La lección que puede dar Alemania al mundo
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Sin embargo, entre los mayores, muchos de los cuales miraron para otro lado, da la impresión de que pudo haber primado el silencio sobre aquellos años. Un tópico entre los jóvenes alemanes es que prácticamente no se habló del régimen de Adolf Hitler con familiares que vivieron la dictadura. Sebastián Reissig (27 años), quien dirige el grupo antineonazis Aktion Zivil Courage en Pirna, Sajonia, lo ejemplifica ante este diario: «Con mi abuela fue muy difícil hablar del tema. Ella vivía muy cerca del campo de concentración de Pirna-Sonnenstein, en el que murieron 50.000 débiles mentales, y cada vez que intenté preguntarle algo se cerraba completamente».
Sajonia, donde 9,1% de los votos fueron para el partido nazi NPD en las elecciones de setiembre de 2004 para el parlamento regional, da cuenta de que el monstruo aún está vivo.
¿Persiste el antisemitismo en Alemania? Hasta 9% de la población sigue diciendo aún hoy que «los judíos tienen parte de culpa por haber sido odiados y perseguidos» (36% en 1991), según la encuesta citada. Isaac Sheffer supera los 80 y vive en Berlín. Fue víctima del campo de concentración de Oranienburg, posteriormente emigró a Gran Bretaña y volvió a Alemania en 1947 (todo una excepción). «Esta es mi casa, no me siento agredido hoy en día en lo personal, pero el peligro del neonazismo es muy real, se pasa de generación en generación y el proceso de aprendizaje no está terminado», explicó a Ambito Financiero.
• Memorial
El recuerdo del pasado por parte de los alemanes es ejemplar para algunos y obsesivo para otros. La multifacética y liberal Berlín de hoy, una vez más cambia de cara desde este fin de semana cuando sea inaugurado un gigantesco memorial por las víctimas judías de Europa. A metros de la Puerta de Brandemburgo se extienden 2.700 lápidas, en un diseño del estadounidense Peter Esienman.
Se debate en Alemania cómo lidiar con el legado dejado por el mayor descenso moral en la historia de la humanidad. El escritor germano-irlandés Hugo Hamilton respondió en la revista «Spiegel» que «el pasado no es una debilidad sino una fortaleza». La fuerza del pasado alemán es la posibilidad de brindar «la mayor contribución para el siglo XXI. Entender que no puede haber progreso sin referencia al pasado» y «contribuir a un nuevo concepto de consciencia global», agrega. Las dictaduras en el mundo están lejos de extinguirse, así como las tentaciones de saltarse toda legalidad. Ante ello, los alemanes tienen de por vida la oportunidad de explicar qué es lo que nunca más debe hacerse bajo ningún pretexto político.
Para zanjar ciertos debates, simplemente hay que ir a Auschwitz y compartir unos instantes la mirada de las víctimas, hombres y mujeres de distintas ideologías, razas, nacionalidades, opción sexual y religión.
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