
V.C.: Para él, la obra transcurre sobre dos ejes: la pesadilla y la realidad, que a veces parecen la misma cosa. Es algo similar a lo que nos está pasando a los argentinos en estos momentos. La obra arranca como comedia costumbrista y de repente la gestualidad se empieza a distorsionar y lleva las situaciones a una zona de pesadilla. Pero esto es la cocina, lo que el público va a ver es a una pareja de desesperados, que cuando sacan su freno de mano pierden el norte y están dispuestos a cualquier cosa, incluso a vender su cuerpo, porque ya no les queda más nada que entregar. Persiguen un ideal de consumo y bienestar que ya no existe, mientras que entre ellos crece la violencia y la incomunicación. Matilde está internada para una operación pero planea vender uno de sus riñones para poder volver a su casita que está embargada. Mientras que José, su marido, quiere vivir el sueño americano y está dispuesto a tirarse debajo de un auto en Nueva York para luego hacer juicio por una buena suma de dinero. A pesar de su crueldad, la obra tiene mucho humor y ofrece una lectura que va más allá de la actual coyuntura económica.
P.: ¿Cómo es que llegó a preferir el teatro siendo hija de un director de cine que filmó cerca de cien películas?
V.C.: Filmó 97. Yo hice algunos papeles cuando era chiquita en algunas de sus películas, pero nunca sentí que fueran importantes. El cine era como un juego para mí y además el espacio para ver a mi viejo era el set de filmación. Cuando mi papá necesitaba una nena aparecía yo. Los roles protagónicos los hacía Andrea Del Boca o Gabriela Toscano y yo era la nena que aparecía saludando de costado. Ya de grande me dio un papel chiquito, que me gustó mucho, en su última película «Delito de corrupción». Me hubiera gustado hacer cine y además tuve de padrino de bautismo a Atilio Mentasti de Sono Film. Fue una lástima, nací a destiempo (se ríe). Pero lo bueno de mis padres es que nos impulsaron a seguir nuestro propio camino. No nos fomentaron la obsesión por la fama o la necesidad de figurar, sino el amor al oficio. Además, para bien o para mal, mi viejo puso toda la plata en el teatro que tenemos en Mar del Plata. A mí me encanta la idea de trabajar en otro circuito teatral, porque cuando vuelva a mi teatro ya va a ser con otra trayectoria y con otra experiencia.
P.: El teatro que usted eligió hacer, aunque de calidad, generalmente no brinda un reconocimiento masivo.
V.C.: Es cierto. Cuesta mucho darse a conocer y que los directores y el público te registren. Es un camino que lleva años y esfuerzo. Ya me di cuenta de que las posibilidades de que Adrián Suar venga a ver lo que yo hago en el teatro son mínimas. ¡No va a venir nunca! (se ríe).
P.: El éxito televisivo parece ser más que nunca la meta de casi todos los actores.
V.C.: Y, en los últimos años hubo muchos actores que enloquecieron. Yo escuché a una actriz muy conocida hablar en un ensayo de su asesor de imagen ¡en lugar de pensar en la actuación! Esas son las cosas que disparó la televisión, lo mismo que toda esa ostentación con las 4 x 4. Se creían que esto era Hollywood. .. ahora va a ser muy difícil que alguien pueda sostener esa fantasía ¡Andá llenar el tanque de una 4 x 4 con esta crisis! A mí esas cosas siempre me dieron risa.
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