Las degeneraciones conjuntivales, es decir, del tejido blanco del ojo, son lesiones oculares muy frecuentes, aunque pueden confundirse con patologías de mayor relevancia clínica como, por ejemplo, tumores malignos.
Pinguécula y pterigion, las afecciones más comunes de la parte blanca del ojo
Las degeneraciones conjuntivales, es decir, del tejido blanco del ojo, son lesiones oculares muy frecuentes, aunque pueden confundirse con patologías de mayor relevancia clínica como, por ejemplo, tumores malignos.
-
Revelan un estudio clave para detectar cáncer de pulmón en personas con antecedentes de tabaquismo
-
ASSE pone en suspenso los aumentos a jerarcas, en medio de críticas del PIT-CNT y la oposición

Por eso, su diagnóstico y tratamiento adecuados para cada caso son de suma importancia. El término “degeneración” hace referencia a lesiones que no presentan una base genético-hereditaria y que, en distintos grados, suelen comprometer la córnea.
La pinguécula se presenta como una protuberancia blanco-amarillenta, con mayor frecuencia, cerca de la nariz. Su origen se relaciona con un aumento a la exposición de la radiación ultravioleta. Su evolución es variable, en general, no tiende a crecer sobre la córnea, pero puede aumentar de espesor y tornarse molesta. Los síntomas están relacionados con su altura y espesor, y, por lo tanto, puede evolucionar a erosiones superficiales recurrentes que hagan que se inflame la lesión. Para su tratamiento se emplean lágrimas artificiales, antiinflamatorios no esteroides tópicos, vasoconstrictores o corticoides en gotas. En pacientes con muchos síntomas, se puede extirpar. Es importante educar sobre la importancia de la fotoprotección con anteojos de sol para evitar que la lesión crezca y evolucione a un pterigión.
El pterigión es una lesión de tipo fibrovascular que avanza desde la conjuntiva hacia y sobre la córnea. Su nombre deriva del griego pterygos, que significa ala, por su semejanza morfológica. Entre los síntomas, destacan la alteración cosmética, irritación crónica, defectos en la calidad visual −como astigmatismo-− y, en menor proporción, defectos de movilidad ocular por su proximidad a los músculos que permiten los movimientos oculares.
Existen varias técnicas quirúrgicas para su escisión y no hay un consenso sobre cuál es el mejor procedimiento para extraerlo. Por ello, es fundamental recurrir a un oftalmólogo especialista.
Su principal complicación es su recurrencia. Tiene una prevalencia de entre 2 y 15%, más alta en los países cercanos a la línea del Ecuador por los mayores niveles de exposición a los rayos ultravioletas. Es 2 veces más frecuente en hombres que en mujeres. En la Argentina, afecta a medio millón de personas.
Poco se conoce sobre su causa y también sobre los motivos que favorecen su regreso. Sin embargo, en poblaciones rurales de climas tropicales o cálidos, es más frecuente que en otras. Por ello, la teoría de que la exposición permanente a rayos ultravioletas (UV) -se sabe que tienen la habilidad de favorecer las mutaciones celulares- es uno de los principales factores de riesgo para desarrollarlo y para favorecer sus recidivas.
Ocurre, entonces, con más frecuencia en personas que trabajan al aire libre y, en especial, sin la protección ocular adecuada.
En general, cuando es pequeño, genera síntomas de irritación, congestión ocular y sensación de cuerpo extraño. En estadios avanzados, en tanto, puede afectar la visión por la invasión del eje visual o por la generación de una deformación de la córnea.
Inicialmente, el tratamiento es con gotas lubricantes y anteojos protectores. En etapas intermedias y avanzadas, y según el grado de afectación de la visión y de la sintomatología del paciente, es quirúrgico.
Médico oftalmólogo, jefe del equipo de trasplante de córnea del servicio de Oftalmología del Hospital Alemán.
- Temas
- Salud
Dejá tu comentario