12 de junio 2007 - 00:00

China: Internet y los SMS burlan censura comunista

Shenzhen - Cuando los funcionarios comunistas de la localidad china de Xiamen se dieron cuenta de lo que se les venía encima, el mensaje ya había sido enviado un millón de veces. «Por nuestros hijos y nietos, actúa ahora. Pasa el mensaje a todos tus amigos», decía el texto donde se convocaba a miles de vecinos a manifestarse contra la construcción de una planta petroquímica en la provincia de Fujian, en la costa este del país.

Protestas como la del pasado 1 de junio, con la policía desbordada por miles de manifestantes y la sede local del Partido Comunista en Xiamen rodeada, se están repitiendo por toda China y amenazan a un régimen que ha hecho de la estabilidad social su prioridad. Los líderes chinos encuentran cada vez más dificultades para frenar los disturbios sociales, en parte por las grietas que se han abierto en su sistema de censura. La explosión de Internet y la telefonía móvil, con 144 y 460 millones de usuarios respectivamente, ha convertido la misión de controlar la información que reciben los ciudadanos en un imposible. Incluso para la dictadura con el más avanzado sistema de censura del mundo.

En la sureña ciudad de Shenzhen, uno de los centros de fabricación de los productos «made in China» que se exportan al resto del mundo, los trabajadores han aprovechado la posibilidad de comprar tarjetas de telefonía móvil de bajo costo para organizarse entre ellos, pedir aumentos de sueldo o convocar huelgas como la que estos días mantienen las trabajadoras de Baolishun, una de las mayores fábricas de árboles de Navidad del mundo.

«Compramos un teléfono entre cinco y pagamos el costo de las llamadas entre todos. De esta forma nos podemos poner en contacto con otros grupos», explica la joven de 19 años Baozhai, que trabaja en una fábrica de juguetes que se ha visto obligada a subir el sueldo 15% ante la amenaza de paros.

Los trabajadores chinos de las zonas industriales viven a menudo abandonados y esclavizados. El gobierno prohíbe las huelgas, las manifestaciones o los sindicatos que no estén directamente controlados por el Partido Comunista, impidiendo la denuncia de los abusos. Los últimos incidentes protagonizados por trabajadores discriminados se han sumado a las manifestaciones que en las últimas semanas han sacado a la calle a desempleados del sector público, campesinos expulsados de sus tierras o estudiantes ofendidos por el abuso policial de uno de sus compañeros, en este caso en la provincia de Henan.

El desarrollo económico chino de los últimos años ha ido acompañado del desmantelamiento del sistema de garantías sociales del pasado y ha dejado atrás a millones de campesinos y trabajadores de empresas públicas que no han logrado subirse al tren del progreso.

Las protestas están aún lejos de amenazar la supervivencia del régimen como lo hicieron las de Tiananmen en 1989, cuando el Partido se vio contra las cuerdas, pero se han convertido en la principal preocupación de Pekín a un año de la celebración de los Juegos Olímpicos en la capital china. La inexistencia de un movimiento que pueda canalizar y unificar el descontento en un país geográficamente inmenso juega por ahora a favor del Partido Comunista. La nueva ofensiva del gobierno para censurar las nuevas tecnologías demuestra, sin embargo, que los líderes chinos han identificado en Internet y los teléfonos móviles dos medios con el potencial de propagar actos de protesta.

  • Vigilancia

    Un ejército de 30.000 policías vigila las comunicaciones y los foros de Internet donde cada vez son más comunes las denuncias contra la corrupción y los abusos de los funcionarios comunistas. Programas informáticos bloquean palabras como « Tiananmen», «democracia» o «manifestación».

    Los operadores de móviles chinos recibieron el 2 de junio pasado la orden de bloquear los mensajes enviados desde Xiamen que contenían palabras que pudieran alentar las protestas, incluido el término «leucemia», la enfermedad que los manifestantes temían que pudiera propagarse si se aprobaba la nueva planta química. Las medidas de control llegaron tarde para los funcionarios: la presión popular los obligó a anunciar la «congelación» del proyecto de construcción de la planta petroquímica, otorgando una inusual victoria a los manifestantes.

    Otra de las estrategias de Pekín ha sido una reforma de las Fuerzas de Seguridad, aumentando los efectivos de la policía antidisturbios a la vez que ha reducido el número de tropas de su ejército. El objetivo es dotar de más medios represivos a los gobiernos regionales y controlar los focos de inestabilidad en ciudades medias, donde se está produciendo la mayor parte de las protestas. Pero por encima de medidas policiales y negociaciones, el Partido busca saber qué escuchan, leen o escriben sus compatriotas, en Internet o a través del teléfono móvil.
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