30 de mayo 2025 - 09:04

Wall Street en alerta: fuga de fondos asiáticos y dudas en el frente fiscal sacuden el mercado de deuda de EEUU

En un contexto de creciente desconfianza hacia la sostenibilidad fiscal del país, los inversores redirigen sus capitales, los mercados ajustan sus expectativas y las tasas a largo plazo marcan un nuevo punto de inflexión global.

El nuevo régimen de tasas redefine el valor de la deuda soberana.

El nuevo régimen de tasas redefine el valor de la deuda soberana.

Los bonos del Tesoro de Estados Unidos atraviesan una fase de intensa volatilidad en la que convergen los crecientes niveles de deuda pública, la reconfiguración de flujos de capital desde Asia y el inesperado papel alcista de algunas emisiones de mercados emergentes. Los analistas coinciden en que el riesgo macro más relevante ya no reside en la guerra arancelaria, sino en las finanzas federales y en cómo se desarrolle la dinámica cambiaria mundial.

Y va a empeorar. Esa es la conclusión de un mercado inquieto por la caída en los precios —y el consiguiente aumento en los rendimientos— de los bonos del Tesoro estadounidense a largo plazo, cuyos retornos se acercan al umbral psicológico del 5%. El rendimiento del bono a 30 años en EEUU ronda el 4,97%, tras haber alcanzado el 5,2% la semana pasada, su nivel más alto desde octubre de 2023.

Sucede que el rendimiento del bono a 30 años actúa como barómetro de las condiciones financieras a largo plazo. Una encuesta de J.P. Morgan publicada el miércoles reforzó los temores crecientes en el mercado de bonos del Tesoro, que según datos privados asciende a u$s29 billones.

La categoría que agrupa a todos los clientes con posiciones netas cortas —que incluye bancos centrales, fondos soberanos, inversores institucionales y operadores especulativos— trepó al nivel más alto desde mediados de febrero. Las bases de esta incertidumbre son la pérdida de la última calificación crediticia máxima por parte de EEUU, la aprobación en la Cámara de Representantes de un presupuesto que sumaría varios billones más a una deuda nacional que ya roza los u$s37 billones, y una fuerte venta masiva de bonos japoneses a muy largo plazo.

Asia desarma posiciones en activos estadounidenses

En paralelo, el modelo que sustentó durante casi tres décadas el superávit comercial de Asia —vender en EEUU y reinvertir las ganancias en sus activos— entró en fase de desmantelamiento. Tras acumular u$s7,5 billones en títulos y acciones estadounidenses desde 1997, las principales economías asiáticas buscan otras alternativas para invertir.

Los inversores asiáticos replantean su histórica preferencia por los activos en dólares ante varios frentes: el creciente déficit fiscal de EEUU, la polarización política interna y el deterioro de su infraestructura. Además, la utilización del dólar en sanciones internacionales y el reciente recorte de la máxima calificación crediticia por parte de Moody’s a la potencia aumentan la desconfianza en su moneda.

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Fuente: Bloomberg.

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Este cambio de percepción podría desencadenar el traslado de más de u$s2,5 billones en capitales globales, lo que motorizaría una suba de las divisas de mercados emergentes frente al dólar, e impulsaría flujos hacia acciones europeas y japonesas. Con ello, Asia abandona la estrategia nacida tras la crisis de 1997, que consistía en convertir sus superávits comerciales en inversiones en EEUU, para diversificar sus riesgos y explotar nuevas oportunidades.

El empinamiento de la curva de rendimientos “Treasuries” responde a varios factores

Jorge Ángel Harker, Analista de Mercados Internacionales de Adcap - en declaraciones a Ámbito- destaca la incapacidad del gobierno federal de EEUU para reducir su nivel de deuda. “Cada vez resulta más evidente que las promesas de mantener una disciplina fiscal no se cumplirán, por lo que los inversionistas exigen tasas más altas para compensar el riesgo de financiación”, es decir, la "prima por plazo" que es la rentabilidad extra que exigen los inversores por asumir el riesgo de mantener su dinero inmovilizado.

A esta presión interna se suma el temor a una estanflación y a crisis fiscales en otros países desarrollados, sostiene Anker, y ejemplifica: “ Japón ha visto crecer las exigencias de rendimiento, y grandes tenedores como China han comenzado a vender bonos del Tesoro estadounidense. Este fenómeno ejerce presión sobre la parte larga de la curva de rendimientos”, dice.

Nicolás Kohn, Head Wealth Management Research en Balanz Capital, comenta por su parte que, las tasas de los bonos del Tesoro de largo plazo “incorporaron una perspectiva de mayor deterioro en las cuentas fiscales para los próximos años a medida que avanza en el Congreso el plan fiscal del presidente Donald Trump”, en línea con lo planteado por Anker.

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Fuente: Bloomberg.

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Kohn agrega que el diferencial entre los bonos a 10 y 30 años se amplió, pues los rendimientos a 30 años escalaron más rápido que los de 10 años. “Esta marcada presión al alza en las tasas de largo plazo del Tesoro se vuelve especialmente preocupante para el resto de los activos, en un contexto donde la relación deuda/PBI exhibe una dinámica creciente y divergente”, asegura.

Y es que el mercado también duda de que la Reserva Federal (Fed) vaya a iniciar un ciclo agresivo de recortes de tasas, tal como se pensaba hace unos meses. En consecuencia, ahora se valoran rendimientos más elevados a largo plazo. “Esta combinación de factores—mayor prima exigida al emisor y un ciclo de política monetaria más restrictivo de lo anticipado favorece la subida de los rendimientos de los bonos del Tesoro”, sentencia Anker.

También juega un rol importante que, según estimaciones privadas, la deuda del gobierno americano podría incrementarse en 30% en los próximos 10 años a un nivel de 130% y el pago de intereses podría representar el 30% de los ingresos totales. “Obviamente que el umbral del 5% es de importancia psicológica, pero lo cierto es que ese nivel ya fue alcanzado en octubre de 2023, después de la rebaja crediticia de Fitch en agosto de ese año”, recuerda Kohn.

Impacto global: el benchmark se encarece y presiona a otros emisores

Sobre este punto, Anker desliza que cuando el rendimiento a 30 años supera el 5 %, significa que el coste de financiamiento de referencia—los bonos del Tesoro—es cada vez más alto. “Por ejemplo, en Argentina la tasa base para calcular el cupón de sus propios bonos se encarece, aun cuando su prima de riesgo haya caído. Aunque la reducción del riesgo país en Argentina ha sido notable, su esfuerzo se ve en parte neutralizado por los mayores rendimientos estadounidenses”, explica.

Emisores latinoamericanos disciplinados—Brasil y Colombia, entre otros—también enfrentan tasas de colocación mucho más elevadas. “Estas condiciones afectan no solo a los gobiernos, sino también a empresas e individuos: en EEUU, las hipotecas rondan el 7%, así que se reduce el poder de compra y desacelera el mercado inmobiliario.

¿Hasta dónde llegarán las tasas antes de alcanzar un punto de dolor?

Tradicionalmente, se hablaba de límites de 4–4,5 % en el bono a 10 años y 5 % en el a 30 años. Para Anker, a pesar de que algunos bancos centrales—en Europa y en mercados emergentes—iniciaron sus recortes de tasas, no consiguen contrarrestar la presión alcista en Wall Street. Por ello, es claro que si los rendimientos se mantienen altos y el nivel de deuda sigue en aumento, llegará un momento en que algún eslabón de la cadena financiera ceda y se pregunta: “¿Será el consumidor, las empresas o las finanzas públicas? Es imposible preverlo con exactitud, pero no pueden sostenerse estas tasas por tiempo indefinido”.

Kohn por su parte analiza que lo problemático para los mercados financieros sería ver un escenario como el del Reino Unido en septiembre 2022 “donde las tasas de largo plazo subieron entre 140-150 puntos básicos en cuestión de semanas después de un presupuesto altamente expansivo”, aunque aclara que, “no tanto como el actual de EEUU".

Reconfiguración de los flujos globales de capital

En este contexto de ajuste, algunas emisiones de países emergentes de mayor riesgo —India, Indonesia, Brasil y Sudáfrica— han superado desde el 2 de abril a sus pares de menor rendimiento. Con el dólar debilitado, las ganancias en moneda local han compensado con creces el “spillover” de mayores tasas en EEUU.

Este giro en el mercado de bonos marca un cambio estructural para inversores y autoridades fiscales: los títulos de deuda soberana de economías desarrolladas como Estados Unidos y Japón ya no operan en un entorno de tasas persistentemente bajas, sino en uno determinado por el reequilibrio de las condiciones monetarias globales, la sostenibilidad fiscal y las tensiones cambiarias. Esas variables redefinen hoy el verdadero termómetro de los mercados.

Anker es claro y desliza que los inversionistas toman nota de qué antiguos emisores de “riesgo cero” perdieron la disciplina fiscal. “Japón, cuyos bonos a largo plazo han alcanzado niveles cercanos al 3,7 %, ya no es fuente inagotable para el carry trade global, y sectores como el private equity comienzan a resentirlo”, sostiene. También la venta de deuda estadounidense por parte de China reduce la base de compradores y presiona aún más los rendimientos de EEUU.

Además, activos tradicionalmente refugio—oro, plata e incluso ciertas criptomonedas—experimentan repuntes, pues los bancos centrales y los inversionistas buscan diversificar exposiciones ante el incremento del riesgo percibido en los títulos del Tesoro.

Kohn concluye que, tras la aparente tregua en las tensiones arancelarias, “los inversores están redirigiendo su foco hacia la salud fiscal de EEUU”. Advierte que, aunque el riesgo de una crisis de deuda al estilo británico es bajo, la presión sobre las tasas de largo plazo podría persistir si no existe un compromiso firme del Gobierno para recortar el déficit y estabilizar la deuda.

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