14 de noviembre 2022 - 00:00

La inflación arruga y los mercados vuelan, ¿cómo cambió la película?

El momento es oportunísimo. Las expectativas del consumidor crecieron una décima el mes pasado, a 5,1% a un año y a 3% a tres años.

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La inflación dio cero en julio y se esperaba en agosto la confirmación de su estado de gracia. Se sabe, nada más errado. Los precios de la energía cayeron deprisa pero la inflación subyacente se aceleró. Nadie preveía un salto mensual de 0,6% en la inflación núcleo ni de 0,7% en la mediana de los precios al consumidor. Y se repitieron en agosto y septiembre. ¿Qué se aguardaba de octubre? Otro contratiempo. No fue así. La inflación, por fin, acusó recibo de la tenacidad de la política monetaria. El momento es oportunísimo. Las expectativas del consumidor crecieron una décima el mes pasado, a 5,1% a un año y a 3% a tres años. La arquitectura de las criptomonedas implosiona. Softbank, la ballena del Nasdaq, volvió a escorarse. Un fondo de hipotecas que opera en Canadá y EE.UU. suspende los retiros de sus inversores. No importará tanto después del ansiolítico.

La inflación minorista de octubre es la misma que en septiembre (+0,4%) pero el diablo que está en los detalles se replegó de forma ostensible. La medición núcleo, el bastión de la rebeldía, se redujo a la mitad: +0,3%. ¿Qué capacidad tiene la política monetaria de sofrenar el desborde (después de haberlo alentado por acción en 2020 y omisión en 2021)? La inflación núcleo de mercaderías trepó 0,5% mensual en agosto, se detuvo en seco un mes más tarde y reculó 0,4% en octubre. Si en febrero corría a una velocidad interanual de 12,3% ya bajó a 5,1%. Nada converge más rápido a la meta de 2%. No obstante, la guerra se define en un terreno más enmarañado (a menor altura). La inflación núcleo de servicios cerró 2021 en 3,7% y el mes pasado, en 6,7%. No será fácil amansarla, pero octubre (+0,5%) aportó una desaceleración auspiciosa de tres décimas con respecto a septiembre. En definitiva, todo lo que sube puede bajar. Los precios flexibles ya lo están haciendo y muchos de los rígidos (como los precios de la vivienda a nivel nacional), también.

La Fed

Ya se dijo: la inflación persistente, y no transitoria, era la mala noticia. Pero las buenas no son pocas. Es una dolencia que tiene cura (por eso se la eligió como error por defecto en el ensayo de política económica que se usó para combatir la pandemia). Y su naturaleza precisa ya está bien diagnosticada. El tratamiento correcto se aplica desde enero. Lo mejor de todo es que el cuerpo lo soporta. La recesión acecha pero la economía no zozobra. Los mercados, teñidos de rojo, no perdieron la compostura. ¿Eran una gran burbuja apañada por las tasas cero y la liquidez a mansalva? Existe la corrosión de un mercado bear y no un derretimiento. Las criptomonedas se cocinan en su propia salsa, pero fuera del Lejano Oeste no hay desfile de zombies. Como pasó ya en 2011, y luego en la saga del covid, no estalló una crisis de emergentes. Y los spreads de crédito resisten la blitzkreig de tasas. Como el cuerpo aguanta, la lucha contra la inflación puede ser la prioridad absoluta. Siendo así, las victorias de la inflación son pírricas. Con mano firme, su derrota es cuestión de tiempo.

¿Es octubre, el principio del final? La Bolsa anticipó un giro de la Fed que no se produjo, aunque ocurrió algo mejor: el pivote de la inflación. Que el S&P 500 se dispare 5,9% en la semana, y el Nasdaq, 8,1%, es prueba del peso de los hechos pero también muy propio de todo mercado bear. ¿Cambió la película? ¿Y la Fed? Los mercados no suben porque Powell vaya a desensillar sino porque la realidad se apea. Desde ya, una golondrina no hace el verano pero disipa los temores de un invierno más crudo. Dos golondrinas alentarán un giro más consistente. No serían fruto del azar sino del método. Cerrarían la persiana a las subas de 75 puntos base, no a los aumentos de tasa. La Fed tomará su decisión conociendo la inflación de noviembre (un día antes de que termine su cónclave). Por supuesto, las condiciones financieras se relajaron ya. La Bolsa, y los bonos, avanzan a cuenta. Nada descomprime tanto como el repliegue del dólar, que ejerció extraordinaria presión sobre la estabilidad financiera. El riesgo de un accidente crediticio en cadena se aleja. El peligro de un choque en la economía real está más cerca. Como la política monetaria es condicional, data en mano, la Fed podrá ajustar su intensidad. Pero no necesita definirlo ahora. Sí puede abrir el debate interno y sondear globos de ensayo. Y antes que nada es el momento de reforzar el anclaje de las expectativas.

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