12 de noviembre 2019 - 18:20

¿La gestión económica de Evo Morales fue un éxito?

La dinámica del crecimiento económico durante la última década se vio influenciada por distintos factores, pero, principalmente, por una suba de los precios de los commodities.

La economía boliviana es monodependiente. 

La economía boliviana es monodependiente. 

Hoy Bolivia es noticia debido a los problemas políticos que se generaron en las últimas elecciones; ya que el expresidente Evo Morales luego de hacer sancionar una Constitución que el mismo propuso y que no le permitía una nueva reelección, hizo un referéndum para habilitarla y lo perdió. Por lo tanto, reclamó ante la Justicia, que hace mucho fue cooptada, porque consideraba que, dicha restricción de la Carta Magna que él hizo aprobar, violaba su derecho humano y falló a su favor. Después de algunos extraños sucesos en el recuento de votos que lo dieron por ganador en la primera vuelta y que fueron cuestionadas por la auditoria externa de la Organización de Estados Americanos (OEA), su legitimidad se puso en discusión y se sumaron pedidos de nuevas elecciones. Luego de un fuerte conflicto social, el domingo presentó su renuncia irrevocable a la presidencia de Bolivia.

Sin embargo, uno de los puntos fuertes de su gestión en el que basó su éxito y su demanda de seguir en el poder fue principalmente en el plano económico. Desde 1991, sacando las dos crisis del 1998-1999/2008-2009, Bolivia crece en promedio un 3,0% anual. Es más, desde 2006 la tasa de crecimiento pegó un salto hasta el 4,0% y este año se espera que sea uno de los países que más va a crecer en la región. Evo Morales se auto-adjudicó todo el mérito. No obstante, ¿Realmente a qué se debe el crecimiento económico de Bolivia? Lamentablemente, a un shock exógeno transitorio no a factores endógenos que permitan un crecimiento más de largo plazo.

La dinámica del crecimiento económico durante la última década se vio influenciada por distintos factores, pero, principalmente, por una suba de los precios de los commodities. En Bolivia, los hidrocarburos son una fuente puntual de ingresos fiscales, tiene una producción concentrada geográficamente, destinada principalmente a la exportación y de fácil gravamen.

El crecimiento de las exportaciones asociadas a un auge del precio de las commodities, por una mayor demanda de China e India, le dio un impulso a la economía. Cuando las economías son pequeñas y abiertas como la de Bolivia, la suba del precio de las commodities incrementa el ingreso por exportaciones que se traducen luego en aumento de la actividad económica, el empleo, acumulación de reservas internacionales, superávits comerciales, mayores recursos tributarios y una suba del gasto público con superávits fiscales.

Cabe reconocer que, a diferencia de otros países de la región que también se beneficiaron por esta coyuntura internacional, Bolivia tuvo superávits gemelos (Balanza de Pagos y Fiscales) durante mucho tiempo y una acumulación de Reservas Internacionales Netas (RIN) con suba de los ingresos fiscales y, posteriormente, de la inversión pública.

No obstante, basar la economía únicamente en los recursos que se le puedan sacar a la actividad extractiva no es sustentable ya que, precisamente, dependerá mucho de que ese shock en los commodities se estabilice en el tiempo, lo que es bastante poco probable dada la volatilidad de los mismos. Es muy probable que ante la creciente incertidumbre de la crisis geopolítica entre China y EEUU esto se revierta en cualquier momento. Por lo tanto, cabe preguntarse si hay algo más además de este boom de las materias primas que haga que Bolivia crezca por mucho tiempo.

De acuerdo al economista Douglas North, los cambios institucionales explican el desarrollo económico sostenido de los países. Son las instituciones las que sirven para ordenar las interacciones entre los actores de la sociedad y permiten que la incertidumbre se reduzca al mínimo. Según North: “Instituciones son las restricciones que los seres humanos imponen a la interacción humana. Esas restricciones (junto con las restricciones estándar de la economía) definen el conjunto de oportunidades de la economía”. Desafortunadamente, las instituciones en Bolivia no son un punto para destacar. De 35 países latinoamericanos, Bolivia se encuentra en el puesto 29 del Índice de Calidad Institucional y a nivel mundial de un total de 191 países se encuentra en el puesto 154. Asimismo, en los últimos 20 años el país fue uno de los que peor desempeño tuvo con una caída de 100 lugares, destacándose de la mano de Evo Morales un debilitamiento de la democracia representativa, los derechos de propiedad privada y la cada vez mayor presencia del Estado.

El historial de nacionalizaciones tampoco ayuda. Las pocas inversiones que se generaron fueron, como se mencionó al principio, atraídas a las industrias extractivas y cuando los recursos tributarios son escasos para mantener el tamaño del Estado, se las ha nacionalizado. En estos momentos, el nivel de seguridad jurídica en Bolivia desincentiva las inversiones extranjeras y es poco probable que su crecimiento sea algo sostenible durante mucho tiempo.

Por su parte, cuando las instituciones son tan débiles que no favorece la gestación de una estructura productiva diversificada. No tener una fuerte calidad institucional provoca que el riesgo a invertir en el país sea muy alto y los inversores a cambio de la inversión exigen rendimientos altos. Por lo tanto, la inversión se produce únicamente en aquellos sectores más eficientes: el hidrocarburífero. Es por ello que aquellos países con una calidad institucional paupérrima se vuelven monoexportadores-monoproductores, impidiendo la proliferación de otros nichos productivos.

En definitiva, en materia institucional, Bolivia no muestra avances. Es alarmante las escasas inversiones privadas, la productividad y la extrema dependencia a las actividades extractivas. Si se produce una caída del precio de las materias primas o el agotamiento de los recursos naturales que son limitados o se reduce productividad en el sector a falta de inversión, Bolivia entrará en un proceso de decadencia económica.

(*) Economista de la Fundación “Libertad y Progreso”

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