5 de noviembre 2025 - 13:45

Qué significa ser una madre sobreprotectora, según la psicología

Especialistas en el tema hacen énfasis en que la disciplina y los límites son esenciales para un desarrollo saludable de las infancias.

La verdad sobre las madres sobreprotectoras según la psicología. 

La verdad sobre las madres sobreprotectoras según la psicología. 

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La psicología analiza todos los aspectos que se relacionen con el comportamiento humano. En este sentido, la familia es uno de los pilares más influyentes en lo que respecta a la forma de actuar, pensar y tomar decisiones. Si bien nadie nace sabiendo como debe criar a alguien más, la ciencia explica qué métodos podrían afectar negativamente al infante.

Por ejemplo, las madres sobreprotectoras pueden sentir que mientras más atención y cuidado se brinde al menor, mejor será su desarrollo. No obstante, según los expertos, todo debe tener un límite, ya que se supone que se debe preparar a los hijos para enfrentar los desafíos de la vida con todas las herramientas que sea posible enseñarles.

Dia de la madre

Por qué algunas madres son sobreprotectoras según los psicólogos

La sobreprotección no nace del control, sino del miedo. Muchas madres buscan evitar que sus hijos sufran lo mismo que ellas, o que se enfrenten a un mundo que perciben cada vez más peligroso e incierto. Desde esa intención amorosa, comienzan a anticiparse a todo: resuelven antes de que haya un problema, impiden el error antes de que tenga lugar, y convierten el “cuidar” en una forma de evitar cualquier dolor posible. Sin embargo, lo que no se ve es que al proteger del malestar, también se bloquea el aprendizaje emocional que viene de enfrentarlo.

La Universidad de Virginia de Estados Unidos llevó a cabo un estudio que reveló que los niños cuyos padres mostraban un comportamiento más controlador tendían a tener más dificultades en tareas que requieren asertividad, independencia y autonomía a lo largo de su desarrollo.

La sociedad actual refuerza este patrón: vivimos en un contexto de ansiedad colectiva, de información constante y de crianzas hipervigiladas. Las redes muestran ideales de maternidad perfecta, los medios amplifican el peligro y la cultura del rendimiento exige hijos exitosos, felices y seguros a toda hora. En ese entorno, la sobreprotección se vuelve casi una respuesta automática: una manera de compensar la inseguridad adulta trasladando control sobre los hijos. Pero el resultado es paradójico: al querer evitarles el miedo, se les enseña a temer.

Según otro estudio publicado por BioMed Central en 2025, el estilo de crianza sobreprotectora incrementa el riesgo de ansiedad académica entre los estudiantes de secundaria. Y en la misma línea, una nota en SpringerLink de 2024 afirma que la sobreprotección parental y la falta de promoción de la autonomía están asociadas con síntomas y trastornos de ansiedad infantil.

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Aunque el cuidado genuino de una madre es algo natural, cuando ese cuidado pasa los límites puede transformarse en sobreprotección: un estilo de crianza donde los padres intervienen demasiado, limitan la autonomía y las oportunidades de crecimiento del niño. Según especialistas, esta forma de “proteger siempre” termina siendo más dañina que útil porque impide que los menores desarrollen capacidad de decisión, confianza personal y habilidades para afrontar desafíos reales.

La sobreprotección parental se manifiesta de muchas maneras cotidianas: supervisar cada paso del hijo, evitar que enfrente retos o errores, controlar amistades o actividades recreativas, y hasta planificar todo lo que “podría salir mal”. Estas conductas, aunque nacen de un buen lugar, afectan en el mediano y largo plazo. Los niños crecen con mayor riesgo de ansiedad, poca resiliencia, dependencia excesiva y menor confianza en sus propias decisiones.

Para un desarrollo saludable, los expertos insisten en la importancia de establecer límites, permitir que el niño experimente el fracaso, y se recupere de él, y dejar que enfrente retos moderados. Es precisamente en ese espacio de cometer errores seguros donde se forja la resiliencia. En contraste, al estar continuamente bajo protección, el menor pierde oportunidades clave para aprender sobre sí mismo, adaptarse y crecer.

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