7 de julio 2007 - 00:00

El Papa autorizó la celebración de la misa en latín

Benedicto XVI.
Benedicto XVI.
Ciudad del Vaticano (ANSA).- El papa Benedicto XVI publicó ayer el esperado y discutido "motu proprio" "Summarum Pontificum" que permite el uso de la misa en latín con el rito anterior a la reforma litúrgica de 1970.

El rito antiguo es permitido, no impuesto, y la liturgia ordinaria de la Iglesia sigue siendo la Conciliar.

El pontífice levantó así las restricciones para oficiar la antigua liturgia de la misa en latín, en una concesión a los tradicionalistas de la Iglesia, pero enfatizó que su decisión de ningún modo daba marcha atrás a las reformas del Concilio Vaticano II.

En efecto, Joseph Ratzinger quiso destrabar el cisma lefebvriano, liberando la misa en latín de San Pío X.

Con este texto consiente a los partidarios del obispo francés y a quien lo pida, celebrar sin autorización preventiva la misa tridentina, confirma la validez de la reforma litúrgica, pero advierte que los sacerdotes de la comunidad adherentes al uso antiguo no pueden excluir la celebración según los libros nuevos.

Los obispos seguirán controlando la aplicación de las normas y en tres años deberán referir al Papa eventuales dificultades.

"Es infundado el temor" de que con la liberalización de la misa en latín anterior a 1970, "sea puesta en duda" la "reforma litúrgica" o la "autoridad del Concilio", explicó Benedicto XVI en la carta a los obispos.

El rito antiguo, precisó, "no fue nunca jurídicamente abolido" y "en línea de principio permaneció siempre permitido".

El Papa dijo que tomó la decisión como "razón positiva" de "alcanzar una reconciliación interna en el seno de la Iglesia" católica.

En las "divisiones del pasado" no siempre "los responsables de la Iglesia" han "hecho lo suficiente para conservar o conquistar la unidad", dijo el Papa en una carta que acompaña al "motu proprio".

De ahora en adelante, la misa podrá ser celebrada de dos formas distintas: la ordinaria, que sigue la reforma litúrgica de Pablo VI de 1970, que puede ser usada siempre y en todos lados, en latín y en las distintas ediciones comunes; y la extraordinaria, que es celebrada según los libros litúrgicos editados por Juan XXIII en 1962, siempre en latín.

La misa en latín o misa tridentina (que tiene ese nombre por el Concilio de Trento) unificó en los últimos 500 años al principal rito litúrgico católico romano.

El Concilio Vaticano II (1962-65) promovió una revolución al privilegiar los idiomas nacionales y otros cambios que hicieron menos misteriosa la misa y la pusieron más cerca de los fieles.

Pablo VI realizó la reforma en 1969 y puso a un costado la misa en latín, obligando a quienes querían utilizarla a obtener un permiso especial.

Joseph Ratzinger publicó esta carta apostólica que permite una práctica más difundida de la misa en latín, sosteniendo que esta decisión sirve para conciliar a los católicos.

El papa alemán rechazó las críticas hechas en algunos ambientes eclesiásticos que advirtieron de un retorno de la Iglesia a las posiciones precedentes a las reformas.

El Concilio Vaticano II (1962-1965) sustituyó el latín con los idiomas locales en la liturgia.

En cambio ahora los católicos de todo el mundo podrán pedir a sus párrocos de celebrar la misa en latín e incluso ser bautizados o casados según el antiguo rito.

En caso de rechazo pueden remitirse al obispo, y en caso de negación, al Vaticano. Desde el Concilio Vaticano II, la misa en latín fue reemplazada por la misa en lengua vernácula, pronunciada de cara a los fieles.

El abandono de la misa en latín fue uno de los motivos del alejamiento de la Iglesia católica del obispo francés Marcel Lefebvre y sus partidarios, declarados cismáticos por Roma.

El "motu proprio" debería entrar en vigor el 14 de setiembre para dar a los obispos el tiempo de organizarse y responder a los eventuales pedidos de los fieles de celebraciones en latín.

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