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Jorge
Rodríguez,
el nuevo
vicepresidente
de
Venezuela,
durante una
conferencia
de prensa
en marzo de
2006 en
momentos
que ocupaba
la
presidencia
del Consejo
Nacional
Electoral
(CNE).
El mandatario, en el poder desde hace 8 años y reelecto con 63% de los votos válidos el 3 de diciembre, dijo que Chacón y Rangel, ambos pesados del chavismo, seguirán «trabajando con la revolución», pero no precisó su destino. Estos y otros nuevos ministros tomarán el mando antes del 10 de enero -dijo Chávez-, cuando jurará como presidente reelecto ante la Asamblea Nacional.
El cambio más llamativo fue el relevo del vicepresidente saliente de 76 años, quien fue canciller y ministro de Defensa de su gobierno iniciado en 1999. Chávez dijo que remover a Rangel fue difícil: «Por el respeto que yo le tengo, que es como el de un hijo a un padre, y por todo lo que ha ocurrido en estos ocho años». Reveló además que le escribió una carta «emotiva» de su puño y letra.
Rangel fue el civil de mayor influencia en el gobierno desde que fue nombrado número dos tras el golpe de abril de 2002 contra Chávez, para la cruda tarea de tender puentes de diálogo y apagar los fuegos de la conspiración.
Cuando Chávez, siendo teniente coronel del ejército, salió de prisión en 1994, dado de baja por un golpe fallido en 1992, Rangel, abogado y periodista, fue el primero en entrevistarlo.
Sobre el nuevo número dos de su gobierno, Jorge Rodríguez, Chávez acotó que dejó la vicepresidencia en manos «de una excelente persona». Rodríguez, médico psiquiatra e hijo de un líder de izquierda asesinado, fue presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) cuando se celebró el referendo revocatorio que Chávez ganó en 2004 y fue relevado en ese puesto en 2006 por Tibisay Lucena.
El nuevo ministro del Interior, Pedro Carreño, es un militar al igual que el saliente Jesse Chacón, y ha sido diputado de la Asamblea Nacional por el oficialismo.
Los primeros lineamientos del nuevo período presidencial incluyen la construcción de un partido único del chavismo que «debe ser conformado desde las bases».
Chávez prometió que la bandera del socialismoy el partido único no puede convertirse en «una dictadura del proletariado, ni de la élite política tiene que haber democracia interna».
El presidente decidió emprender los cambios más dramáticos en pleno boom petrolero y cuando aún resuenan los ecos de su sonora victoria, reconocida por la oposición la misma noche electoral.
«El partido único tiene dificultades, pero Chávez forzó la barra para buscar determinaciones prontas de sus aliados y poner en aprietos a quienes quieren mantener su identidad», dijo Carlos Correa, académico y director del organismo ciudadano Espacio Público.
La idea de construir el partido único «no está del todo acabada y algunos dicen que decretarlo sin la definición del socialismo del siglo XXI es como poner los bueyes delante de la carreta», apuntó el profesor de la Universidad Católica.
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